Carlos del Frade considera que “el narcotráfico es la etapa superior del imperialismo”. En La Pulseada Radio, el escritor, periodista y diputado analizó lo que significa la declaración de “guerra a las drogas” del gobierno nacional.
En sintonía con lo que había sido uno de los caballitos de batalla de su campaña (La Pulseada 133 de Septiembre 2015), el presidente Mauricio Macri lanzó formalmente el 30 de agosto pasado el plan “Argentina sin Narcotráfico” y habló de su decisión de “ganar la guerra contra las drogas”.
Nuestro programa dialogó al respecto con el escritor, periodista y dirigente político Carlos del Frade, quien es actualmente diputado provincial santafesino por el Frente Social y Popular. Residente en Rosario, ciudad especialmente castigada por el problema, es uno de los que más y mejor ha investigado la cuestión. Sus conocimientos al respecto se volcaron en valientes denuncias sobre la complicidad de ciertos sectores políticos y estatales con las mafias que operan en el asunto y luego en el libro “Ciudad blanca, crónica negra. Postales del narcotráfico en Rosario, Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires. Capitalismo y etapa superior del imperialismo”, que la Editorial Último Recurso publicó en 2014. A sus lúcidas crónicas es posible leerlas, entre otros sitios, en los envíos digitales semanales de la Agencia de Noticias Pelota de Trapo (APE), vinculada a la obra del mismo nombre que creó el inolvidable Alberto Morlachetti, fundador junto a Carlitos Cajade del Movimiento Nacional Chicos del Pueblo.
Sobre la propuesta presentada por el gobierno nacional, del Frade señaló: “Este proyecto significa un regreso a Washington, porque se copian las recetas e incluso los términos que comenzó a utilizar Ronald Reagan en 1988, cuando declaró la guerra contra el narcotráfico. Y eso se ve con claridad en el Decreto 217, en donde se habla de una emergencia en seguridad nacional, del peligro colectivo del narcotráfico y de la necesidad de coordinar las fuerzas nacionales y provinciales. Eso mismo hizo Álvaro Uribe, el ex presidente de Colombia, cuando en octubre de 2002 implantó el Plan Colombia, que generó veinte mil muertos, que en el 80 por ciento de los casos fueron chicas y chicos menores de 25 años. Obvio es decir que a pesar de esas muertes Colombia sigue siendo el primer país exportador de cocaína de América hacia Europa. Cabalgando sobre el mismo discurso de combatir el narcotráfico, idéntico método se implementó en 2006 en México con el Plan Mérida. Y después en Brasil, durante el último tiempo del gobierno de Lula da Silva y la primera etapa del gobierno de Dilma Rousseff, cuando el ejército se metió en las favelas y produjo 20 mil desaparecidos. En definitiva, el único resultado concreto que se ha logrado en América Latina con estas políticas es el control social y la muerte de chicas y chicos, mientras que el negocio del narcotráfico continúa funcionando con absoluta impunidad en los centro de las grandes ciudades”.
Para del Frade, el negocio de las drogas es parte constitutiva del capitalismo actual. “El Banco Mundial, las Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional y la Organización por el Comercio y el Desarrollo Europeo, entre otros organismos, sostienen que desde hace 40 años el capitalismo posee cinco vías principales de acumulación: el petróleo, las armas, los medicamentos, el narcotráfico y la trata de personas. El capitalismo se mantiene gracias a estos grandes negocios, por lo tanto, si eso es así, hablar de una Argentina sin narcotráfico es hablar de una Argentina sin capitalismo, lo cual es por lo menos curioso y, sobre todo, es pecar de una gran inocencia. Creo que se usan términos en forma ‘tribunera’ y que el costo de ese ‘fulbito para la tribuna’ va a ser muy alto. Especialmente para el pueblo humilde, para la gente laburante de los grandes centros urbanos del país, como ya se demostró en distintos lugares de América Latina”.
Por otra parte, del Frade marcó el absurdo de referirse a una suerte de conflicto bélico en el que no está claro quién es y dónde está el enemigo: “Vamos a suponer que creemos en la guerra contra el narcotráfico. Entonces vale preguntarnos: ¿Cuáles son los generales del narcotráfico? ¿Los que viven en la Villa 31? ¿Los que habitan en el Gran La Plata? ¿Los que residen en el Gran Rosario? ¿Quiénes son los jefes del ‘Estado Narco’ en la Argentina? ¿Los pibes y pibas consumidoras? ¿Los que en las barriadas humildes de Rosario venden desesperadamente para encontrarse con 500 pesos al final del día? Sería muy interesante que nos definan cuál es el comando mayor del ejército al que nos enfrentamos, cuáles son las identidades de sus verdaderos generales. Porque quizás alguno nos responda que los comandantes de ese ‘Estado Narco’ son en realidad las empresas que lavan dinero, los dueños de los bancos y de las financieras. Si así fuera, yo les creería y les arrogaría el derecho de hablar de guerra”.
También le preguntamos a nuestro entrevistado si este tipo de iniciativas no estarían encubriendo la intención de volver a inmiscuir -algo expresamente prohibido por ley- a las Fuerzas Armadas en los asuntos de seguridad interior. Y respondió: “En 1983, una vez recuperada la democracia, se dejó en claro que el Ejército no debía introducirse en cuestiones internas. Pero, en consonancia con el discurso macrista de combate contra el narcotráfico, es probable que se modifiquen algunas leyes para volver a meter al Ejército en la vida íntima y cotidiana de los argentinos y generar un mayor control social. Eso -insisto- implicaría repetir recetas de los Estados Unidos que ya han fracaso y entrañaría algo muy grave, un retroceso muy fuerte para nuestra nación”.
Consultado por el papel que en todo esto podría estar jugando la agencia estatal norteamericana de lucha contra las drogas, la DEA (Drug Enforcement Administration), del Frade contestó: “fue creada el 1º de julio de 1973 por Richard Nixon para investigar fundamentalmente el flujo de dinero que producía el mayor mercado consumidor del mundo, que es el propio pueblo estadounidense. Las primeras disposiciones del organismo fueron destinadas a vigilar a la juventud. A través de los químicos los convirtieron en consumidores consumidos. De esa manera, los tuvieron absolutamente controlados e impidieron que, como ocurrió en toda América Latina en los años ’70, los pibes se enamorasen de la palabra ‘revolución’ y se transformaran en protagonistas de la lucha por una vida mejor en cada lugarcito del continente”.
Cuando lo interrogamos sobre los mejores caminos para afrontar al problema, nos dijo:
“La solución la brindan los propios narcos, que afirman que con trabajo, educación, deporte y salud en los barrios se termina toda esta historia. De ese modo las chicas y los chicos van a tener para elegir otra cosa que no sea un fierro o algo para consumir que les permita soportar un presente sin ningún proyecto de vida. Esta pelea se gana desde abajo y con la construcción de una sociedad que realmente les ofrezca posibilidades a nuestros pibes. Creer que la solución vendrá de los sectores que fomentan la multiplicación y la perdurabilidad del capitalismo es demasiado inocente. Este es un negocio paraestatal que se hace de arriba hacia abajo y que siempre necesita de nichos de corrupción, que están instalados en esos lugares desde donde hoy nos prometen darle la guerra al narcotráfico”.
El dirigente amplió además sobre las conexiones entre dos de esos grandes pilares del régimen económico instituido: “Frente a este mercado del narcotráfico hay otro, paralelo, que es el de la venta de armas, el segundo gran negocio del sistema. Y es justamente ahí donde las famosas agencias del Estado tienen que atacar, si es que se quiere hacer algo. El mercado negro de armas, muchas veces alimentado por el mercado oficial de armas, es limitado tanto en su origen como en su recorrido. Por eso pienso que si los diferentes sectores políticos que dicen preocuparse por el tema logran confluir en una política que disminuya el número de armas, habrán reducido también el número de muertos en las grandes barriadas de los centros urbanos argentinos”.
Al reporteado se lo consultó también sobre la situación actual de Rosario, su ciudad, sabiendo que es una de las más afectadas por la cuestión: “La veo como siempre, con la mayoría de su pueblo tratando de pelearla para empatarle al fin de mes y haciendo frente a una situación dramática, como es vivir con miedo, algo similar a lo que pasa en cada lugar de la Argentina. La seguridad pública es un derecho de nuestro pueblo y para lograrla hay que luchar contra los nichos de corrupción de las policías provinciales y de las fuerzas de seguridad nacionales. Porque si no se puede conducir, políticamente, desde la democracia, a las fuerzas de seguridad, estamos ante un problema muy serio”.
Sobre la cadena de complicidades que está detrás de este flagelo, del Frade sostuvo que “en estos dos grandes negocios (la venta de drogas y armas) encontramos nichos de corrupción en el empresariado, en la justicia, en los abogados, en los periodistas y en los sectores políticos. Y creo que muchas veces los sectores gobernantes se niegan a ver el por qué de las cosas, se convencen de lo que hacen y lo repiten. En esa repetición está también el problema, porque nunca se enfrentan las verdaderas causas. Tengo la sensación, por lo que hemos sufrido en la provincia de Santa Fe en los últimos 30 años, que mucho de lo que hoy padecen, especialmente los sectores populares, tiene que ver con cuestiones políticas que se hicieron mal”.
El periodista quiso aclarar también que a Rosario no se la llamó “la Chicago argentina” por la presencia de las mafias sino por una razón bien diferente: “Se la denominó así porque fue una de las ocho ciudades del mundo que el 1º de mayo de 1890 celebró el Día Internacional de los Trabajadores. Es muy interesante recordarlo porque remite directamente a lo que nos robaron cuando esta ciudad era obrera, industrial, portuaria y ferroviaria, la ocupación era prácticamente plena y el nivel de violencia era mínimo. La década del ’90 arrasó con todo eso y entre los agujeros negros de aquella vieja ciudad obrera apareció el negocio ilegal del sistema para cobrarse la vida de nuestros pibes. Queda claro que esas mafias que existieron en las dos primeras décadas del siglo XX hoy están representadas por delincuentes de guante blanco, que lavan en los bancos y financieras del centro lo que en los barrios se paga con sangre. Y que jamás van a circular por los pisos sucios de las comisarías o los pasillos indiferentes de los tribunales”.
Al final, Marcelito Santillán quiso dejar su reflexión: “¡Basta de guerras! ¡Tenemos que estar todos juntos y unidos!”. Y del Frade replicó: “Estoy totalmente de acuerdo con Marcelo y ¡aguante Cajade donde quiera que esté!”.