Grafitos renace

In Edición Impresa, La Obra a diario -
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137-GrafitosLa Imprenta que fundó Carlos Cajade en los ’90 fue reactivada a través de un programa de Naciones Unidas. Cómo se reiniciaron las máquinas y cuáles son los proyectos para formar a los chicos del Hogar y Casa Joven como aprendices de imprenteros.

Por Lucía Medina y Francisco Martínez

 Pasando el Bosque, sobre 122 bis, la persiana metálica de la imprenta Grafitos I está levantada hasta la mitad. En la entrada hay pilas de resmas, tachos de látex para interior recientemente donados, y otros materiales y herramientas. Con paso apurado, aparece Mariana Tártara para darnos la bienvenida. Ella es la nueva administradora de la imprenta, que cerró en 2012 por problemas financieros. Desde el fondo, con las manos manchadas de tinta y una sonrisa amable, se nos une Andrés Cajade, sobrino del cura, y quien hoy trabaja en la empresa recuperada. Así empezamos la recorrida.

Lo primero que llama la atención son dos máquinas enormes de color negro. Una es una impresora offset Heidelberg MOZP-S, la otra una Heidelberg Bicol, las dos alemanas de 1983 que fueron puestas en funcionamiento gracias al presupuesto del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Pronto, estas máquinas imprimirán nuevamente La Pulseada, en el mismo lugar, el fondo de la casa de los Cajade, en donde nació en 2002.

Reiniciar el trabajo no fue fácil. El paso del tiempo obligó a poner a punto el galpón donde siempre funcionó Grafitos. También se reparó la guillotina y se cambiaron los repuestos que se fueron rompiendo con la primera puesta en marcha, el año pasado.

Sobre una mesa larga de madera están los almanaques 2016 que tiene la foto de dos nenes de la Obra. Y en la guillotina descansan algunas hojas sueltas de la edición de La Pulseada de diciembre pasado. “Estamos haciendo algunas pruebas de la revista para ver en cuánto tiempo podemos imprimirla”, dice Mariana y da el puntapié inicial para la charla.

Así, uno de los deseos que aparece con el resurgimiento de Grafitos es que nuestra revista vuelva a imprimirse en la imprenta donde comenzó, lo que se cumplirá en los próximos meses. Actualmente, La Pulseada se imprime en “Manchita”, que pertenece a la Fundación Pelota de Trapo, creada por Alberto Morlachetti. El regreso a Grafitos es parte de la reconstrucción de los vínculos con toda la Obra. “Estábamos muy desmembrados, cada emprendimiento muy separado. Y esto (la imprenta) lo que logró es que los chicos de Casa Joven vengan acá, los chicos del Hogar estén con los de Casa Joven y nosotros con La Pulseada”, explica Mariana.

Empezar de cero

La imprenta Grafitos fue uno de los emprendimientos-símbolo que mejor representa el espíritu de la obra de Carlos Cajade. Durante más de una década cumplió el rol de ser una salida laboral para los chicos del Hogar. Quebró en 2012 y estuvo cerrada más de un año, pero a principios de 2015 se puso en marcha nuevamente gracias a un proyecto del PNUD, junto a la Obra de Cajade y la Facultad de Periodismo y Comunicación Social. Durante varios meses del año pasado, entonces, los chicos de Casa Joven concurrieron para aprender el oficio de imprentero que requiere, como todo oficio, de mucha fuerza de voluntad, según cuenta Tomás Bover (ver aparte).

Mariana tiene el cabello recogido en una cola y una mirada firme que transmite seguridad a sus palabras. Es egresada de Periodismo y además es parte de la Obra.

Ella cuenta que el primer paso fue poner en condiciones el galpón. Había filtraciones importantes en el techo cuando llovía y hubo que arreglarlo. Se reparó el portón, se cambió la bajada eléctrica y se hicieron algunos arreglos estéticos como quitar el empapelado que tenía manchas de tintas. Mariana pasó dos días limpiando el baño que hoy está impecable. Fue en una de esas tardes, de ordenar y limpiar, que Andrés encontró un banquito que había sido de su abuela Lilia y donde ella le tiraba el cuerito para curarle el empacho. Así se vio otra vez de niño, jugando en la parte de adelante de la imprenta, que era la casa de su abuela, corriendo por el patio con sus hermanos y primos.

Aprender el oficio

Andrés Cajade es sobrino del cura. Con 31 años, sus ojos celestes trasmiten la energía y las ganas de hacer de la familia. Empezó en la gráfica cortando papel hace ocho meses y hoy ya maneja las máquinas. “Toto”, como lo llaman los amigos y familiares, siempre trabajó en la industria, en tornería y en fresado. Cuando llegó a la imprenta, advirtió que las máquinas funcionan de la misma manera que las que manejaban en la fábrica, y no le costó mucho tiempo aprender el oficio. Tras la reapertura, un imprentero de varias generaciones, le transmitió sus saberes. Cada máquina tiene sus mañas y hay muchas cosas que se aprenden sobre la marcha. Poco después Andrés quedó como ayudante de maquinista y cortador de papel. Mariana lo describe como una persona muy perfeccionista. “A mí me gusta que las cosas queden como si fuesen para mí”, agrega Andrés, mientras ceba un mate y sube la música de Los Redondos en la notebook.

Aún con este panorama, la imprenta tomó trabajos de la Facultad de Periodismo, del rectorado de la UNLP y del Museo Provincial por la Memoria.

La nueva Grafitos aún no tiene horarios de oficina: algunos días vienen solo a limpiar y otros les toca quedarse hasta las 2 de la mañana. “Nosotros no tenemos horario. Imprimimos hasta que se termina el trabajo. Cuando vos te comprometes a entregar un trabajo, hay que entregarlo bajo cualquier circunstancia”, apunta Mariana.

Aunque la industria es bastante competitiva, Grafitos está por fuera de esa disputa comercial. El sello de la obra de Carlos Cajade muchas veces abre puertas. “A nosotros nos está pasando que nos ayuda todo el mundo. Nos pasa con el chico de Imprentia, con el de Masters. Lo llamamos y le decimos: “Nos pasó esto con la máquina, necesitamos este trabajo para mañana. Él para lo que estaba haciendo y lo hace, para que no perdamos el trabajo”, cuenta la administradora.

 

Tomás Bover: “Si esto produce, produce para todos”

Tomás Bover es coordinador de Casa Joven y fue el encargado de acompañar a los pibes en el Taller de Offset que, durante tres meses de 2015, reunió a seis chicos de Casa Joven los sábados por la mañana. Un horario que, admite, no fue fácil: “A priori, para todos, es desalentador”.

Sin embargo, partiendo en una combi o en autos particulares de la casa de cada uno, tras el inevitable madrugón, todos lograban llegar a tiempo a la imprenta. No era un taller más. Era en la histórica Grafitos, ahora recuperada. Recuerda Tomás: “Cuando nosotros abrimos Casa Joven en 2009 y empezamos a tener algunas reuniones con compañeros del Hogar, nos decían: ‘Lo que tienen que hacer es lo que hacía el cura, llevarlos y asignarles a cada uno una tarea y decirles que este lugar es de todos y que si esto produce, produce para todos’”.

El coordinador agrega que “hay una memoria histórica en la obra sobre el lugar de la imprenta, sobre para qué pensó la imprenta Cajade y cómo ese es un espacio que condensa buena parte de la memoria de la obra pensada como apuesta política”.

Tomás remarca que en el taller se dio “el formato discípulo-maestro”, en el que enseñaba alguien como José “Pepe” Di Giovanni, “que venía con el overol manchado de tinta por tres generaciones”.

“Lo que resaltaba es que es un oficio muy familiar. Si bien hay escuelas para estudiar offset, en general es algo que se transmite”, añade.

Para Tomás, uno de los desafíos del Taller fue ver que los pibes vean allí una salida laboral. “Ellos desean lo disponible, lo que se conoce. Las expectativas sobre cuáles son las salidas laborales son los trabajos que ellos ven cotidianamente. O lo que aparece generando condiciones de cierta estabilidad de laburo. Por ejemplo, en el Estado. Puede ser la Policía. U oficios que conocen de primera mano porque sus padres lo hacen”.

Además, dice, fue necesaria instalar la idea de la rutina laboral. “La expectativa de que se vaya a un lugar a cumplir horario, de que se llegue y se cumplan determinadas tareas son cosas que para algunos pibes no tienen un correlato anterior. Son las primeras armas en el mundo del trabajo. Entonces ahí hay mucho más que una herramienta técnica que aprender, hay que incorporar todo un hábito que es levantarse, presentarse, ir a trabajar, disponer la atención, el tiempo, avisar cuando uno no puede”, apunta.

Sobre la nueva etapa de Grafitos, Tomás considera que lo primordial es manejar las cosas paso a paso. “Una vez que se recupera, es muy difícil manejar la ansiedad de los compañeros que estuvieron ahí para que no esperen que eso esté en las mismas condiciones que estaba cuando ellos trabajaban. Entonces es ir de a poco. Recuperando las máquinas y viendo qué es recuperable y qué no, como se puede reconfigurar ese espacio en función de cómo está el negocio y demás. Ir incorporando a los chicos con una lógica más paulatina”.

Sobre el rol de la gráfica en tiempos de internet, Tomás reflexiona: “Nadie va a dejar de leer ni de producir carteles entonces es una industria que no caduca. Pueden cambiar las tecnologías los motivos, los estilos pero la gráfica siempre va a tener un lugar en la producción irremplazable”.

 

Una empresa productiva para la Obra

Al momento de hablar de su rol como administradora y de esta nueva etapa de Grafitos, Mariana Tártara explica que “la idea de esta nueva administración es que la imprenta es de la Obra. No es un emprendimiento productivo separado. Es un emprendimiento para que los trabajadores de la Obra puedan estar mejor. Sobre todo con la realidad que se viene”.

El único que por el momento cobra un sueldo es Andrés. Mariana se mantiene con su trabajo en la Facultad de Ciencias Astronómicas, pero su trabajo cómo administradora ya dio sus primero frutos. “En diciembre se le pudo dar un plus a todos los trabajadores de la Obra, de las casitas y del Hogar con lo que se ganó de la imprenta. Y eso se mantuvo en enero y en febrero”, cuenta ella con orgullo.

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