CINE
Proyecto Florida
(Estados Unidos, 2017)
Dirección: Sean Baker
115 minutos
Monee tiene 6 años y junto a su madre Halley, de 22, alquilan una habitación en un motel sobre una ruta de Orlando que conduce a Disney World. Sobreviven como pueden: revendiéndole imitaciones de perfumes a los turistas, ofreciendo entradas robadas a la gran atracción de la región o, cuando no queda otra chance, mediante la prostitución de la adulta. La niña pasa los días de verano junto a sus amigos Scooty y Dicky, hasta que conoce a Jancey, con quien se volverá inseparable. La primera mitad del filme está dedicada a acompañar esas andanzas infantiles. Son travesuras inocentes aunque con consecuencias no siempre irrelevantes. Excluidos del Magic Kingdom, Monee y sus compinches construyen su propio parque temático en terrenos baldíos o construcciones abandonadas. El encargado de los cuartos que se rentan, Bobby, es recio en apariencia pero asume en verdad un rol protector ante aquellos huéspedes que sabe más vulnerables. Hasta que las autoridades toman conocimiento de las actividades de Halley y amenazan con quitarle la tenencia de la menor. Sobreviene entonces, filmado con la cámara de un teléfono, uno de los finales más conmovedores que se hayan visto en mucho tiempo. El realizador de cine indie Sean Baker se vale de una estética casi documental y recurre a un elenco no profesional, salvo por el caso de Willem Dafoe, quien por su desempeño como Bobby fue nominado al Oscar como mejor actor de reparto. En ese sentido, se destacan las interpretaciones de dos debutantes absolutas: la de la joven de origen lituano Bria Vinaite, como Halley, y -sobre todo- la de la pequeña Brooklyn Prince, como Monee, un prodigio de carisma y expresividad. El largometraje en su conjunto constituye una notable alegoría, hecha sin golpes bajos y con auténtica empatía con sus personajes, acerca del modo en que las fantasías de cotillón contrastan con las duras realidades de la marginación.
Carlos Gassmann