El sábado 18 de septiembre se tomó un descanso nuestro gran amigo Gustavo Naser, el Negro. Digo “se tomó un descanso” porque pasó toda su vida al servicio de los demás, sin descanso, en la parroquia Nuestra Señora de las Victorias, junto a nosotros en la liturgia con Rubén Capitanio, todos en la revista Pascua; luego con Carlos Cajade y Mario Ramírez en los grupos misioneros en Neuquén, en Lago Paimún con Don Jaime De Nevares. En Córdoba, Santa Rosa de Calamuchita, donde vivía actualmente con su esposa Adela, otra incansable servidora, y sus hijos, trabajando junto al párroco del lugar, el padre Pablo, y en los barrios haciendo catequesis y acompañando a los más débiles. Siempre con el Evangelio como fuente inspiradora y con el silencio y la alegría en la entrega que caracteriza a los luchadores por la vida y a los elegidos de Dios.
Digo “gran amigo” porque, como Cajade, hizo un culto de la amistad, el afecto y el sacrificio. Grande por su tamaño y su corazón: gran persona, gran hermano… Más bueno que el pan.
Doy gracias a Dios por haberlo puesto en mi camino, el que todos recorremos esperando su llamado. Hoy, junto a otros grandes como Juan Bengochea, Marquitos, Jaime de Nevares, Carlitos Cajade, Patricio Rice y algunos más, estará participando de unas “mateadas” con Tata Dios, tranquilo de haber sembrado y dejándonos un camino a seguir.
Hasta siempre Negro,
Juan Carlos Gulino