A fines de noviembre del año pasado, surgió un nuevo espacio cultural impulsado por las ganas de encontrarse, mostrar y fomentar parte de la música, el teatro, la poesía y el arte que circula por la ciudad: La Carpintería.
La esquina de 16 y 64, donde antes funcionaba la “Carnicería Aylen”, ahora está remodelada y pintada de verde, las puertas y persianas, y de rojo el frente de azulejos. Jornadas de sábados y muchas manos emprendedoras dejaron atrás la vieja fachada despintada para darle paso a los colores y a una nueva cara que poco a poco toma protagonismo entre los vecinos del barrio.
Al entrar, un escenario de teatro se ubica a la izquierda. Telas negras de fondo y algunos reflectores tiñen tenuemente el espacio donde antes supo estar la carnicería. Lámparas circulares de papel, banderines a cuadrillé y una fila de luces de colores se desparraman por el techo iluminando las mesas y sillas del salón. A la derecha, se encuentra la barra que conecta el patio y la cocina sobre un camino de velas. Dos heladeras Siam y una máquina para cortar carne todavía se conservan como parte del anterior paisaje. No hay paredes que dividan los ambientes; la única que había y que pertenecía al antiguo comercio fue derribada para unir los dos locales en un mismo espacio. Un ventanal y una puerta de vidrio permiten que nada quede afuera de las miradas y que todo se encuentre en una misma circulación y compañía.
El centro cultural apunta a la producción local: pretende impulsar las diferentes propuestas artísticas de la zona. La cocina es un gran centro de atención. A diferencia de cualquier otro lugar, donde los platos se preparan en el anonimato y lejos de la mirada inquisidora del cliente, una tabla de madera se extiende en el patio y una parrilla a leña enciende el punto de reunión a la vista de todos.
Jeaninne Martin, profesora de canto y una de las emprendedoras del espacio, contó a La Pulseada los inicios de esta propuesta. “Desde el principio, la idea fue tener todo integrado: que el que está cocinando esté también participando de lo que está sucediendo en el lugar. Entender que la cocina es también una manifestación artística”. Y a la inversa. Que el que está tocando, actuando o recitando, se sume casi sin pensarlo a la tarea meticulosa del cortado de las verduras o a la tarea más heroica y épica – en estos meses de calor- que consiste en controlar el horno tratando de abrir lo menos posible la puerta hasta adivinar el punto de cocción de la comida. Y ¡gualá!
Los jueves, La Carpintería ofrece el espacio a los “cocineros invitados”. Algunos tienen experiencia formal dentro de la cocina y otros no. Algunos son invitados y otros se invitan. Un clima de entre-casa permite que hasta la vecina del barrio se anime a cocinar su receta preferida y a compartir su ingrediente secreto. Con la sola condición que… el que cocina, no lava.
“El argentino tiene la costumbre de juntarse y pensar en comida. Y de juntarse alrededor de la comida. Siempre es una buena excusa para verse. Además, por lo general, en las casas uno se junta en la cocina y las reuniones terminan siendo en ese lugar, o simplemente cuando se está charlando también se cocina”, cuenta Juan Rossi mientras desgrana un choclo y sirve berenjenas al escabeche a los recién llegados que, atraídos por el aroma, se acercan en una danza sigilosa para participar de la elaboración y probar el botín avinagrado. El postre corre por cuenta de la casa.
Los viernes, el escenario se abre a cualquier propuesta y a las iniciativas que tengan ganas de subirse. El Ciclo de Escenario Abierto reúne a músicos, poetas, bailarines y actores. “El ciclo apunta a generar esa circulación donde se rompa la pared entre el actor y el público, y que no exista esa diferencia”. Derribar paredes. De eso se trata. Demoler paredes de hormigón o terminar por manosear ese lugar intocable del artista monumental y pulcro. Mezclarse para transformar.
Las bandas locales tienen su turno los sábados. Y la música busca ganar un lugar importante dentro de la dinámica del espacio. La venta de discos independientes se suma a la proyección de poder generar un CD por semana de las bandas que toquen en La Carpintería. “Menú del día: pollo al disco”, dicen, para relacionar también esta propuesta con la cocina.
El centro cultural lleva el nombre del oficio que los padres de Jeaninne y Juan desempeñaron: eran carpinteros. La invitación está hecha. Traigan sus herramientas, si no tienen… no hay excusas. Todo se comparte en La Carpintería Cultural.
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