Hannah Arendt y la banalidad del mal
Dirección: Margarethe von Trotta
(Alemania-Francia-Luxemburgo, 2012)
113 minutos
El tándem entre la directora Margarethe von Trotta y la actriz Bárbara Sukowa reveló su potencial en Las hermanas alemanas (1981), se volvió a reunir para demostrar en Roxa Luxemburgo (1986) que una película biográfica o biopic no tiene que ser necesariamente anodina, y ahora suma otra vez fuerzas para ocuparse de la figura de Hannah Arendt. En principio la idea fue dar cuenta a través del filme de toda su vida, pero después, viendo que abarcar mucho conduciría a profundizar poco, se optó por centrarse en el período en que ella cubrió periodísticamente el juicio al nazi Eichmann. “No es un monstruo como me lo imaginé: es un don nadie”, reporta, sorprendida. Formula entonces su conocida tesis sobre la banalidad del mal: en nuestro tiempo los peores crímenes pueden provenir, más que de sádicos feroces, de mediocres burócratas que se limitan a cumplir órdenes. Pero sus opiniones fueron interpretadas como una exculpación del genocida. Eso, más su crítica al papel de los consejos judíos durante el exterminio, le generó una andanada de repudios. La película hace eje en las dolorosas consecuencias —incluidos los intentos de expulsar a Arendt de su cátedra y los rechazos de algunos de sus amigos— que la filósofa alemana debió afrontar por atreverse a ir más allá de lo políticamente correcto. Queda claro que un intelectual íntegro necesita de tanto coraje como una persona de acción. El estilo narrativo clásico de la directora, von Trotta —que ciertos críticos, con los que no coincidimos, consideran en cambio envejecido—, revela una vez más su eficacia, y Sukova ofrece nuevamente una actuación sin fisuras.
Carlos Gassmann