“Timbuktú”
Abderrahmane Sissako
(Francia-Mauritania, 2014)
87 minutos
Es la primera película mauritana nominada al Oscar -compitió con Relatos salvajes– y no se estrenó nunca en nuestras salas comerciales. Timbuktú ganó además siete premios César y fue seleccionada para aspirar a la Palma de Oro en Cannes. Ofrece la oportunidad de apreciar una cinematografía, la africana, a la que casi no tenemos acceso. Basadas parcialmente en hechos reales, las acciones transcurren en Tombuctú (Mali), cuando la ciudad cayó en manos del grupo extremista religioso Ansar Dine. La historia se centra en la familia de Kidane, que vive tranquilamente en las dunas, ocupándose de sus pocas vacas, con su esposa Satima, su única hija Toya y con Issam, un niño pastor de 12 años. Mientras tanto, en la ciudad, los habitantes padecen el régimen de terror impuesto por los yihadistas: está prohibido escuchar música, fumar e incluso jugar al fútbol. Cada día tribunales improvisados lanzan sentencias tan absurdas como trágicas. Kidane permanece al margen hasta que, tras una disputa entre vecinos, mata accidentalmente a Amadou, un pescador que había acabado con su vaca favorita. Ahora sí Kidane deberá enfrentarse también a las leyes impuestas por los ocupantes extranjeros. El de Sissako, aunque no se lo proponga, es cine político, pero exento de declamaciones. Le basta con mostrar los hechos con el ascetismo y la crudeza que eran propios del neorrealismo italiano. No es propaganda occidental. Es una denuncia hecha por un musulmán tan inteligente como indignado que logra dejar en claro, contra el estereotipo de los fieles fanáticos y violentos que impera entre nosotros, que hay muchos seguidores del Islam opuestos a la intolerancia y al supuesto deber de derramar sangre impura.
Carlos Gassmann