Nota principal: La toma
“De todos los esplendores posibles, el de Arana fue uno de los más profusos de la región: un páramo verde a sólo una docena de kilómetros de La Plata, con muchísimas hectáreas de campos sembrados y grandes tambos. La zona, 131 y 640, se pobló al calor de una fábrica de lino; el tren llegaba desde La Plata cuatro veces al día cargando pasajeros y materias primas para abastecer las quintas. Después sobrevino la caída: los productos importados inundaron el país y el vapor dejó de salir de las chimeneas de la fábrica. La debacle del ferrocarril también lo salpicó: a fines de los ’70, el ramal que unía La Plata con Magdalena y pasaba por Arana, dejó de funcionar. Una curiosa medida administrativa dividió a la localidad en tres fracciones, y pasó a formar parte de Los Hornos, San Lorenzo y Villa Elvira. El barrio perdió su identidad. Fue el apagón de aquellas luces el que provocó su progresivo aislamiento de los centros urbanos y productivos. En el sopor de aquella siesta se ampararon militares y policías para que Arana escribiera la página más funesta de su historia: el funcionamiento, durante los años de plomo, de al menos dos Centros de Detención Clandestina, donde se torturó salvajemente y, según testimonios de ex-detenidos, se asesinó a los secuestrados de la dictadura”.
(Laureano Barrera, La Pulseada Nº 38, abril de 2006)