BARUYO / Un cuento de Alejandro Ramos
Estaba jugando con unos amigos cuando vimos un gato negro y lo empezamos a correr por todos lados. Yo le tiré una piedra, le pegué en la cabeza y lo maté. Me fui a fijar y era como si el gato me miraba. A la noche cuando estaba acostado mi mamá apagó la luz, entonces no me podía dormir
Era como si me querían decir algo. Cerré los ojos, los abrí y el mismo gato se me apareció en la cara. De repente cambie de lugar con el gato.
Cuando desperté estaba transformado en el gato y vi que unos chicos me perseguían y yo los quedé mirando, porque eran mis amigos que me querían pegar; después miré y me vi a mi mismo y yo dije: “No es posible que esté en dos lugares a la vez”. Me toqué la cabeza y ahí me di cuenta de que no era el mismo. Yo había visto mis manos negras, me miré en el agua, vi mi reflejo y me asusté… Yo era el gato y los chicos me corrían. Entonces grité y grité pero no me escucharon. Seguí gritando y a la vez corriendo, cuando me di cuenta de que el gato me estaba mostrando cómo sentiría el dolor en su lugar. Grité y grité pero no me escuchaban, entonces fue cuando me vi a mí mismo tirando una piedra que iba hacia mí, y me pegué en la cabeza. Yo me empecé a quejar y me desmayé. Ya no sentía el dolor de la piedra. Antes de cerrar los ojos se me apareció un gato y me dijo: “¿Has aprendido la lección? Ya sabés que nosotros los gatos también merecemos vivir”. Y yo le respondí: “Sí, ya he aprendido la lección”. Entonces desperté y me dije: “Sólo fue un sueño.”
Me destapé y me miré al espejo y me sorprendí, ¡yo todavía estaba convertido en gato!, y en la pared había una sombra que me decía “¡¡¡veeeen aaa miiiiií!!!”. Yo seguí la voz esa a un lugar oscuro que no me podía ver ni las manos acercadas a los ojos.
Me asusté. De repente se prendió una pequeña luz, miré para atrás y había una cara mirándome; me asusté más que cualquier persona y me desmayé.
Cuando desperté estaba en una cama y una mujer deforme estaba hablando un idioma extraño, la mire y me sorprendí. Se me acercó y me estaba haciendo dormir y de repente sentí un dolor intenso y cerré los ojos. Cuando desperté vi a mi mamá llorando al lado de la cama y yo le dije:
—¿Por qué llorás, mamá?
Pero ella no me escuchaba y vi que alguien yacía en la cama; después cerré los ojos y no volví a ver a mi mamá ni a nadie. Ahí me di cuenta de que el que estaba en la cama era yo cumpliendo la pena por lo que le hice a ese pobre gato negro. Mi mamá llorando miró a la ventana y vio que un gato negro allí estaba llorando por la tragedia, por ese chico que una tragedia había cometido.
El autor
Soy Alejandro. Vivo en el barrio Aeropuerto y tengo 14 años. El año pasado hice un cuento, un día de aburrimiento, y le saqué una buena idea. Saqué la idea de un cuento que leí cuando empecé a venir a Casa Joven y me sumé a Baruyo.