“Con algunos integrantes de la Comisión por la Memoria realizamos una visita a una cárcel. Al comprobar el estado lamentable en que se encuentran los detenidos, uno empieza a comprender hechos atroces como los que se dieron en Coronda, ya que, como sabemos, en condiciones tan inhumanas el hombre se hace salvaje”. Carlitos Cajade había recorrido la cárcel de Mercedes, salió escandalizado y lo reflejó en la edición de La Pulseada de junio de 2005. Lamentablemente, hoy podría haber escrito lo mismo.
Durante 20 días, 700 presos de la Unidad 9 de La Plata realizaron una huelga de hambre por las condiciones inhumanas en las que estaban (ojalá el tiempo pasado sea ahora el correcto). La mayoría de los medios ignoró la noticia. Y el gobierno recién pareció enterarse tras una inspección efectuada por Adolfo Pérez Esquivel, Aldo Etchegoyen, Alejandro Mosquera y Roberto Cipriano de la Comisión por la Memoria, Eva Asprela del CELS, la diputada nacional Victoria Donda y los diputados provinciales Sandra Cruz y Oscar Negrelli. El informe fue lapidario: sin agua en baños y duchas, internos enfermos sin tratamiento ni medicación (y algunos que hace más de dos años esperan ser operados), sala de primeros auxilios sin médico presente, cables eléctricos sin aislamiento colgando de paredes y techos, hacinamiento en pabellones superpoblados, muy poca y muy mala alimentación, una mayoría de detenidos que denuncian morosidad judicial, familiares sometidos a requisas vejatorias.
Tras 20 días de huelga de hambre y mucho tiempo más de trato inhumano, el ministro de Justicia y Seguridad, Ricardo Casal, se comprometió a introducir mejoras. Al cierre de esta edición, la Comisión por la Memoria volvía a la Unidad 9 para constatarlo.