Nota principal: Los chicos que sobran
“¿Dónde construir una iglesia sino allí?”, se pregunta Daniel “Coco” Romanín, un sacerdote salesiano que está en la parroquia San Juan Bosco, de la diócesis de Quilmes, hace ocho años. En la villa se siente evangelizado, dice, porque la iglesia es de los pobres. “Uno siente que está pisando tierra santa y que hay que descalzarse ante los pobres, que tienen fuerza de vivir y divertirse”, expresa.
Para él, la Asociación es como “una parábola”. “Hoy Jesús dice: ‘el reino de los cielos se parece a un grupo de hombres que en 2001 se organizó’ −explica−. La Asociación vive por lo solidaria que es. Hay pilas de compañeros que salieron de la cárcel y se han ‘reciclado’. Se recicla la vida. O cuando alguien muere, ahí está la Asociación. Es una economía no prevista. Es el evangelio”, profundiza Coco, capaz de zurcir cielo y Tierra en pocos conceptos: “Cuando el Estado dice que viene a ayudar, no es a ayudar… Te atienden si gritás. También quisieron captar a varios dirigentes para dividir, y usar la Asociación de pista de aterrizaje, porque somos conocidos. Pero a veces no los dejamos entrar”, asegura.
“Nadie sabe cuánta basura se enterró. Todos pagamos por la basura que se retira, pero ésta no se puede cuantificar como la luz y el agua. Los cartoneros toman parte de ella y para el municipio es economía y ahorro que no se reconoce. Todos los recuperadores deberían cobrar”, propone.