Antes de la marcha convocada el 29 de septiembre pasado por instituciones de niñez y adolescencia de la región que reunió a miles de grandes y chicos, nuestro ciclo radial entrevistó a referentes de algunas de esas organizaciones. En este caso, reproducimos la charla con Hernán Amendola, uno de los responsables del Hogar Ángel Azul.
Elena Vita sufrió una terrible tragedia cuando, en un accidente automovilístico, perdió a su hija Sofía, de apenas 7 años. En medio de ese duelo insoportable visitó un hogar de chicos y comprendió que un modo de calmar en parte su dolor era convertirse en madre sustituta de otros pibes que la necesitaban.
Fue así como en el año 2000 se inauguró el Hogar Ángel Azul. La típica casa chorizo de Elena, en pleno barrio Hipódromo, se transformó hasta contar con una oficina en planta baja, un comedor para 30 personas, un salón de lectura al fondo –donde se hace la tarea escolar–, otra habitación con lavadora y secadora industriales y, en la planta alta, dos dormitorios con diez camas cada uno.
La entidad recibe a los chicos y chicas que por diferentes motivos se encuentran desamparados y son derivados allí por los servicios zonales y los juzgados. La idea es que recobren el clima de familia, incluidos el amor y la contención que implica. Están quienes son adoptados y no permanecen tanto tiempo pero otros continúan compartiendo ese techo por años.
Por el lugar ya han pasado cientos de chicos que en ciertos casos lo convirtieron en su residencia definitiva. La propia Elena ha adoptado legalmente y les otorgó el apellido “Amendola”, de su marido ya fallecido, a algunos de ellos, incluidos dos con retraso madurativo, lo que evidencia su admirable capacidad de entrega.
Una hermana más de esta gran familia, Sonia, que se escapó de su casa a los 7 años, vivió en la calle y en distintas instituciones, hasta que a los 14 llegó al Ángel Azul para quedarse. Es hoy la directora del Hogar.
Como ocurrió con instituciones similares, la desaparición o el atraso de los aportes oficiales arrastraron a la organización a una severa crisis que amenazó su subsistencia. A la demora en el pago de las becas que por cada chico debe entregar la Provincia, que acumuló una deuda de cuatro meses, se sumó el hecho de dejar de percibir de la Municipalidad una tarjeta social que permitía la compra mensual de mercadería y la negativa de la Comuna a cumplir con el convenio que la obliga a pagar los servicios.
La intendencia planteó que a lo sumo reintegraría el dinero después de que cada entidad asumiera las facturas por su cuenta. Se planteó una situación muy grave porque, además de que esos reintegros tardaban más de la cuenta, los tarifazos multiplicaron los costos. De gas, por ejemplo, el Hogar pasó de gastar entre 2.000 y 4.000 pesos a recibir en julio último una boleta por 9.980 pesos.
Entre movidas solidarias, como la realización de espectáculos artísticos a beneficio, y los esfuerzos denodados de sus directivos, el Hogar está logrando volver a ponerse de pie. La Pulseada Radio dialogó con Hernán Amendola, hijo de Elena, quien está entre los que conducen al Ángel Azul.
–¿Antes que nada queríamos saber cómo está el Hogar?
–Como todas las instituciones que laburan con la problemática de Niñez y Adolescencia, el Hogar está peleándola mucho. Poniendo más tiempo del que debería en buscar apoyo económico externo o en cosas que no tienen que ver con el trabajo cotidiano habitual. Tal cual le ocurre al resto de las organizaciones similares, estamos desfinanciados, pasando por una crisis de una profundidad tal que hace muchos años que no se veía.
–¿Hace poco corrió riesgo la propia existencia del Hogar?
–Sí, estuvimos al borde de cerrar las puertas por el desfinanciamiento de la Provincia, que se atrasó más de cuatro meses en pagarnos las becas. A lo que se sumó el incumplimiento del convenio que obliga al Municipio a hacerse cargo de los servicios. Una situación que, por una traba burocrática estúpida, se prolongó casi seis meses. Nos quedamos completamente sin recursos. Todavía debemos plata pero, a los tirones, pudimos ir acomodándonos, a fuerza de gestión y de laburo.
–Contanos dónde, dentro del barrio Hipódromo, está exactamente ubicado el Hogar y cómo es su historia, cómo nació y cuál es su trayectoria posterior.
–El Hogar está situado en calle 117 Nº 216 (entre 36 y 37). Es una organización no gubernamental que funciona desde hace 17 años. Por la casa ya han pasado entre 500 y 600 pibes. Hoy viven con nosotros 24, todos judicializados, con problemas socio-familiares. Todo esto nace a raíz de un accidente personal que tuvo mi vieja. Todo lo que perdió en ese accidente pudo canalizarlo dándole amor a los pibes. Después de un tiempo también me sumé yo a laburar full time ahí adentro, obviamente mientras mantenía otros trabajos paralelos. Pero actualmente tuve que dejar todo y estar ahí sentado doce horas por día, tratando de gestionar financiamiento externo, porque los recursos que nos llegan de los responsables, que es más que nada el Estado provincial, no alcanzan.
–¿Qué servicios les prestan a las pibas y pibes alojados?
–Los chicos viven con nosotros. Nuestro objetivo principal es la reivindicación de todos sus derechos. Por sobre todas las cosas, darles amor, contención y el beso en la frente antes de dormir que no tuvieron en su ámbito familiar. Los chicos están obviamente escolarizados y con montones de actividades paralelas. Van a los clubes del barrio para practicar deportes y asisten a talleres de todo tipo (teatro, música, plástica, entre otros). La idea es que, mientras estén con nosotros, pasen su vida de la mejor manera posible, reivindicando y defendiendo sus derechos.
–¿Entre qué edades se encuentran los 24 chicos que viven actualmente en el Hogar?
–El convenio firmado con la Provincia prevé edades entre los cero y los 14 años. Pero siempre existen excepciones. Hoy están alojados en el Hogar 24 pibes judicializados, pero también tenemos a otros 5 chicos que se quedaron a vivir con nosotros porque no tenían ninguna otra posibilidad.
–En todas las instituciones ocurre algo parecido…
–Claro, porque los tiempos que maneja el Estado, con su límite para los becarios de 14 años, no tienen ninguna lógica. Pienso en Diego, por ejemplo, que llegó al Hogar con 10 años, ya cumplió 19 y no tiene ninguna chance de llevar una vida independiente en el exterior.
–En el Hogar de Cajade pasa lo mismo. No se puede criar a alguien durante años y luego, pese a que no cuenta con posibilidades laborales ni condiciones para afrontar la vida por su cuenta, dejarlo en la calle…
–Totalmente. Por eso una de las ideas que tengo ahora –y le estoy buscando la vuelta para concretarla– es armar una casa de pre-egreso. Porque no hay una mejoría inmediata de la situación que esté a la vista. No es que pronto el cambio de las leyes de adopción o el mejoramiento del trabajo en el territorio van a permitir que un pibe vuelva a convivir con su familia de origen. No va a pasar mañana. Entonces necesitamos armar una casa de preegreso, para que los chicos de 15 ó 16 años encuentren un abanico de posibilidades que los vayan preparando para afrontar la calle y empezar a independizarse. No es para nada fácil. Pero vamos a tener que hacerlo mientras el Estado mantenga estos tiempos límites para la contención que son absurdos.
–¿Entonces un reclamo fundamental es que se extienda el período de las becas para que los chicos no queden a la intemperie?
–Nunca se nos pasó por la cabeza, ni a mí ni a mi vieja, que una vez que un pibe cumpla los 14 años vaya a parar a la calle. Así que la idea es armar una casa de pre-egreso que fortalezca la preparación que necesitan para salir a enfrentar la vida.
–Pero esto agudiza los problemas de financiación, porque los mayores de 14 años ya no reciben la beca…
–Desde ya. Para colmo todos los programas provinciales están recontra desabastecidos. Por ejemplo, el PAM (Programa de Abordajes Múltiples), que era como una mini obra social para los pibes –porque incluía atención psicológica o la que necesitaran–, dejó de funcionar. Ya no existe y, por eso, los tratamientos de todo tipo que precisan los chicos los estamos pagando también de nuestro bolsillo, con profesionales privados. Imaginate que estamos hablando de pre-adolescentes que requieren todo tipo de incentivos para salir a flote en la vida y que es muy costoso llevar eso adelante. Pero bueno, hay que hacerlo. Se buscará más compromiso del lado del pueblo y no nos quedará otra que concretarlo.
–¿Quiénes son los adultos que los ayudan a vos y a tu mamá en el Hogar?
–En la casa trabajamos mi mamá, yo y mi hermana Sonia. Es una chica que venía institucionalizada desde los 7 años. Llegó al Ángel Azul cuando tenía 12. Se quedó a vivir con nosotros y hoy ella es la directora del Hogar.
–Y vos la considerás tu hermana…
–Es mi hermana, sí, desde ya. Nunca hicimos el cambio de apellido porque es otro trámite más que hay que hacer y ya estamos saturados de trámites. Pero es mi hermana…
–Encima hay que pagarlo… (risas).
–Encima. Es mi hermana y es la directora. Más experiencia que una piba que está institucionalizada desde los 7 años no puede tener nadie. Ella es la que con sólo mirarlo ya sabe qué es lo que le pasa a un pibe.
–Ya debés haber mencionado más de diez motivos por los que hubo que marchar el 29 de octubre.
–Por sobre todas las cosas insistir en que el hambre es un crimen. Y el hambre está a la vuelta de la esquina. Además de tener el Hogar nosotros trabajamos con muchas familias, de adentro o de afuera del barrio, dándoles una mano en lo que podemos. Apoyamos también a dos o tres comedores. Y vemos que hoy en la calle hay hambre. Antes la gente pasaba y me golpeaba la ventana de la oficina en la que estoy sentado doce horas por día para preguntarme si no tenía algo de ropa para darle. Hoy me piden un pedazo de pan o un paquete de galletitas. El hambre se siente cada día más.
–¿Ustedes ven que en este último tiempo la situación se ha agravado mucho?
–Hace un año que el panorama se complicó muchísimo. Nosotros siempre tuvimos muchas donaciones de ropa o de alimentos secos que no llegábamos a consumir. Entonces se lo dábamos a los que lo necesitaban. Este año fue tanta la gente que vino, que habilitamos en frente del Hogar, en un espacio provisorio, un roperito comunitario. Lo abrimos los viernes, por lo general de 10 a 16. El viernes último pasaron más de 250 personas buscando ropa y mercadería. Hay un videíto que hizo la gente de Somos La Plata. Tendrían que verlo porque es increíble. ¡Increíble!
–Y eso que ustedes están en una zona que no es de las más marginales de La Plata..
–Exactamente. Estamos a seis cuadras del centro, a dos cuadras de diagonal 80 y con la estación de colectivos a cuatro cuadras. Nos rodea el asfalto. No es exactamente un barrio de clase media pero por ahí anda… ¡Tenés que ver cómo están otros barrios que frecuento mucho, como El Churrasco! Justo ahora tiene que pasar un conocido de El Churrasco a buscar un poco de leche en polvo que juntamos para llevar a un comedor.
–¿Hay algunas necesidades específicas del Hogar que quieras plantear?
–Que los del Estado se pongan las pilas, que empiecen realmente a funcionar, que se reinventen. Porque esto no da para más. No hay trabajo en los territorios entonces se está judicializando a los pibes por pobreza. Se toman medidas de abrigo porque la familia es pobre. Así que nada es más urgente que eso: laburo en el territorio.
–Gracias en nombre de tantos pibes que recibieron de ustedes el cariño de familia que les faltó. Toda la sociedad tiene que agradecérselos. Y nosotros, como parte ella, y aunque el Estado no los reconozca, queremos agradecérselo muchísimo a vos y tu mamá.
–Yo les agradezco a estos pibes por lo que me dan día a día, que es cada vez más fuerza para pelear. Si no fuera por ellos, yo estaría viviendo debajo de un puente, porque soy un desastre como persona. Y agradezco mucho a ustedes por haberme dado este espacio.
Cómo colaborar
El Hogar Ángel Azul sigue necesitando ayuda, material o de otro tipo, como por ejemplo brindar apoyo escolar. Los interesados en colaborar pueden concurrir personalmente a 117 Nº 216 (e/36 y 37), llamar al Tel. (0221) 422-5141, ingresar a www.angelazul.org o a través de www.facebook.com/Hogar.Angel.Azul/