Fotos y texto Xavier Kriskautzky
Tenía toda la intención de saber si había vida en Saturno y, sin tener que recorrer miles de kilómetros en naves espaciales, encontré un pueblito —o mejor dicho, un ex pueblito— abandonado por el ferrocarril, abandonado por por los caminos, abandonado por las inundaciones, que albergaba una docena de familias que allí estaban contenidas por una escuela rural.
Docentes viajaban a diario desde Pigüé hasta este esparcido caserío para educar a una nutrida matrícula de chicos en edad escolar. La directora confiesa que nunca había tenido tanto orgullo de sentirse maestra como en esta experiencia, donde además de enseñar se encarga de traer mercaderías, remedios y cubrir con los mandados a las personas que allí viven, sin almacén ni kiosco ni proveeduría de ningún tipo y, menos aún, una farmacia o un centro sanitario.
Saturno es el nombre que se puso en homenaje a don Saturnino Unzué, ya que poseía en ese lugar alrededor de 50.000 hectáreas concedidas por Julio Argentino Roca, en recompensa por financiar la matanza de indios en esos territorios.
Hay vida en Saturno, eso es ineludible y hubo también mucha vida y mucha muerte en ese lugar.