Raúl Carnota se hizo músico después de fracturarse el cráneo en un accidente. Por tener la cabeza a prueba de balas, fue uno de los que, abucheado por los tradicionalistas, renovó con las mejores letras y melodías el cancionero de la música popular. Carnota habló con La Pulseada de una trayectoria singular y bien argentina.
Por Juan Manuel Mannarino
El joven, nacido en Almagro y criado en Mar del Plata, soñaba con ser veterinario. Se imaginaba dando vacunas a los caballos y curando la sarna de algún perro callejero. Nunca había pensado, sin embargo, que el herido sería él y que la vida le daría un vuelco inesperado. Tenía 19 años cuando, según sus palabras, “se pegó una piña tremenda” en un accidente, tan tremenda que se fracturó el cráneo. Los médicos fueron contundentes: si quería vivir, no podía salir de su casa por tres años.
Con el correr del tiempo el muchacho de pelo largo, más gringo que cualquiera de sus familiares vascos, se despidió de los manuales de vertebrados e invertebrados y abrazó una madera que conocía desde hacía unos años, cuando su padre, al volver de un viaje de trabajo a Brasil, se peleó con un funcionario de la Aduana porque no le dejaba pasar una guitarra que había comprado especialmente para su hijo. Con ella Raúl aprendió a tocar los primeros acordes y comenzó a animar fogones en campos de algunos amigos a donde se iba “rajando” en la época en que los turistas invadían Mar del Plata. “Había caballos, silencio, personajes que me enseñaron que ahí la vida tenía otra mística. La música era un hobby y pasó a ocupar el lugar principal de mi vida. Recién a los 30 empecé a estudiar con un profesor (Oscar Taberniso, guitarrista de Manolo Juárez). Siempre fui muy intuitivo para comunicarme con el resto de los músicos, pero estudiar me amplió el panorama”, dice el que ahora es uno de los cantantes y compositores más importantes de la música nacional.
Anochece y Raúl Carnota, sentado en un bar de San Telmo ubicado dos cuadras de su casa, está inquieto. Todavía le faltan repasar unas clases teóricas sobre música popular argentina que dará en Trelew, invitado por una escuela de arte. Solitario y en penumbras, acechado por melodías de algún pueblo lejano, piensa en zambas, chacareras, tonadas, milongas… Un inmenso caudal que ese porteño capaz de haber escrito uno de los himnos más célebres de Santiago del Estero (Grito Santiagueño) sigue dejando fluir en espejos que devuelven una imagen duplicada: la de un hombre de ciudad fascinado por esos caminos de espina y sal como los de Quimilí (Camino hacia Quimilí), por los ranchos de adobe a dos aguas (Artesano del silencio), un canto que sabe acariciar (Como la luz de un talismán), llorar (Desandando) y festejar (Hasta el otro carnaval).
«Mi último disco, Runa (2010, Cd más Dvd), es una vuelta a la escena rural. Quería retornar a lo íntimo que suenan una voz y una guitarra. Es un salpicado de todos mis temas, un repaso por mi carrera. Por eso Runa (que significa hombre), porque resume lo que un hombre puede hacer solito en el escenario”, dice y la imagen del remanso introspectivo, tan familiar a ciertos paisajes desolados de la pampa cae sobre él, que volvió a tocar después de un problema en la garganta que lo alejó de los escenarios.
Pero Carnota también canta a las desdichas (Gatito e las penas, uno de sus clásicos), a los enigmas de la tierra, a los desengaños, a los personajes soñadores de los pueblos remotos, como Doña Encarnación Velázquez, La rosa perenne que «repite su Rosario mirando por la ventana sus jazmines y geranios perdida en la fantasía de castillos y palacios» o al anónimo intelectual de Chacarera del pensador que dice “me acusan que soy vago, que el trabajo me asusta, yo sufro por mi vocación sólo pensar me gusta”. Como hacía Jacinto Piedra, su voz le da un toque de rocanrol a sonidos ancestrales, un swing a las raíces. Del agua de esa fuente contemporánea bebieron Fernando Barrientos, del notable dúo cuyano Orozco-Barrientos, o Juan Quintero y el trío Aca Seca. El canto, sin embargo, no es sólo interpretación (“aunque al gran público no le interesa quién compuso un tema, sino quién lo canta. Hay quienes todavía piensan que Grito Santiagueño es de Mercedes Sosa”). La canción popular, para Carnota, es la combinación perfecta entre letra y melodía.
Lo nuestro no es nuestro
Se tira hacia atrás con su cuerpo esmirriado en la silla, acomoda su pelo largo blanco. Si alguien le alcanzara una guitarra, no dudaría en tocar una vidala para la noche gris que se asoma por la ventana.
-¿Dónde está el poder de una canción?
-Siempre me consideré un artesano de la canción. Me gusta eso. No sirve tener una buena letra y una melodía mala, o viceversa. Una cosa lleva a la otra, es una simbiosis. La composición es cosa seria, un trabajo de horas, días y años. En la canción hay un nivel poético, un nivel musical. Pero también puede ser un negocio interesante, hay tipos que sacan un hit y facturan fortunas en Sadaic. Hoy entendemos que cualquiera saca un tema con la fórmula conocida, siempre la misma, del amor, lo romanticoide.
-¿Y vos con qué te identificás?
-Soy un letrista con buenas intenciones. No soy poeta, poeta es Jorge Boccanera. La letra no tiene tanta síntesis como la poesía, trabaja con otras imágenes y siempre va acompañada de una melodía y una interpretación. Me considero heredero de esa tradición que combinó grandes poetas con grandes músicos. No tengo problema en decir que hago música argentina. Soy compositor, autor, intérprete y arreglador. Fijate el tango, los Contursi, los Cadícamo, los Manzi, los Discépolo, y el folklore con Jaime Dávalos, Hamlet Lima Quintana, Ariel Petrocelli, Manuel Castilla. Todos maravillosos. Hay una anécdota reveladora. Cuando Serrat venía a cantar a Buenos Aires, siempre se escapaba unos días a Salta para hablar con Ariel Petrocelli. Pasaban horas hablando y el gallego estaba enamorado de El seclanteño: cómo en un pueblo tan chico un poeta había podido escribir algo sumamente profundo. Un ejemplo de que una buena letra queda en el tiempo y atraviesa cualquier cultura.
Vuelve a pensar en las clases que dará en Trelew. Cita al Chango Farías Gómez, y afirma que prefiere decir música popular argentina y no folklore; decir pueblos y culturas, comunidades y naciones: rechazar el singular, que “es sinónimo de poder y dominio”.
-¿Qué es la música popular argentina? ¿Cómo definirla?
-Cuando hablamos de la música popular tenemos que hablar en plural. Lo nuestro, en realidad, no es nuestro. Tenemos seis zonas de influencia (Noroeste, Centro, Litoral, Cuyo, La Pampa y La Patagonia), pero es más una división política que cultural, porque en lo cultural está todo interrelacionado. Nuestra música es toda fusión: la chacarera tiene una influencia de la marinera peruana, y ésta tiene origen africano, era sólo tambores y después los españoles le pusieron guitarra. ¿El candombe es uruguayo? No, es africano. ¿La chacarera es santiagueña? No, es producto de la mezcla de las culturas.
Su chacarera La asimétrica dice: “Yo me suelo aburrir tocando siempre igual y me largo a inventar chacareras con piques de más (…) No me haga explicar el ritmo, no señor. Yo sólo sé tocar lo que me sale del corazón”.
-Con La asimétrica ya sentabas tu posición dentro de la música popular…
-Cuando empecé a laburar acompañaba con la guitarra a todo tipo de cantantes… Escuché mucho Los Beatles, Zappa, música brasileña, jazz. Pero también estaban Los Chalchaleros y me quedé con la música argentina porque había más cosas para inventar dentro de lo que ya se conocía. No fue un camino fácil. En los ´80, salvo (Dino) Saluzzi y el Chango Farías Gómez, casi todas las formaciones eran tres guitarras y un bombo. Es que la ortodoxia siempre esconde las limitaciones de los ortodoxos.
-Los folkloristas nunca aceptaron mucho tu música…
-Nunca me importó porque siempre fui muy inquieto y tuve una verdadera intención de aprender cuando me colaba en las peñas y tocaba con tipos de todas las provincias, me conocí las rítmicas de cada lugar del país. Si vos no subestimás a nadie, podés aprender de todos. Y cuando tuve que poner mi huella digital, lo hice como quise. La armonía existe desde Bach, y nosotros, que éramos rubios, porteños y metíamos guitarra eléctrica, quisimos renovar las raíces con nuevas combinaciones armónicas en las viejas melodías. Es como cuando se pinta un cuadro: usás los siete colores o indagás un poco más y ampliás la paleta. Yo tengo la ventaja de tener sangre vasca: la cabeza me funciona a prueba de balas.
Dejar todo en el escenario
Repasa su carrera. Entre 1968 y 1980 fue músico acompañante de Los Huanca Hua, de Adolfo Abalos, Susana Rinaldi, Hamlet Lima Quintana y Armando Tejada Gómez. Invitado como músico en el disco “Como un pájaro libre” (1982) de Mercedes Sosa, saltó a la fama cuando grabó con ella Salamanqueando pa´ mí y Grito Santiagueño. Rescata el notable disco con Suna Rocha, ex pareja y madre de su única hija. Después fue solista, creó tríos, cuartetos y hasta compuso música para teatro y televisión (fue productor musical del ciclo “Clemente y sus hinchadas”).
-¿Qué te falta hacer?
-El único desafío que me queda es hacer música de cine. ¡Hice todo menos eso! La música, o la falta de música en las películas es muy importante. Federico Fellini era un monstruo, hasta componía la banda sonora de su cine. Lo mismo hizo Charles Chaplin. La verdad, me siento muy gusano al lado de esos tipos…
-¿Qué tipo de músico te llega?
-Aquellos que no son virtuosos ni solemnes. Al Di Meola es un chorreo de técnica, pero a mí no me llega. Será un cinturón negro de la guitarra pero prefiero a John Mc Laughlin, que es técnica y espíritu, te transmite por otro canal. Me conmueve alguien que sube al escenario y deja todo por transmitir una sensibilidad. Te nombro a Dino Saluzzi, a Lucho Hoyos, a Juan Falú, a Rubén Juárez y a Joao Bosco… Antes de ver un concierto del brasileño nunca había visto nada parecido en mi vida en relación a un hombre y el diálogo con su guitarra.
-¿Qué pensás de la nueva generación de músicos argentinos?
-Es extraordinaria. Hay muchos músicos nuevos que le están dando un aire nuevo, de mucho nivel a la música popular. En parte, porque tienen una formación que nosotros no pudimos tener cuando arrancábamos. Aprovechan las escuelas populares, como la de Avellaneda o la de Rosario, estudian en la facultad. Fijate lo que lograron un Negro (Carlos) Aguirre, un Juan Quintero. Hoy, por suerte, hay otros espacios para formarse y para laburar. Y pensar que no hace mucho me tuve que ir a Estados Unidos por falta de trabajo.
-¿Qué riesgos debe tomar un músico popular?
-El músico no es como el trapecista que practica tres piruetas antes de hacer la pirueta principal. La música es como hablar. Los silencios, las pausas, quizás son más importantes que lo que se dice. Porque todo es parte de un conjunto de gestos, de respiraciones, de colores. El riesgo es encontrar una voz en toda esa complejidad y transmitirla con sencillez.
-¿Qué le dirías a alguien que está empezando a tocar y componer?
-Soy enemigo de dar consejos, cada cual tiene que seguir su propio camino. Sólo diría que no se dejen influenciar, en el mal sentido del término, que crean en lo que hagan. Si pierden o fracasan, seguramente no los salva nadie, pero perder o fracasar no es nada si uno está convencido de lo que está diciendo. Que busquen su propio público, que no se engañen con las modas ni quieran ser masivos para complacer a la industria musical. Es un largo camino, no depende de los premios y los reconocimientos.
-¿Se puede vivir de la música sin depender de las reglas del mercado cultural?
-Mirá, los sellos discográficos siempre nos estafaron: te decían que vendías 2 mil discos y en realidad eran 7 mil. Fuera de esa lógica, hoy hay gente que compra el disco y hay gente que se lo baja por internet. Nunca hay que conformarse ni sentirse que por firmar con un sello grande y registrar canciones en Sadaic, se está a salvo de todo. Tenemos que buscar circuitos dónde tocar, espacios dónde movernos, y esos quizás están fuera de las reglas de la industria. Hay mucho músico desvelado por entrar en lo comercial, es un esfuerzo inútil. Yo me siento feliz con lo que hago, no necesito más y eso que durante mucho tiempo me inventé la producción, todo muy a pulmón, grabando en los peores estudios ¿De qué me puedo quejar? Hago y vivo de lo que quiero.
Obra abierta
Carnota toca y compone hace más de cuarenta años, y los discos que sacó, según él, “son los necesarios”. Son un poco más de diez, entre los que se encuentran “Suna Rocha y Raúl Carnota (1983)”, “Esencia de mi pueblo” (1984), “Memoria Adentro” (1985), “Entre la ciudad y el campo” (1987), “Contrafuego” (1984), “Reciclón” (1998), “Fin de siglo” (1999), “Espejos I y II” (2005), “Proyecto Sanluca” (2009) que formó con el armoniquista Franco Luciani y el percusionista Rodolfo Sánchez, uno de sus laderos más fieles, que lamentablemente falleció en octubre pasado, a los 67 años, y dejó en la música popular un vacío que nadie podrá llenar; ese toque mágico tan cercano a un Domingo Cura. En la obra de Carnota están las canciones de cuna vascas que escuchó desde niño, las milongas, las vidalas, las huellas, los malambos. Sonidos que van desde Sixto Palavecino a Leda Valladares, con historias de salamancas, amores y despedidas, soledades y bullicios, lunas solitarias y melancólicas, caminantes y soñadores. En el camino, tocó con una larga lista de músicos, como los pianistas Lilian Saba y Enrique Spinassi, el aerofonista Marcelo Chiodi y el bajista Willy González. Y también realizó exquisitas versiones instrumentales de clásicos como “La vieja”, “Zamba de Lozano” o “La bolivianita”. “No quiero que se me tome como vanguardista, sólo quiero que mi obra exprese canciones intensas, es una obra que tiene un estilo y una huella digital, pero que nunca está cerrada del todo”, enfatizó.
“Me identifico con este gobierno”
-A mediados de los ´90, en temas como Mano única cantabas “hoy somos los fantasmas de un tiempo que pasó”. ¿Cómo te sentís hoy?
-Me identifico políticamente con este gobierno. Reconozco más justicia, más transformaciones sociales. En el 2001 estábamos agarrados de una palmera. No podemos ser tan ciegos. Hay que pelear por nuestros recursos, como está ocurriendo con la recuperación de YPF, dejar de pensar con mente de subdesarrollados.
-Cambiar la mentalidad, casi tan parecido a lo que ocurre con el folklore….
-Claro, fijate que se llenan millones de espacio sobre qué es folklore y qué no, una discusión al pedo. La música es dinámica pura, igual que la política. En vez de eso, por ejemplo, los músicos tenemos que discutir sobre la nueva ley de música que propone este gobierno.