Nota principal: El malestar en la Cultura
Omar Musa, dramaturgo, director de teatro, militante gremial y fundador de la sala independiente El Núcleo, pone en palabras la política cultural que sueña para La Plata.
Durante años se ha discutido acerca de cómo entender y encarar una política cultural en una ciudad como la nuestra. Particularmente, y en las innumerables discusiones que he tenido con compañeras y compañeros en diferentes sectores en que desarrollo mi actividad (gremio de Actores, la Red de Centros Culturales, agrupaciones políticas, grupos de estudio, grupos de Teatro, Atepla, etc.), ha ido creciendo la idea, siempre dinámica, de la cultura como expresión del pueblo, de las personas que componen un colectivo, en este caso, ciudadano.
Frente a un creciente movimiento o moda que nace de una visión neoliberal de la política (que incluye a sectores progresistas de las capas medias), que ve a la cultura como un espectáculo, un show, una puesta en escena, yo la imagino como un trabajo de base, como un diario rescate del hacer popular.
No se trata de “dar” sino de recibir, de rescatar, de ofrecer las herramientas técnicas para que aflore ese “hacer” de la gente. Se trata de compartir saberes. No creo en una política cultural que sienta sus bases en “bajar” al conjunto de la población una forma de ver el mundo, expresada a través de “artistas consagrados” que -más allá de sus valores- suelen enmascarar una cultura del éxito, de masas, donde el marketing es un dios que impone reglas y leyes, generalmente ligadas a una visión individualista, capitalista y alienada de la vida.
Imagino una política cultural donde el centro sea la gente y sus diversas expresiones. Una política descentralizada, que nazca en cada barrio y genere tanto expresiones artísticas como herramientas de conocimiento que permitan una mejora en la calidad de vida.Una política que raspando sobre la piel deseche los valores impuestos por tantos años de dictaduras, genocidios, apropiaciones, invasiones, y recupere los valores intrínsecos en la cultura y las costumbres de cada pueblo.Una cultura que minimice la idea de espectáculo (donde unos pocos hacen y unos muchos miran) y eche raíces en la idea de acciones de participación grupal.
Para esto se hace necesario un plan de actividades que se centre en el desarrollo de cursos y talleres de distinto tipo y variedad; que nazca de las necesidades de cada barrio; que sea constante y encarado por maestros con capacidad de aprehender. Maestros con una técnica que les permita iniciar una tarea y una mente abierta para modificarse continuamente a partir de abrirse a los saberes de cada participante, grupo, etnia, etcétera.
Dejar aflorar en cada ser, en cada grupo, en cada barrio, en cada pertenencia, toda la potencialidad cada uno de nosotros esconde, aplastada por una sociedad alienante.
En este plan, las expresiones artísticas tendrían un segundo plano y debieran ser llevadas adelante por los grupos independientes propios del lugar; permitir conocer a aquellos artistas y movimientos que nacen de nuestra raíz. Nuestra música, nuestra plástica, nuestro teatro, nuestra danza, nuestro cine, nuestra literatura, etc., etc., etc.
Organizar una red de talleres de expresiones artesanales y artísticas donde, además de su diaria labor, los participantes se conozcan y conozcan el hacer de cada barrio a través de jornadas de intercambio.
Más allá de lo que se puede agregar, este plan se basa en el hacer de la gente y en el rescate, reconocimiento y profundización de su cultura expresada en cada acción de vida.
Omar Musa