Manuel Jacinto, “Babi”. La historia de esta revista no se puede escribir sin ese nombre. Era mecánico, ex colectivero y delegado gremial, nos cobijó en su local desde hace 12 años. Siempre a cambio de un alquiler exiguo. Que sólo aumentaba cuando nosotros, por pura vergüenza, se lo proponíamos. Nos hizo mil veces de fletero, llevando pilas y pilas de revistas desde la encuadernadora a los puntos de venta. Fue electricista, gasista y carpintero. Nos fabricó las estanterías donde guardamos kilos de ejemplares de archivo. Fue vecino, tío, padre, amigo, compañero… Fue la ternura fundamental que necesitamos para dar la pulseada…. Ese insumo básico del que nos hablaba Carlos Cajade.
Se nos fue Manolo. Un «hasta siempre» parece poco. Todo es poco para abrazarte a vos y a tu eterna compañera, Esther de San Juan. Son inútiles éstas letras. También estas fotos.
¡Te vamos a extrañar mucho…! Cuando prendamos la estufa sin tu ayuda, cuando nos quedemos sin tu charla, tu mimo, tu pregunta mensual: “¿salió ‘La Pulseada’?”. La historia de esta revista no se puede escribir sin tu nombre.
Será poco, sí, pero «hasta siempre», Manolo.