Las tres décadas de democracia que se cumplen este año dieron un marco especial al “Jóvenes y Memoria” 2013 en Chapadmalal. También el debut en ese encuentro de la Casa Joven de la Obra de Cajade, La Olla Popular de la plaza San Martín y el club Villa Argüello, que llevaron sus producciones y se zambulleron a pensar sobre violencia, género, discriminación, barrio… Documentales, obras de teatro, canciones, debates y desafíos. La Pulseada estuvo ahí.
Por Javier Sahade
Producción J.S. y Josefina Oliva
Fotos Pibes, pibas, educadores y educadoras de Casa Joven
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Cuando a Maxi se le partieron los palillos de la timbaleta, levantó la cabeza y enfrente había cientos de pibes y pibas de Quilmes, Lanús, Avellaneda, Tigre, La Plata, Berisso… Camperas y camisetas de todos los equipos de fútbol, desde el Real Madrid hasta el Lobo. Piercings de tamaños y ubicaciones diversas: cejas, orejas, ombligos. Pelos rojos, verdes y violetas, rapados, peinados, despeinados. Crestas punk, gorras hiphoperas, viseras cumbieras, buzos de egresados con el apodo estampado.
Con los palillos del percusionista rotos, La Florcita de la Esquina siguió sonando un sábado a la noche, en Chapadmalal. “¡Palmas arriba, palmas en alto!”, decían el Cotorra y Riquelme, cantantes de la banda de la Olla Popular de la plaza San Martín de La Plata. Y bailando dentro de una enorme carpa, chicos y chicas de entre 13 y 20 años se sacaron de encima estigmas y se rieron de eso de “la edad del pavo”.
La Olla, una organización que nació para acercarles comida a pibes en situación de calle y luego incorporó un emprendimiento productivo de pizzas, un grupo de música y varios talleres, participó hace pocos días del encuentro final del Programa Jóvenes y Memoria, que organiza hace 12 años la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) en esta localidad balnearia de nombre difícil ubicada muy cerca de Mar del Plata. La Olla fue con el Centro Deportivo y Recreativo Villa Argüello, de Berisso, y la Casa Joven de la Obra del Padre Cajade, del barrio Aeropuerto. Cada organización llevó un documental audiovisual y sus integrantes se volvieron con debates, inquietudes, nuevas herramientas, amistades, risas y arena en los bolsillos.
Clima de apertura
“El Dani nos hizo la re cabida con una banda de gente”, dice Alejandro, uno de los chicos de Casa Joven. La tarde está nublada en la puerta del Hotel 8 del complejo de Chapadmalal, construido durante el primer peronismo, en 1950, para posibilitar el turismo obrero y social. Había viento y el aire parecía llegado de julio. “¡Uno de Gilda!”, pide una chica. Treinta pibes cantan alrededor de una guitarra, un cencerro y dos bongós. Están Ale, Dani, Agustín, Marcos, Elyana, Matías, Azul, Iván y Agustina. También Ignacio, por cuyo parecido con el ídolo de Boca le dicen Riquelme, y Maxi. Y se suman chicos de Pigüé y Bahía Blanca.
“A veces me parece oír tu risa”, dice una canción del grupo de cumbia La Liga. “Me encontré con la gente que sabe valorar”, dice otra, de La Vela Puerca. Entre el almuerzo y el comienzo del horario de foros y talleres, los reúne la música. “¿Te sabés alguna cumbia, amigo?”, le pregunta alguien al guitarrero. Suena un acorde, alguien dice “¡eeessa!”, comienzan las palmas y los pies que se mueven.
El XII Encuentro Jóvenes y Memoria, que a 30 años de democracia este año tuvo como lema “Los desafíos de vivir juntos”, reunió en quince días de noviembre a 10.000 jóvenes, que llegaron en cinco tandas de 2.000. “Esto es Chapa —explica “el chileno”, que da un taller de mural—. Acá se rompe la vergüenza y se multiplican las capacidades”. Abrigado hasta el cogote, siguiendo con las manos el ritmo de la percusión, Quique, uno de los educadores de Casa Joven, mira la ronda juvenil y celebra: “¡Qué lindo cuando el clima es de apertura!”
Corral
“Estuvo muy presente el tema de la Policía, la represión y la violencia institucional que ellos sufren”, cuenta Juan Bruno, integrante del club de Villa Argüello y tallerista de hip hop con “El Chino” Juan Martín Shikiya. La actividad consistió en el armado colectivo de una letra de rap basada en lo que los pibes viven en sus barrios. Algunos de ellos contaron experiencias de maltrato de policías o gendarmes. “Hay que hacer autocrítica y ver cómo reproducimos esas prácticas en la escuela misma, revisando bolsos, sancionando”, dice una docente en un foro.
El taller de hip hop giró en torno a “la esquina” como lugar de encuentro. En afiches sobre el suelo, un integrante de cada grupo se acostó sobre el papel y los demás dibujaron su silueta con un fibrón. Dentro de esa figura plasmaron lo que los identifica como jóvenes, y con esos aportes sueltos el arte colectivo fue conformando una letra para rapear.
“En donde yo vivo no hay esquina”, aclara un chico con gorra. “Bueno, pero debe haber una plaza”, responde El Chino. “No, tampoco. Yo vivo en una isla, en Tigre”. El punto de encuentro de los pibes en ese lugar, en la isla, es la puerta de la escuela. Entre orígenes sin esquina, barrios del Conurbano, calles porteñas y caminos de pueblos bonaerenses, surgen igual puntos en común. Dicen que se sienten señalados por sus formas de vestir o hablar y por la música que escuchan. Que la Policía o los propios vecinos los miran mal sólo por verlos juntos. “Antes te perseguían por opinar; ahora, por ser joven”, asegura una chica. “Estamos marcados como ‘vagos’ —dice otro—. Si hacemos piquete en la puerta de la escuela para hacer algún reclamo piensan que lo hacemos para no estudiar”.
“El objetivo del taller es sacarlos del ámbito de Chapa y de la escuela, para que se piensen en su barrio, con sus códigos, sus similitudes —explica el Chino, que hace años es tallerista invitado en el Programa—. Y lo que vimos este año es que muchos sufrieron la violencia policial del nuevo ‘plan de seguridad’ que incluye a los gendarmes”. Un participante del taller dice que no se puede hacer nada porque los jóvenes siempre van a ser perseguidos. El resto, casi todos, se enojan y se niegan a resignarse. “Jóvenes y Memoria es un quiebre para todos estos pibes —dice Juan Bruno—. A esa edad absorbés todo. El programa debería ser incluido en la currícula de los colegios”.
“Chapa 2013” corrió peligro por la falta de presupuesto. El ajuste que la Provincia ejerce sobre ciertas áreas sociales —que sufren la Obra de Cajade y tantas otras organizaciones de niñez— también afecta a la CpM, el organismo de derechos humanos que fundó este programa para jóvenes. Según cuentan los organizadores, hasta último momento no se sabía si se podía garantizar la estadía de los 10.000 chicos en el complejo hotelero. Como es sabido, hace tiempo Daniel Scioli decidió invertir en policías y cámara de seguridad, en detrimento de políticas para la vida (La Pulseada 114). Sin embargo, se impone “la crecida”. Si en 2002, al comienzo de Jóvenes y Memoria, bastaba con un auditorio para mostrar las producciones realizadas por estudiantes durante el año, esta vez hubo que montar tres escenarios simultáneos: dos hoteles y una carpa (ver más en nuestra web). Y en contra de la receta gubernamental de encierro, y hasta contradiciendo el significado originario de Chapadmalal (en lengua indígena, “corral”), en el taller de hip hop se rapeó fuerte: “Abro mis alas y empiezo a volar (…) / Los pibes viven allá en la esquina / saben que hay cosas que cambiar todavía / la Policía dice que les da seguridad / es una gran mentira en esta realidad. / Estamos todos presos de nuestra libertad”.
“Una re escopeta”
El club de Argüello, la Olla y Casa Joven fueron una de las casi 100 organizaciones que este año se sumaron al encuentro, tradicionalmente destinado a escuelas. La Pulseada se unió a ellas, que se juntaron para compartir experiencias y ahorrar dinero en el traslado (el único gasto que no cubre la CPM). Sus tres documentales, ésos que subieron al ómnibus que partió desde La Plata gracias a rifas, autogestión y la colaboración de ATE, estuvieron entre los 477 audiovisuales con los que contó Jóvenes y Memoria 2013.
Argüello presentó un trabajo sobre la tarea comunitaria del club en el barrio; Casa Joven mostró la historia de ese centro de día (ver más en Baruyo); y la Olla habló sobre Rodrigo Simonetti, el nene de 11 años que iba a comer a la glorieta con ellos y hace un año y medio apareció asesinado a golpes en un callejón de Tolosa.
Unos 10.000 chicos de escuelas públicas y privadas, así como de organizaciones como las que acompañó nuestra revista, llegaron a Chapa desde 160 ciudades y pueblos con 826 proyectos (477 documentales, 73 ficciones audiovisuales, 90 obras de teatro, 51 murales, 16 producciones multimedia…).
Las tres décadas que la democracia cumplió este año fueron el eje del encuentro. Aunque todos los participantes nacieron en ella y con ella, lejos del genocidio, de las desapariciones forzadas y del robo de bebés, varios de los trabajos expuestos en Chapadmalal fueron historias vinculadas a la dictadura. El diploma que cada grupo se llevó dice: “A 30 años de democracia, la participación y el compromiso son claves para asumir los desafíos de vivir juntos. Por eso, la Comisión por la Memoria felicita a los jóvenes que asumieron el desafío de luchar por una democracia con plena vigencia de los derechos humanos”.
Algunos videos repasaron historias de víctimas del terrorismo de Estado en el barrio o en la escuela, y el objetivo del programa, generar inquietudes en los pibes, se logró casi instantáneamente. “Profe, ¿qué es la democracia?”, pregunta uno de Villa Argüello. Ese mismo día, Ema, uno de los pibes de la Olla, que vive en la bajada de la autopista La Plata-Buenos Aires, “a la vuelta de El Volador, el de la hinchada del Lobo”, se impacta con el documental de un colegio de Tigre donde un grupo de militares golpea a jóvenes: “¿Quiénes son esas personas? ¿Les pegaban a los nenes? ¿Dónde están ahora? ¡Vamos a buscarlos con una re escopeta y los cagamos a escopetazos!”.
Ningún pibe nace para discriminar
El complejo está descuidado; le falta mantenimiento. En el auditorio del Hotel 9, las ventanas rotas dejan entrar el chiflete de las 7 de la tarde, por eso está fresco en el debate sobre “discriminación”. Las sillas de plástico, desordenadas, se juntan y algunos apoyan los pies en la más cercana. “La gente discrimina por maldad, para hacer doler”, dice un chico algo tímido. “Es por el miedo al otro… Para ser mejor que los demás”, se suma una chica. En ronda, con algunos educadores pero mayoría de jóvenes, la palabra va de acá para allá, buscando explicaciones a la discriminación: “Son relaciones de poder”; “por algo todavía tenemos un billete de 100 pesos con la cara de Roca y otro de 50 con la cara de Sarmiento”; “es una cuestión de control social”; “hay una construcción de un ideal”; “hay un modelo hegemónico que dice lo que está bien y lo que está mal”; “son las normas dominantes”. Algunas opiniones hacen ruido, las diferencias salen a flote y la “discriminación” deja de ser algo que quedó fuera del hotel. Una chica de un colegio católico privado menciona la diversidad sexual y opina: “Yo sé que está mal que a un chico le guste otro chico o a una chica otra chica, pero lo respeto. Hay que respetar”.
—Pero ¿por qué está mal? —pregunta alguien.
—Lo que pasa es que la Iglesia… —cuestiona otro.
—La Iglesia no, en todo caso los seres humanos.
—Dios está en todas partes.
—La discriminación es una cuestión de clase.
—Sí, yo tengo amigos chetos que…
—Dijiste “chetos”, estás discriminando.
—Uh…, es cierto.
—Yo vivo en Coronel Suárez. En las afueras de mi pueblo hay dos colonias europeas, una de rusos y otra de alemanes. La gente del pueblo los discrimina por ser rubios, diferentes y hablar raro.
—Jaja, ¡qué bueno! ¡Es justicia!
A la hora de las conclusiones, una chica de rulos negros dice que “no hay que ver las diferencias como algo negativo”; responsabiliza a los medios y recuerda que “ningún pibe nace discriminador”.
“Lo que ve poca gente”
“La ausencia de justicia y la vulneración de derechos de tantos Rodrigos”, reflexiona la coordinadora del Programa, María Elena Saraví. Varias decenas de jóvenes acaban de ver “Rodrigo no estaba, el mundo lo extrañaba”, el documental de la Olla. “Es la película que estuvimos haciendo durante todo el año”, dice, siempre disfónico, el Cotorra. “Quisimos mostrar lo que ve poca gente. Yo lo conocí al guachín y era re bueno”, agrega Riquelme. Dani, Brandon, Maxi, Ema fueron también autores y protagonistas del trabajo, que ya se puede buscar por su título en YouTube.
El audiovisual muestra el reclamo de justicia de Patricia, la mamá de Rodrigo, el silencio y la impunidad del fiscal Marcelo Romero y el dolor de la maestra del nene. Rodrigo Simonetti juntaba monedas en el centro, iba a un merendero, sonreía con su camiseta del Pincha y volvía a su casa de Altos de San Lorenzo. Los primeros días de junio de 2012, su cuerpo apareció sin vida en un callejón. El Estado nunca estuvo con él ni con su familia. La Policía y la fiscalía no actuaron como corresponde para encontrar al culpable y no hay ni sospechosos. El defensor oficial de jóvenes Julián Axat dice en el documental que a la justicia del poder no le importa cuando un chico pobre es asesinado, porque sólo le interesa reprimirlo o encerrarlo. Entre los integrantes de la Olla que presentaron el video estaba Mailén, hermana de Omar Cigarán, que fue víctima del gatillo fácil en febrero de este año, en el barrio Hipódromo (La Pulseada 112). Esa causa tampoco tiene detenidos.
La trompa del elefante
En Villa Argüello, junto a una vieja casona, había un viejo árbol con tronco en forma de elefante; esa figura se transformó en símbolo del club. A Chapadmalal viajaron Oriana, Priscila, Pedro, Carlos, Alex, la Coque, Elías, Román, el Colo, Flor y la Mari (además de Juan y el Chino). El video que presentaron muestra el trabajo barrial que se hace desde la institución, la murga, los talleres y el fútbol infantil como herramientas de transformación y lucha por los derechos de la niñez. Alexandro (13) y Carlos (12) cuentan: “Mostramos quiénes somos nosotros, de dónde venimos, dónde queda la cancha, cómo es el barrio”. “El fútbol es una pasión —agregan—. En nuestra categoría jugamos 3-2-1”.
—¿Qué pasaría si no existiera una pelota?
—La inventaríamos.
—En el video los profes tratan de inculcar que ganar no es lo más importante.
—Lo más importante son las amistades, jugar en equipo.
—El club tiene una particularidad: en una de las categorías hay una mujer.
—Ta bueno que en el club tengamos a Belén, la primer mujer que jugó en Villa Argüello. No se achica, mete garra a lo loco.
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