Bailar en la cueva
Jorge Drexler
En los últimos tres años de la música rioplatense cuesta encontrar un trío de canciones tan certero y rítmico para el arranque de un disco. Drexler eligió “Bailar en la cueva”, “Bolivia” y “Data” para exponer la visión general de su nuevo momento musical. La mixtura y la multiculturalidad son una fija en la composición del uruguayo, pero en este caso el concepto trasciende las fronteras de su cabeza. Hay en los ritmos sensaciones de mambo, rumba, cumbia, canción pop, candombe, tropicalismo, payada y atisbos árabes. Y habrá en las letras una reivindicación del papel de Bolivia “varios años antes de la Guerra Fría”, una inteligente crítica a los avances de las redes informáticas y el quiebre de un paradigma en la música: podés formarte escuchándola pero también podés bailar mientras lo hacés. Estas tres piezas podrían ser un disco, pero la nueva y tremenda obra musical tiene otras ocho.
Hay una intención, remarcada por el propio Drexler, alrededor de “Bailar en la cueva”. Es un disco pensado desde los pies, el polo opuesto al planteado en trabajos anteriores como “Eco” (2004) o “12 segundos” (2006), donde su fortaleza era el sentido mental. Y la reflexión nace a partir de que Jorge Drexler forma parte de una generación de músicos hijos de dictaduras que les robaron la alegría y les prohibieron bailar.
En la fiesta de las cavernas, el gran número de invitados representa a buena parte de las nuevas generaciones de músicos que están planteando frescura desde territorios inexplorados: Lia Saumet, de Bomba Estéreo (Colombia), Ana Tijoux (Chile), Caetano Veloso (Brasil), Eduardo Cabra, de Calle 13 (Puerto Rico). Lo único que queda —entonces— es bailar.
Facundo Arroyo