La mayoría data de la época del peronismo. Están abandonadas, vacías y silenciosas, pero guardan historias, son parte del patrimonio de todos los bonaerenses. Son el signo del cambio de un modelo rural.
Por Luz Zacconi
“Con el correr de los años los campos se fueron despoblando. La situación económica del agro fue desmejorando y los dueños (de los campos) se radicaron en los pueblos para que sus hijos fueran al secundario. En el establecimiento rural no dejaban un encargado con familia, sino un hombre solo. Fue así que la escuela se convirtió en Escuela Rural Unitaria, al principio con una matrícula de 16 alumnos, que se fue desgranando, hasta llegar al año 2002 con un solo alumno cuyos padres decidieron llevarlo a la localidad más cercana. Así fue como este emblema de la comunidad rural del paraje El Anquelén cerró sus puertas”, evoca Mirta Arias, docente jubilada desde el 2003, en la escuela Nº 13 “Constancio Vigil” de Puan, al suroeste de la provincia de Buenos Aires.
El caso de este establecimiento es un ejemplo de los edificios escolares cerrados por falta de matrícula. Actualmente, algunos no son más que ruinas. En otros casos, se trata de estructuras conservadas, sólidas, construidas en su mayoría durante la gestión de Domingo Mercante, gobernador de la provincia de Buenos Aires en el primer gobierno de Juan Domingo Perón. Mercante fue un gran promotor de la educación e impulsó la construcción de escuelas a través del Plan Integral de Construcciones Escolares, que alcanzó, en 1951, la inauguración de 900 edificios rurales.
Contextos y entornos
Según el artículo “La obra pública en la Provincia de Buenos Aires durante el gobierno de Domingo Mercante (1946-1952)”, escrito por los arquitectos Juan Molteni y Virginia Galcerán, estas construcciones formaron parte de una vasta y diversa producción edilicia cuyas características, en el ámbito rural, consistían en un solo inmueble con techo de fibrocemento a dos aguas, aulas, sanitarios y casa del maestro. Otro prototipo era con techos inclinados y plano de hormigón armado, racionalizando la iluminación natural: “La escuela rural de Mercante se parece a una casa de campo, con sus tejados a dos aguas, galería abierta, cocina a leña. Siempre las tres ventanas por aula. Esta tipología no responde a las necesidades actuales”, explica el arquitecto René Longoni, especialista en la historia de las construcciones rurales de la provincia de Buenos Aires.
En contraste con un número desconocido de edificios deshabitados, actualmente, “la Dirección Provincial de Educación Primaria tiene como universo total 1677 escuelas rurales a lo largo de la provincia, con una matrícula total de 50.184 alumnos, de las cuales 1048 son unitarias, es decir, que hay un único docente a cargo de la dirección y de la enseñanza. En este recorte de escuelas unidocentes hay actualmente 36 escuelas con una matrícula de un solo alumno”, detalló la Directora Provincial de Educación Primaria de la Dirección General de Cultura y Educación (DGCyE), María de las Mercedes González.
La funcionaria aseguró que “sólo se cierra una escuela rural cuando en un paraje, por diversos motivos, la o las familias migran y no queda matrícula para la escuela. Estos cierres nunca son definitivos, ya que si se diera la circunstancia del arribo de la misma u otra familia, inmediatamente se inicia el dispositivo previsto por la normativa para la reapertura de la institución”.
Por su parte, la presidenta del Consejo Escolar de General Viamonte, Silvia Barreiro, consignó que mientras haya un solo alumno en la escuela y sus padres sostengan que no pueden enviarlo a otra institución más cercana, esa escuela rural debe mantenerse abierta. De hecho, en ese distrito se pidió la reapertura de la escuela 12 del paraje El Verdún, que había sido cerrada entre 1993 y 1994. En 2009 se reabrió porque en la comunidad hay una familia con tres hijos que no podían asistir a otra escuela. El Consejo Escolar recibió la iniciativa y se encargó de la puesta a punto del edificio. “Evidentemente era alto el porcentaje de inasistencias de estos chicos en otra escuela donde estaban inscriptos, entonces se reacondicionó el edificio para que tuvieran escolaridad continuada”, explicó Barreiro.
Estas situaciones son posibles en la provincia de Buenos Aires gracias a la Resolución 1909, del 4 de julio de 2008, que dio origen al Programa de Educación para el Desarrollo Rural e Islas. El objetivo general del Programa es dar cumplimiento a la ley de Educación Provincial en el marco de la promoción y fortalecimiento de las capacidades de la comunidad rural y de islas. “Las particularidades que presentan estas instituciones educativas en lo relativo a modelos institucionales, diversos ámbitos de localización, en comunidades de baja densidad de población, con un aislamiento relativo por condiciones geográficas y climáticas y la distancia de los cascos urbanos hace que (la educación rural) requiera de decisiones de política educativa, especialmente diseñadas para dichos contextos”, argumentó María de las Mercedes González.
Un recorrido
Son escasas las respuestas al momento de precisar cuántos son los edificios cerrados, abandonados o sin utilizar en toda la provincia, a fin de pensar políticas que los contemplen como posibles espacios que se sumen al desarrollo territorial de los pueblos.
Para el abogado Carlos Cebey, ex Consejero General de Cultura y Educación y actual Coordinador del Foro de Consejeros Escolares de la UCR, “la Dirección de Propiedades de la DGCyE cuenta con un registro de todos los establecimientos que incluye los que son de propiedad de la DGCyE, los alquilados y los que están en préstamo o comodato”. Esa información, que fue requerida, no fue proporcionada.
De todas maneras, los edificios están a la vista de cualquier ciudadano bonaerense que circule por las rutas provinciales o por caminos de tierras de las zonas rurales. En particular, Puan y Adolfo Alsina, al suroeste bonaerense, presentan un importante número de escuelas cerradas en diferente estado de conservación y mantenimiento. Una muestra es un recorrido de 80 km por caminos de tierra vecinales que se extiende entre esos distritos. El trayecto revista un número de cinco escuelas desocupadas. Los edificios de las escuelas 8, 25 y 30 pertenecen al paraje “Avestruz”, en el distrito de Adolfo Alsina. Mientras que en Puan, en el paraje “La Rosalía”, la 23 se conserva en buen estado y una familia se encarga de su custodia. La Nº 11, del paraje “La Juanita” es una ruina.
Según información brindada por el presidente del Consejo Escolar de Puan, Daniel López, existen ocho escuelas cerradas, además de la 11 y la 23. Mientras que el Consejo Escolar del partido de Adolfo Alsina no quiso brindar datos respecto de los edificios que permanecen cerrados. “Lamentablemente con estas escuelas debe suceder algo parecido a los mataderos municipales de los años 30: aquellos que están cerca de la ciudad, podrían tener alguna utilidad, reciclarse. Pero aquellos, lejanos y abandonados, justamente por esto de quedar lejos, son como ‘barcos encallados en la pampa’, desguazados”, agregó el arquitecto Longoni.
Verdad – Consecuencia
La realidad de estos edificios es conocida por los lugareños y por las docentes que dieron clases allí: “Siempre desempeñé funciones en escuelas rurales del distrito de Adolfo Alsina. En la escuela Nº 30, ubicada a 15 km de Avestruz, trabajé tres años; siempre había más de diez alumnos y personal único. Viajaba todos los días ya que vivía en el campo con mis padres. Hoy el edificio está cerrado y todo destruido”, se lamenta Lilia Ester Pérez, maestra jubilada en 2002, después de 28 años de trabajo. Pérez informa además que la escuela 28 del paraje San Marcos, cerca de la localidad de Gascón, si bien se encuentra cerrada, se conserva en buen estado. En tanto, la escuela 14, ubicada en el paraje “Gorriti”, también cerrada, está prácticamente en ruinas: “actualmente el edificio está destruido. Hay personas que hacen mucho daño y que se adueñan de lo que no les corresponde. Es una lástima, era una escuela hermosa”.
El cierre de los edificios escolares rurales responde a diversos factores. La docente Graciela Güidale, después de haber trabajado siete años y cinco meses en la escuela 38, del paraje “Quiñigua” en el partido de Coronel Suárez, explica el proceso social y cultural que llevó a esa situación: “existen tendencias de oferta laboral en los centros urbanos que aceleran la emigración. Actualmente, la matrícula proyectiva en las escuelas rurales es escasa, lo que no es alentador para que los edificios permanezcan funcionando, ya que se encuentran sujetos a los movimientos de las familias en los campos o estancias aledañas”. La docente relató, por ejemplo, que en 2003, se buscó una familia con chicos en edad escolar para sostener e incrementar la matrícula. Para la escuela 38 también fue determinante la existencia de otro establecimiento rural con los tres niveles educativos: “es un factor que altera la matrícula”, advirtió Güidale.
María Haydeé Gasténeguy, docente jubilada que trabajó 20 años en la escuela 42 “Perito Moreno”, ubicada dentro del establecimiento rural Lolén, en Coronel Suárez, aclaró que otra causa de escasez de matrícula es “una suerte de población envejecida”. En el caso que describe, la estancia Lolén contaba con muchos puestos de trabajo que eran cubiertos por familias cuyos hijos después de haber ido a la escuela 42, continuaban en el campo porque sus padres aún no se jubilaban. Recién cuando la estancia renovaba su planta con familias jóvenes, la matrícula se acrecentaba. En el documento “Las escuelas rurales como promotoras del desarrollo territorial rural de los pueblos”, formulado en el marco de una capacitación para docentes del medio rural y de islas, organizado por la DGCyE, el profesor Juan Giuseppucci, subraya: “a fines del siglo XX la consolidación en la Argentina de un modelo neoliberal denominado ‘ajuste estructural’ determinó que se profundizara la exclusión de los sectores más vulnerables del mundo rural. Las políticas aplicadas promovieron en el sector agropecuario un proceso de innovación tecnológica y productiva que condujo a una fuerte concentración de la tierra, a una menor diversidad productiva, al deterioro de los sistemas naturales y a un profundo éxodo rural-urbano”.
Paralelamente, desde el Departamento de Geografía del CONICET, Marcelo Sili, subraya en su texto “Enfoque dicotómico, del continuun y de la fragmentación. Nuevos conceptos sobre ruralidad”, que a partir de la década del ’90 se produjo una profunda crisis rural que rompió con el modelo vigente. Asimismo enfatiza en la ampliación del proceso de concentración de la tierra, el éxodo y despoblamiento rural. También, observa la emergencia de nuevas formas de producción y de gestión territorial más agresivas con el medio ambiente.
En consecuencia, “la desaparición de las escuelas rurales es un signo inequívoco del cambio de modelo de desarrollo rural de la Argentina. En efecto, al desaparecer las escuelas se extingue también un ámbito físico e institucional fundamental en la construcción de la ruralidad. Las escuelas rurales, en conjunto con el club, el almacén, generaron en el entorno un ambiente de socialización y de construcción simbólica del lugar y la identidad rural, no sólo para los alumnos, sino para todos los habitantes de las áreas rurales. Así, el rol de la escuela rural fue doble: en primer lugar, educó a millones de alumnos, principalmente en el nivel primario, en segundo lugar, organizó en torno a ella comunidades rurales que fueron las responsables de construir un modelo de ruralidad estable y rico en términos de vida social e identidad local, modelo que tuvo como actor principal a la familia de productores agropecuarios que vivían en los campos. Los eventos festivos y el encuentro cotidiano entre vecinos en las escuelas, fueron reforzando una red social densa y estable”, relata Gabriela Vega, ingeniera agrónoma y tesista del Magister Scientiae en Procesos Locales de Innovación y Desarrollo Rural, de la Universidad de Mar del Plata.
El cierre
“La escuela en la actualidad está cerrada y la casa habitación fue cedida al dueño de un campo aledaño para su mantenimiento. Afrontar el cierre de la escuela fue la experiencia más triste en mi carrera docente. En 2007 dejaron de asistir tres niños y en 2008 sólo asistía uno, hasta que en 2009 cerró sus puertas. Me di cuenta de que ya no quedaba nadie en la zona rural y que era muy difícil mantener la escuela abierta. Fue una situación muy amarga que me costó mucho superar”, se emociona Fabiana Arenas, maestra de la escuela 17, ubicada en el “Cuartel VIII” de Coronel Suárez.
La consejera Silvia Barreiro remarcó que son los inspectores de cada nivel quienes actúan ante el cierre provisorio de estas escuelas. La decisión pasa por la inspectora del área o la inspectora distrital y luego se notifica al Consejo Escolar. Posteriormente, se cierra la escuela y, generalmente, el mobiliario y el material de biblioteca se redistribuye en otras escuelas públicas cercanas. Barreiro informó que una vez que el edificio queda vacío, “nadie se hace cargo de lo que pueda pasar con él, nadie se ocupa de eso. Ni la Dirección de Propiedades ni la Dirección de Infraestructura de la DGCyE. Nadie te pide datos de esas escuelas en el Ministerio”.
Efectivamente, la DGCyE, a través de su oficina de Prensa, no brindó ninguna información acerca de estos edificios, así como tampoco medió –es la única forma posible admitida en la DGCyE- entre esta cronista y los funcionarios públicos a cargo de las direcciones responsables de los edificios rurales en desuso.
Por su parte, Carlos Cebey dijo que la responsabilidad que tienen los funcionarios respecto de los bienes del estado bonaerense inscriptos en el Registro de la Propiedad, es comparable con “la que le corresponde a quienes tienen bajo su responsabilidad bienes inventariados. Cuando la escuela se cierra –agregó-, esa responsabilidad pasa al Consejo Escolar del distrito y las definiciones relacionadas con su conservación y mantenimiento, competen a decisiones de inversión que se toman en la Administración Central. Esas responsabilidades son administrativas, políticas y podrían presentar aristas penales”. También existen establecimientos educativos que se han construido sobre terrenos cedidos por propietarios linderos. Y hay escuelas que funcionan en las instalaciones de estancias que facilitaban el lugar para resolver la educación de los hijos de sus empleados, tal el caso de la ya mencionada escuela 42, ubicada dentro del establecimiento rural Lolén.
Muchas de las docentes que trabajaron durante años en escuelas rurales tienen en claro la dificultad que conlleva ponerlas en marcha nuevamente, dada la multiplicidad de factores que determinaron su cierre provisorio. Sin embargo, como habitantes y conocedoras de los territorios en los que se encuentran los edificios, sugieren posibles usos para los que aún están en pie: “en las escuelas en que he trabajado y están cerradas –opina Lilia Pérez-, nada queda de ellas; han sido destruidas, pero de poder repararlas podrían ser utilizadas como albergues para alumnos o personas que desconozcan el ámbito rural, con sus múltiples actividades. Seguro que no sería posible recuperar la matrícula rural ya que no queda población en los campos, todo debería revertirse para que la zona rural fuera la que nuestros abuelos y padres forjaron con tanto esfuerzo y sacrificio”.
La docente Isabela Heim piensa que en el actual estado en que se encuentra la escuela en la que trabajó, recuperar el edificio suena utópico, pero de concretarse podría servir como salón de usos múltiples para encuentros de la comunidad, charlas informativas, cursos prácticos y festejos patrios. Otra propuesta, a cargo de la docente Mirna Arias, es que los edificios presten alguna utilidad; por ejemplo, que sirvan de residencia para alumnos de la ciudad que fueran a conocer la vida en el campo. El turismo puede ser una veta para incursionar.
Citando a Marcelo Sili, la ingeniera agrónoma, Gabriela Vega, concluye que “la desaparición de las escuelas rurales implica asimismo la pérdida de una forma de ruralidad capaz de valorizar en forma integral los recursos de los territorios rurales de la Argentina. En vista a un proceso futuro, la educación debe ser vista con una visión más integral teniendo en cuenta las necesidades de la comunidad, organizar actividades dentro y fuera de la escuela, facilitando la participación comunitaria y transformándose en un agente promotor en la superación de las condiciones de vida actuales de sus habitantes”.
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9 commentsOn Escuelas rurales abandonadas, testigos del tiempo
¡¡Felicitaciones, muy buena nota y feliz día del periodista!!
María Luz, muy buena la nota, realmente refleja la realidad de las escuelas rurales, de los edificios vacios. Me gustó mucho lo que armaste. Un beso.
Luz, muy linda tu nota pero me dieron ganas de llorar.Una está sensible vió.Un beso y feliz día del periodista para los dos.
Buenísimo tu reportaje.Que nostalgia. No se como se da este tema acá en Chile, pero creo que no debe ser muy diferente. Felicitaciones Luz y cariños a la familia
Jorge
Muy buena la nota, estoy pasando por un momento que todo lo nostalgico me hace emocionar hasta el llanto, mi escuelita rural en Santa Fe está cerrada desde hace 10 años y cada vez que paso en frente de ella me trae tantos recuerdo que a veces miro para otro lado para no llorar, quiero hacer algo para darle vida y no se que hacer, en ella pase la mejor epoca de mi vida, con una infancia realmente feliz, y veo como todo se va desmoronando años tras años. Que lo pario cuanta nostalgia.
¡¡¡¡ felicitaciones por tan educativa nota , y por saber a partir de ella de donde venimos los argentinos que hemos vivido en esos sectores rurales … !!! amen .
tengo pensado hacer un viaje en bicicleta por argentina. me gustaria saber si tenes idea de alguna pagina que tenga un mapa con las escuelas rurales. muchas gracias
Nos encantaría ayudarte, pero no contamos con esa información. Sería lindo tener un mapa así
Hola.En mi campo hay una Escuelita Rural. Ya se vino abajo porque hace mas de 10 años que cerro. Mi pregunta es ahora es parte de mi campo? Que tengo que hacer para poder utilizar ese terreno abandonado?
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