Nota principal: Alberto Morlachetti: “La inseguridad no la causan los niños sino las empresas capitalistas”
Llegamos a Manchita dos horas después de haber salido de La Plata. La imprenta estaba quieta, tranquila, sin ruidos. Las máquinas —una donada por la Comunidad Europea y otra por Petrobras— descansaban después de haber funcionado hasta muy tarde la noche anterior para cumplir con entregas acumuladas. Entre ellas, La Pulseada de mayo.
El piso está hecho de recortes de granito, como las piedras de las mesadas. Tiras largas puestas una al lado de la otra, perfectamente brillantes y limpias. En el segundo piso están las oficinas. Allí nos recibieron los compañeros. Nadia Fink, integrante de la revista Sudestada, nos mostró la sala de diseño, la sala de preparado de chapas y cada una de las máquinas. Mientras, unos pocos compañeros terminaban de cortar las hojas en la sala de guillotina. En un costado, una zorra movía los pallets y llevaba los impresos guillotinados hacia la máquina de encuadernación. Diversas entregas a la espera de que las fueran a retirar esperaban en cajas perfectamente ordenadas sobre otros pallets. El lugar es luminoso, con el espacio justo entre una cosa y la otra. Da a la calle y tiene vidrieras levantadas. Mientras recorríamos la obra nos cebaron unos mates. Después nos abrieron una de las cortinas laterales para cargar las revistas y las subimos a la camioneta. Las tapamos con lona por si nos agarraba la lluvia. Atamos la lona con cuidado. Después los chicos nos explicaron cómo salir mejor para el sur. Beso, abrazo y nos fuimos.
Juan Bertola