El equipo del Chango sale a la cancha

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124-OrquestaChangoEntrevista con el Mono Izarrualde sobre el disco Música Clásica Argentina Volumen 1 de la orquesta popular de cámara Los amigos del Chango, que se acaba de presentar en el Teatro Argentino de La Plata.

Por Mauro Basiuk y Martín Luna

“Si no trabajás con humor y seriedad no hay posibilidad de poder manejar un grupo de once personas”, destaca Rubén “El Mono” Izarrualde, y abre la manos queriendo abarcar el estudio Jorge Alorsa, de radio Estación Sur. Con esa fórmula se entrega, dócil, a la charla con Cacodelphia en la que presentará el flamante disco Volumen 1, de la orquesta popular de cámara Los amigos del Chango.

Nacida en 2009 con Néstor y Omar Gómez (arreglos, guitarras y bombo legüero, y bajo, respectivamente) y Ricardo Culotta (trompeta y fisicorno), a la orquesta después se sumaron el Mono (flauta traversa y voz), Luis Gurevich (piano), Jerónimo Izarrualde (batería y voz), Santiago Martínez (violín), Aleix Durán (clarinete y clarinete bajo), Agustín Balbo (guitarra eléctrica), Daniel Gómez (bandoneón) y Manuel Uriona (percusión). Los 11 hoy son Los amigos del Chango. Del Chango Farías Gomez, que falleció el 24 de agosto de 2011 y dejó un legado musical imperecedero.

Mucho de esa herencia puede notarse en la diversidad resumida en este disco, grabado en Estudios ION por Jorge “Portugués” da Silva. En la tapa de esta primera entrega, un cuadrado, un triángulo y un redondel, sobre un fondo gris, encubren las letras MCA (Música Clásica Argentina). Contiene nueve temas distribuidos en 50 minutos que resumen distintos géneros de música nacional, mixturados con lenguajes sonoros del mundo.

Hay vidalas, como “Canto a La Telesita”, de José Augusto Moreno y Rolando Valladares, con la voz del Chango. Hay tangos, como “Garúa”, de Troilo y Cadicamo, que se fusiona sin dar cuenta con la guajira o el candombe al sumar a “El humahuaqueño”, y versos del “Malísimo”, de Rubén Rada. La intención queda clara ni bien se oye la potencia con que suena “Entre a mi pago sin golpear”, en los primeros acordes del disco.

La única composición del Chango es un gato y se llama “Timbre de abajo”. El título remite al “cling clong” del llamador que la orquesta tenía en el primer piso del estudio de grabación y no dejó de sonar una tarde mientras estaban ensayando. En tanto, en la chacarera “Me llaman la carbonera” es su bombo el que marca el tempo de la melodía. Así recuerda el hallazgo el Mono Izarrualde: “Estaba en una grabación que acercó Gurevich, de una presentación en el auditorio de la UOCRA. En esa grabación el Chango tocaba el bombo y empezamos a trabajar sobre lo que él nos marcaba”.

El Chango como Ekeko

En el transcurso de la entrevista, el recuerdo del miembro de los Huanca Hua inunda el ambiente. Siendo esta la primera producción que no estuvo bajo su ala, el Mono destaca que “lo que él hacía era acomodar los tantos: tenía esa ductilidad. Era un tipo muy inquieto y eso hacía que la manera de trabajar sea muy dinámica, se juntaba con uno, con otro, aparecían personajes de todos lados. El Chango como arreglador fue el Piazzolla del folclore”, sintetiza y cierra, de algún modo, el círculo en torno a otra figura musical clave.

La idea abarcadora de una música clásica argentina ilustra el diálogo en cuanto a un concepto representado por ritmos como el chamamé, la chamarrita o la cueca, equivalentes a aquella música traída e instalada en las salas de teatro desde Europa occidental. “Nuestra música y poesía clásica no es una música menor. Si pensás que los norteamericanos de la Universidad de Berkeley vienen a estudiar el tango acá, por algo será…”. El Mono vuelve a resaltar el valor de lo autóctono.

Esa MCA, con nuevos arreglos y material, tendrá su secuela. Por ahora, la intención pasa por “darle rosca” al Volumen 1, que tiene prevista para el próximo 1º de noviembre su presentación en la Ciudad Cultural Konex, de Capital Federal. Luego sí, el año que viene, será el momento de regresar a los estudios. Como sea, subidos a cualquier escenario o encerrados en cualquier estudio, Los amigos del Chango saben que no están solos. “(Al Chango) Nosotros le decimos ‘el ekeko’, porque siempre anda por todos lados. El viejo se fue pero no nos dejó del todo solos, anda siempre por ahí, viendo si el pianísimo es pianísimo o si estamos afinados”.

Su última pasión, llamada Orquesta de Cámara de Música Clásica Argentina, aquí está, con el deseo de seguir sonando bien y abriéndose paso allí donde vaya, con la fórmula mágica del humor y la seriedad.

 

Once amigos

Los amigos del Chango son 11, como un equipo de fútbol. El Mono con su sonrisa habitual se encarga de remarcar que él no es el capitán, ni mucho menos el director de la orquesta, sino un cumpa más. “Siempre es más lindo ser compañero. Cuando vos entras en un lugar así, tenés que despojarte de tu camiseta y ponerte la camiseta de lo que vas hacer. Es difícil que cada uno imponga su ego”.

Sobre el funcionamiento y el sonido de la banda resume, casi en una declaración de principios: “Hay otras orquestas que están bien, lo que pasa es que nuestra música necesita del hueso, y si no está, suena, pero más blandito. O sea, no está el caracú, y esta orquesta tiene eso. El Chango eso lo trabajó mucho y a nosotros eso nos quedó grabado a fuego y hoy es nuestro sello”.

El Mono y El Chango

La relación de compinches entre el Mono y el Chango se remonta a 1970, cuando el Mono tocaba con el grupo Candeias y el Chango con Manolo Juárez. Luego llegó el momento del trío con Kelo Palacios en guitarra y Dino Saluzzi en bandoneón, “una de las cosas más espectaculares que he escuchado”, dice el Mono. Y después el obligado exilio, que los cruzó varias veces. La democracia los reunió en el boliche El ciudadano, de Capital Federal, germen de otro trío, Vitale-Cumbo-González, y de la MPA (Músicos Populares Argentinos): “Ese boliche fue un caldo de cultivo muy bonito, por ahí pasaron todos”, dice. Y cuando el Mono dice “todos” es literal.

Festivales

El Mono es categórico al opinar sobre los festivales folclóricos: “La música dejó de ser importante —dice, y ejemplifica con un recuerdo personal—: Con MPA tocamos en Cosquín. Probamos sonido a la tarde en un lugar del escenario y cuando tocamos a la noche nos ubicaron en el otro sector del escenario y no escuchamos nada”.

Lo diferencia de lo que pasa con otros cantantes: “Lo comercial copó la mano. Si va Jorge Rojas vos no podés tocar nada del escenario. En casi todos los festivales está programado él, El Chaqueño Palavecino, Soledad, Los Nocheros… y todos se manejan con la misma lógica”, remarcó en el aire de Cacodelphia, el programa que se emite todos los lunes y miércoles de 19 a 21 por Radio Estacion Sur de La Plata, FM 91.7.

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