El individuo y el conjunto

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La historia de Verónica, quien barre las calles de Villa Elvira por 3.500 pesos. En El Retiro, un grupo que nació haciendo zanjas por pedido de la asamblea barrial se queja porque que la Municipalidad disolvió su cooperativa.

Nota principal: Trabajar sin red

Por Pablo Spinelli

El valor de llenar la heladera

003-VeronicaEl trabajo se inicia antes de las 7 de la mañana. Hay que firmar la planilla y pelearse con los compañeros por elegir el mejor escobillón para trabajar

Tener comida todos los días o no. Poder comprar los útiles a los hijos o naufragar en la carencia. Cargar la SUBE o resignarse a la caminata. Acceder a una remera o a un pantalón o tener que mendigar para lograrlo. Ver a los nenes jugar en la “Pelopincho” o revivir con ellos la infancia propia en la que no había juguetes y la violencia era la marca cotidiana. “Claro que hay diferencia”, dice Verónica Watson cuando piensa en los cambios que experimentó su vida hace cuatro años, cuando empezó a trabajar en una de las cooperativas de Villa Elvira. Su experiencia, de todos modos, no ahorra contradicciones. Las mismas con las que se encuentra cualquiera que analice esas organizaciones desde afuera. Como dice una cosa, dice la otra: “Es un horror un día de trabajo, lo voy a conservar hasta que consiga algo mejor”. Y se ilusiona con terminar la secundaria a través del Plan Fines.

Razones para despotricar no le faltan. Se queja de los patrones, porque no pagan lo que prometieron, no proveen de las herramientas mínimas para llevar adelante el trabajo, o presionan para que los empleados respondan políticamente. Pero también de sus propios vecinos, muchos de los cuales todavía la insultan cuando ella no hace lo que ellos pretenden. “Me dicen cualquier barbaridad”, se lamenta antes de emprenderla con un rosario de indecorosos insultos a modo de ejemplo.

En realidad, la cooperativa para la cual trabaja no es tal. Por 3.500 pesos al mes, unos 150 barrenderos y recolectores de residuos van cada mañana o después del mediodía a cumplir con sus tareas en el horario estipulado. Punto. Allí termina la relación “cooperativista”. Reportan directamente a la delegación (lo hacen ahora, en la gestión de Julio Garro, y lo hicieron antes, cuando gobernaba Pablo Bruera) y no tienen ningún poder de decisión.

Verónica tiene 37 años apenas cumplidos y nació y creció en esa zona de Villa Elvira. No muy lejos de la Feria Paraguaya y el barrio Aeropuerto, a pocas cuadras de la avenida 7, donde la calle 3 está flanqueada por casas y casillas en las que se amuchan varias familias. Ella vive con sus cuatro hijos en una humilde construcción de madera. Atrás habita su hermano con su familia. Ocupan el mismo terreno al que hace unos 20 años llegó el cura Carlos Cajade para tender una mano. Con 17 años ella no había tenido infancia ni adolescencia. Y esperaba a su primer bebé, Abraham, quien hoy es uno de los más capacitados imprenteros de “Grafitos” (ver nota página 34). Más tarde tuvo a Johana (15), a Matías (12) y Elías (6). Todos han estado de una u otra manera vinculados al Hogar de la Madre Tres Veces Admirable. A la vuelta está Casa Joven, el emprendimiento destinado a los adolescentes.

Está claro el valor que tiene para Verónica su puesto en la cooperativa. Necesitaba la plata para darle de comer a sus hijos. Es lo mejor que podía conseguir al no tener más estudios que la escuela primaria, aunque la haya completado con uno de los mejores promedios. Hasta su ingreso como barrendera hacía changas, iba a limpiar algunas casas o percibía la asignación.

“Lo que logré con esto es contar con un poco más de dinero para manejarme de otra manera”, dice. Pero sabe que con los 3.500 pesos hace magia. Y enumera una serie de necesidades básicas que ahora logra satisfacer: “Me permitió llenar la heladera, tener la SUBE cargada, poder llevar a los chicos al médico, comprarme una remera sin depender de que me la regalen o no tener que salir a mendigar para hacerlo”.

Está claro que para ella hay diferencias en tener o no tener el trabajo. “En lo económico hay diferencia. No es mucho 3.500, pero me zafan. Puedo comprarle los útiles a los chicos, puedo permitirles crecer jugando, como debe ser con todos los chicos, como yo no pude”.

Pero Verónica no se engaña y califica a cualquier día de trabajo como “un horror”. Porque hay que llegar temprano, un poco antes de las 7 de la mañana, para firmar la planilla e intentar obtener lo que ella llama “la mejor herramienta”. Es sencillo: el que llega primero puede salir a la calle con un escobillón que no se desarma o una pala que junta la basura como corresponde. “En ese momento es la ley de la selva”, dice, porque los elementos buenos son pocos (“no hay más de diez y somos como 180 personas”), y muchas veces el que no llega a tenerlos no puede salir y es condenado al camión que recorre las calles recolectando los residuos no habituales. Ahora –según relata– es común que sean mujeres las que hacen ese trabajo.

No es la única penuria. Las autoridades no les entregan ropa ni elementos básicos de seguridad, como guantes con los cuales evitar cortes o tomar directamente con la mano los residuos. Tampoco carritos donde cargar en sus hombros las bolsas llenas de basura. A Verónica eso le significó un desgarro lumbar que durante los días de la entrevista con La Pulseada la tenían a mal traer.

Con el dolor a cuestas, “Watson” -como le gusta decir su apellido enfatizando la “t”- toma mate y sonríe al mirar como Elías, el más chiquito, se zambulle en la pileta azul que se divisa desde la vereda. Después observa sus manos y se lamenta de que están percudidas de tanto manipular la basura. “Voy a conservar este puesto hasta que consiga otra cosa, porque ya me jodió la salud y mi salud no vale 3.500”, afirma. “Muchos me dicen ‘por lo menos tenés trabajo’. Es verdad, pero yo no quiero tener este trabajo, quiero aspirar a algo más”, concluye convencida de que lo va a lograr.

 

El Retiro late

137-Cooperativas-RetiroLa Municipalidad cortó el contrato con “Manos Coop”, que decidía la prioridad de los trabajos mediante asambleas de vecinos

En El Retiro, un barrio popular en el que abundan las calles mejoradas y sin cordón cuneta, hay 21 vecinos trabajadores que sienten que se quedaron sin techo. Formaban parte de “Manos Coop”, una de las cooperativas que prestaba el servicio de zanjeo y limpieza en la zona, y que fue disuelta por la administración del intendente Julio Garro. Hasta ese momento ellos eran socios, decidían las acciones en conjunto y tenían una fuerte coordinación con la asamblea barrial que se creó después de la inundación de 2013. A fines de enero, tras una jornada de lucha que incluyó un piquete en la avenida 44, recuperaron el empleo pero no la cooperativa. Ahora, como en casi todo el distrito, reportan al poder municipal, el cual en esa franja limítrofe entre Olmos y Los Hornos está escenificado en el CIC (Centro de Integración Comunitaria).

Casi con asistencia perfecta, los trabajadores –verdaderos socios de la ex cooperativa– recibieron a La Pulseada en el club “Corazones de El Retiro”, la entidad madre que los nuclea. “Queremos volver acá”, dijeron a coro, y cuestionaron el maltrato que reciben desde que la rutina cambió. Dicen estar acostumbrados a una dinámica de decisiones colectivas, tomadas después de discutirlas en asambleas, y planteadas por el pedido de los propios vecinos.

Las cosas cambiaron el 10 de diciembre, cuando Garro cortó el contrato que ligaba al Municipio con la cooperativa. La preocupación se tornó en angustia en enero, cuando pasaron casi dos meses sin cobrar y el devenir los amenazaba con el desempleo. Fue necesario el piquete para desandar parte del camino. Los trabajadores recuperaron el trabajo pero el costo fue la desaparición de ese “paraguas protector” que era “Manos Coop” o el club “Corazones de El Retiro”.

Ahora ya no deciden nada y su relación con el trabajo poco tiene que ver con el espíritu cooperativista. “Antes las cosas las definíamos en asamblea barrial y después la cooperativa las ejecutaba –explican–, ahora vamos cada mañana y alguien nos dice qué tenemos que hacer y nos largan a la calle sin ropa adecuada ni herramientas”.

El cambio es detectado por los vecinos porque las zanjas están sucias, el pasto de las plazas crece sin que nadie lo corte y la basura se suele acumular en las esquinas sin que a nadie le importe demasiado. “Eran trabajos que antes se hacían desde nuestra cooperativa”, dice Oscar Tozonotti, un referente del club que coordinaba con la cooperativa.

El emprendimiento había nacido en 2008, cuando el barrio en pleno votó que el presupuesto participativo fuera destinado a la refacción y ampliación de las instalaciones del club ubicado en 160 entre 49 y 50. Aquello derivó en un cupo para once trabajadores que se integraron en la cooperativa que se dedicaría a la limpieza de las calles. La entidad volvió a ganar presupuesto para equipamiento y capacitación laboral en la entidad.

La trágica inundación de 2013 los obligó a reinventarse. La actividad creció por la impronta de la asamblea barrial que empezó a reunirse semanalmente en el club. De allí surgían las directivas que los cooperativistas ejecutaban. El zanjeo del arroyo que atraviesa el barrio fue lo principal y derivó en una especialización de la organización en ese rubro.

Funcionaron así hasta que el gobierno de Cambiemos cortó el contrato y forzó la disolución de “Manos Coop”. La asamblea barrial siguió funcionando pero quedó sola, desconectada de las acciones de ese grupo de trabajadores que se vio obligado a diluirse con otros, que ya formaban parte de un emprendimiento más vinculado a las directivas municipales.

El grupo está politizado más allá de que explicitan que no participan de ninguna vida partidaria. “La política tiene que estar para resolver los problemas –explican–, y eso se ve en la asamblea barrial, a través de la cual ha generado más de cien trabajos en estos años”. Entonces plantean con claridad la cuestión de fondo en la discusión. “Ellos (por la Municipalidad) tiene un discurso en contra de los ‘punteros’, pero si tienen a un político que se está haciendo cargo de las cooperativas, está claro que lo que les preocupa es tener sus propios punteros para que nos puedan manejar”.

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