Whiplash: música y obsesión
Dirección: Damien Chazelle
(Estados Unidos, 2014)
107 minutos
Fue la sorpresa de la última entrega de los Oscars: recibió cinco nominaciones (incluida a mejor película) y logró finalmente tres estatuillas (mejor actor de reparto –J. K. Simmons-, mejor montaje y mejor mezcla de sonido). Sorpresa porque se trata de un filme independiente y porque recién es el segundo largometraje de un realizador que apenas tenía 29 años cuando lo dirigió. Cuenta la historia de un joven de 19 años, Andrew Neyman (Miller Teller), que ingresa a un prestigioso conservatorio con el propósito de convertirse en uno de los más grandes bateristas de jazz. Consigue que el profesor más temido y venerado, Terence Fletcher (J. K. Simmons) lo seleccione para tocar en la banda que representa al conservatorio en distintas competencias y es un auténtico semillero de grandes músicos. Aunque hay otros personajes menores, irán pasando a segundo plano y casi todo se concentrará en el duelo entre ese chico ambicioso, dispuesto a todo para llegar, y ese profesor despótico, que no desprecia ningún método de presión, sea física o psicológica, para exprimir a sus discípulos. Ése es el núcleo de la película: ¿hasta dónde es legítimo que un maestro exija a sus alumnos?, ¿a qué nivel de sacrificio hay que estar dispuesto para alcanzar la perfección? La película tiene el mismo ritmo cautivante que los temas clásicos que van sonando de fondo. Es un interés adicional que para los amantes de la música presenta la película: los grandes estándares de jazz que componen su brillante banda sonora. Además de la descollante actuación de J.K. Simmons, cuyo Oscar ha sido sin lugar a dudas merecidísimo.