Por segunda vez en cuatro años la organización de cartoneros perdió todo por el fuego. No se rinden y buscan volver rápido al trabajo.
Son las 6.50 del miércoles 30 de junio cuando los vecinos de Villa Itatí creen estar reviviendo como pesadilla las escenas con las que despertaron cuatro años atrás, cuando otro incendio lo consumió todo en la Cooperativa de Cartoneros que funciona desde 2001 en la cava ubicada a un costado del Acceso Sudeste, en el límite entre Quilmes y Avellaneda. Pero no. El fuego es tan real como el anterior y parece más voraz. Destruye las herramientas, el material reciclable acopiado, los vehículos, la documentación importante, los espacios del apoyo escolar. Amenaza con quemar muchos sueños y el único lazo al que se aferran para sobrevivir cientos de familias.
Pero nadie baja los brazos. Aunque la mañana se vuelva irrespirable en la calle que baja hacia lo que queda del galpón y el humo y las cenizas cubran la nada que se adivina bajo las chapas y los hierros retorcidos, después del llanto ellos están ahí, dispuestos a volver. Una semana más tarde trabajan codo a codo con el personal municipal para terminar de sacar los escombros, habilitaron un lugar precario para recibir el material que compran a los carreros, distribuyen la ayuda solidaria que reciben y tramitan con el gobierno nacional y provincial el apoyo para la reconstrucción.
Los tiempos administrativos no siempre son los mismos que impone la necesidad pero tienen expectativas de ser reconocidos con un respaldo similar al que recibieron en 2016, cuando un color político opuesto gobernaba los tres niveles. La reacción de la comunidad y de los gobiernos fue buena. Esa misma mañana estuvo una delegación de Ministerio de Desarrollo de la Comunidad junto la intendenta de Quilmes Maira Mendoza, quien dispuso a su equipo para trabajar en la remoción de escombros. Ya entregaron al gobierno nacional la lista de las herramientas que se perdieron y al día siguiente fue la reunión con el ministro Andrés Larroque. La decisión política de reconstruir el lugar apenas el predio quede despejado está tomada, según confirmaron a La Pulseada voceros de esa cartera. Los integrantes de la Cooperativa pidieron que sea en un espacio más seguro y despejado, tal vez sobre el Acceso Sudeste. La idea fue bien recibida en el Municipio y la posibilidad está en estudio.
Pero el día a día los desespera. No contar con el ingreso diario deja a los trabajadores y a los vendedores del material reciclable sin sustento. Son 28 personas en la Cooperativa y cien familias que directa o indirectamente dependen de su actividad. Empezaron a recibir alimentos y se está tramitando una ayuda económica para que puedan enfrentar la transición hasta el regreso al trabajo. A ellos se suman muchos más, que son los cartones que llegan al predio a venderles la mercadería al mejor precio del mercado.
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Pérdidas totales
“Se perdió todo, no pudimos rescatar ni siquiera uno de los camiones que ahora nos serviría para sacar más rápido toda lo que tenemos que limpiar”, dice Maximiliano Villalba a La Pulseada. Cuando los primeros que llegaron al lugar lograron por fin abrir el portón ardiente, el techo de chapa se desplomó sobre el vehículo. “En la desesperación queríamos salvar algo”, se lamenta el joven que en los últimos años se convirtió en el tesorero. El fuego quemó también documentación importante con la que él trabaja y que estaba en la caja de seguridad.
Las pérdidas son incalculables. Tenían mucho material reciclable en fardos que aún no habían sido desarmados, pero a eso suman todas las herramientas con la que habían instalado una planta de reciclado ejemplar: además de dos camiones (uno de ellos modelo 2018) y una camioneta estaban las diez máquinas para tratar el plástico, incluidas los autoelevadores y las enfardadoras.
Se perdió mucho material reciclable y todas las herramientas con la que habían instalado una planta de reciclado ejemplar
Maxi es uno de los que revivió las escenas del incendio anterior y afirma que la otra gran pérdida es la del sustento diario. “Fue pasar por lo mismo, un momento muy duro porque hay mucha gente grande que depende de que la Cooperativa esté abierta y a la que no sabemos cómo contener”. Y cada día que pasa la ansiedad crece: “La gente está a la expectativa, los compañeros, los vecinos se acercan permanentemente. Eso se ve ahora que estamos limpiando y le ponen el hombro. Y hasta se plantean empezar a levantar el galpón ellos mismos si no recibimos ayuda”.
Por las llamas o como consecuencia de la parálisis a la que se ve sometida la Cooperativa, también están afectados el apoyo escolar, el centro para los jóvenes y para mujeres, la panadería. De milagro no hubo víctimas ni las llamas se extendieron a las casas vecinas, algunas de las cuales tienen riesgo de derrumbe.
Antes del incendio eran cientos los carreros que llegaban a Villa Itatí en busca del buen precio que la Cooperativa les ofrece. Mientras no pueda operar quedan a merced de la especulación de los acopiadores que tiran abajo el valor de la mercadería. Villalba cuenta que creció mucho el ritmo de trabajo durante la pandemia, con gente que llegaba para venderles cada vez desde más lejos. “Nos cuentan que se chocan en las calles de tantos cartoneros que hay”, dice.
No hay certezas sobre cómo surgió el fuego. “Aunque se hizo un peritaje es incomprensible cómo pudo haber ocurrido, porque la instalación es nueva y estaba todo conectado correctamente”, relata Maximiliano. El calor derritió todo y los bomberos no pudieron determinar cuál pudo ser la causa. Como en el incendio anterior, la sospecha de que pudo ser intencional sobrevuela entre los integrantes de la Cooperativa. Saben que con su trabajo afectan intereses que se contraponen con el rescate de los jóvenes que ellos se proponen.
Renacer dos veces
“Ya estamos terminando un galponcito que habíamos levantado en el acceso para guardar los vehículos, con la idea de empezar a trabajar con el plástico que es lo que más rédito nos da. Y estamos acopiando y reciclando en la parroquia”, cuenta Mario Daniel Romanin, el salesiano al que todos en el barrio conocen como “Coco”.
Hoy como hace cuatro años su fuerza y la de Cecilia Lee, la monja franciscana que está ligada a la Cooperativa desde la fundación, contagia al resto de los miembros. “Con un incendio nacimos, el del país en 2001, este otro fuego nos obligará a renacer”, decía Coco después del siniestro de 2016. “Se destruyó todo lo material que construimos en 15 años, pero el espíritu, la amistad, el cooperativismo, la solidaridad, la experiencia de haber construido esto, sigue en pie”, agregaba. Hoy se aferra a lo mismo y reinventa la frase para La Pulseada para afirman que vendrá el tiempo de un segundo renacimiento: “Acá estamos, en plena demolición -dice desde el galpón en ruinas- pero el espíritu cooperativo no se incendió”.//LP