Ya viven 900 familias en este barrio de Villa Elvira nacido hace una década en la precariedad y bautizado por una víctima del agua y la electricidad. Pero ellos no existen para los registros ni para las empresas de servicios. Organizados, buscan resistir en la Justicia civil los intentos de desalojo que reciben desde 2006. El año pasado un fallo les dio la razón.
Por Cristina Pauli, Magali Santamarta y Soledad Galván
Algunos son argentinos; otros llegaron de Perú, de Uruguay y sobre todo, de Paraguay. Ya son alrededor de 900 los grupos familiares que pueblan esta zona ubicada entre las calles 609 y 614, y 1 y 117, que pertenece a la enorme localidad de Villa Elvira. El trazado de las calles es irregular porque lo fueron haciendo los vecinos. Nunca se lotearon los terrenos de manera formal. También los vecinos mejoraron las calles, de a poco, con tierra colorada y escombro, para poder circular cuando el tiempo está bueno; en cambio, cuando llueve, el barrio queda anegado, los chicos no pueden salir para ir a la escuela y ante una emergencia las ambulancias no entran.
Tampoco entran las obras de infraestructura que les permitirían acceder en forma legal a servicios necesarios para una vida saludable —agua potable, alcantarillas, alumbrado público, red de distribución de energía eléctrica o recolección de residuos— porque para la Municipalidad de La Plata son una chacra: así figuran en la Dirección General de Tierras y Viviendas, como zona rural.
El 90% de las casas es de material porque la mayoría de sus habitantes trabajan en la construcción. Las van levantando de a poco. Y el nombre del barrio es un homenaje a Joel, un niño que a poco tiempo de llegar allí con su familia falleció electrocutado, durante el fuerte temporal de marzo de 2008, recordado por el tamaño del granizo que cayó.
Pedro Duarte, uno de los pioneros del barrio, le cuenta a La Pulseada: “En ese momento sobre calle 610 había mucha gente nueva, recién llegada, haciendo sus casitas precarias. Cuando vino la tormenta levantó por completo la casa de la familia de Joel y la tiró sobre el tendido eléctrico del alumbrado público que estaba sobre el lado de 609 (porque en ese momento no teníamos todavía luz más adentro, llegaba hasta 610 y de ahí tirábamos la luz para acá). Y los cables se soltaron todos… el chico se fue a comprar un alfajor y jugando agarró el cable entre los dedos, justo el que tenía fase, y quedó prendido a los cables, porque él estaba mojado por ir entre los charcos de agua de la calle, descalzo. Murió ahí mismo, quemado. Y cuando el barrio se empezó a urbanizar se pensó en un nombre y surgió el de este niño, Joelito”.
Al interior del barrio no hay centro de salud, escuela, club ni iglesia. Ni nada. En los orígenes había un espacio verde que todos llaman “la placita” y funcionaba como punto de encuentro, sobre todo para los niños. En la actualidad allí se construye una capilla.
Hacer el agua y la tierra
No fue fácil tener agua. Al principio, los vecinos debían acarrear los baldes de 20 litros desde la calle 610. Pedro trata de reconstruir la historia: “Empezamos a charlar con un muchacho de acá al lado que recién se había mudado de manera muy precaria como yo, y mientras tomábamos unos tererés dijimos: ‘¡Dale vamos a hacer el agua!’. Y convocamos a los vecinos, que en ese entonces éramos como 30”.
“Pusimos plata entre todos —avanza Duarte— y empezamos a hacer la excavación, poner la bombita, y cuando fuimos más, pusimos directamente una sumergible, compramos y pusimos los tanques, todo a pulmón. Luego volvimos a reunirnos y compramos las cañerías trasversales y cada uno se hizo responsable de hacer las conexiones desde el tanque hasta su casa. Esta mejora del agua es lo primero que hicimos, después se trató de arreglar un poco las calles, tiramos cascotes y un poco de tierra colorada y se mejoraron un poco los caminos”.
El otro gran tema en El Joelito es la propiedad de la tierra. “A desalambrar, a desalambrar, que la tierra es mía, de Juan y José…”, dice la canción del trovador uruguayo Daniel Viglietti, pero no es sencillo: el armado del barrio fue informal y hace cinco años que los vecinos reciben sistemáticamente demandas de desalojo.
Cuando comenzaron a habitar ese territorio era todo un yuyal, un monte. El primer habitante del sector del fondo (de 613 a 614) fue Duarte. El resto de los pobladores estaban entre 609 y 611, el único espacio desmalezado. Entre aquellos primeros vecinos fueron limpiando y así fue llegando más gente. Esto ocurrió hace aproximadamente una década, entre 2003 y 2004. Sin tantos matorrales, comenzó a ser más fácil entrar al barrio y salir de él. Y entre 2004 y 2008 el lugar se pobló por completo.
En cuanto a la parcelación de los terrenos, fueron realizando una división en la que cada uno decía dónde estaba y establecieron medidas: 10 metros de frente por 25 de fondo (las cuadras tienen más o menos 50 metros). De esa gente, la mayoría vendió el terreno; pocos siguen viviendo allí. Una de ellas es la “Chona”, cuyo trabajo para organizar el lugar es destacado por todos.
“No son intrusos”
Para hacer frente a las demandas de desalojo que llegan constantemente desde 2006, los vecinos de El Joelito se contactaron con un grupo de abogados integrantes de AJUS (Abogados por la Justicia Social), que tienen experiencia en realidades barriales similares y ahora los representan en el conflicto. El expediente tramita en el juzgado Civil y Comercial Nº 20 del Departamento Judicial La Plata y ya acumula 15 cuerpos. “La gente aún sigue siendo notificada con demandas de desalojo, por lo que se fueron incorporando más personas al proceso. Los primeros escritos respondiendo a éstas se presentaron el 9 de octubre de 2013 —explica el abogado Bruno Bagnarelli, de AJUS—. Se contestaron las demandas y se planteó una excepción para el juicio, por falta de legitimación pasiva, al considerar que los vecinos no son intrusos bajo ningún punto de vista. Muchos de ellos son dueños, aunque de manera informal, y radican allí por lo menos hace 10 años”.
Lo importante, remarca, es que “de hablar de desalojo se pasó a hablar en términos de una negociación aunque no tenga un reflejo en lo jurídico aún. El abogado que representa a la otra parte intentó fijar un precio para los terrenos, totalmente excesivo en relación con las posibilidades de la gente del barrio y las negociaciones continúan”.
Frente a esto, continúa Bagnarelli, “los abogados debemos saber de lo que estamos hablando, no todo se soluciona en un escritorio. Para sentarse a discutir y negociar el monto hay que poner muchas cosas en la balanza, este año evaluaremos lo que tenemos a favor nosotros y ellos lo que tengan a su favor, que a mi criterio no es mucho”. En estos casos, saben bien en AJUS, es fundamental la organización vecinal: “La militancia está creciendo en el barrio y hay ahí un factor humano muy bueno al que le interesa realmente solucionar el problema. Si bien falta mucho, eso es muy positivo y es una garantía para ellos, porque lo jurídico va a avanzar de la mano de la organización barrial. Creemos que colectivamente la gente tiene más posibilidades de defensa que individualmente” agrega el abogado.
El juez interviniente, Ricardo Larroza, emitió en octubre de 2013 un fallo favorable a los vecinos de El Joelito, y fue la primera vez que la Justicia reconoció la raíz social del reclamo. Los vecinos fueron admitidos como parte en el conflicto y no se desaloja a nadie de forma intempestiva, como se hace la mayoría de las veces en conflictos de este tipo. Esto permite que se continúe el proceso como una lucha conjunta y no cada vecino de manera aislada, y sienta jurisprudencia para casos similares.
AJUS
Abogados por la Justicia Social (AJUS) es un colectivo que considera que el derecho debe ser puesto a funcionar como una herramienta en favor de la concreción de los derechos económicos, sociales y culturales. En El Joelito trabajan junto a la Juventud Peronista Buenos Aires. Antes lo hicieron con problemáticas territoriales similares en una zona de Villa Alba conocida como La Cantera, donde cientos de familias, luego de un extenso conflicto, fueron sometidas a un intento de desalojo. Organizados, con militancia y la intervención de los abogados de AJUS, el desenlace en ese caso fue favorable a los vecinos, ya que terminó con una expropiación de los terrenos. Las canteras, que el Municipio debe inspeccionar y controlar, siguen comiendo las tierras y a la vez poniendo en peligro vidas, como pasó en 2012 con Víctor (11) y José (10), que murieron ahogados en una cantera de Villa Elvira que jamás debió tener agua (ver “La inseguridad de la que nadie habla”, La Pulseada 107 y 110). Más sobre AJUS en http://ajus.com.ar/
El roperito
Durante 2013 se fue creando en la vivienda de Rita Benítez la Casa Emprendedora, un lugar que se imaginó como un punto de referencia para generar instancias de organización popular en El Joelito. Adentro del barrio no hay ninguna institución. Rita es una vecina muy expeditiva y vive allí hace aproximadamente dos años, con sus hijas y sus familias, y comenzó a participar del Programa EVA (Emprendedoras con Vocación Argentina). La iniciativa, lanzada por Impulso Argentino, una institución mixta dependiente del ministerio de Economía de la Nación, busca promover la inclusión con estrategias de economía social y solidaria, apoyo técnico, financiero y de capacitación —en La Plata, a través de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social—. En este marco, en El Joelito están armando el emprendimiento de corte y confección El roperito, que pronto comenzará a funcionar.