Los trabajadores denuncian el vaciamiento y aseguran que día a día se hace más difícil investigar. Los recortes en los ingresos a carrera y el desfinanciamiento se suman a un contexto generalizado de aumentos de precios de los insumos y las tarifas necesarios para desarrollar las tareas.
Por Josefina Oliva
Los obstáculos en las vías de acceso para la carrera de investigador constituyeron en los primeros días de abril la gota que rebalsó el vaso de la crisis en la producción de conocimiento. Eso se sumó a los innumerables recortes que vienen afectando tanto las tareas de investigación, como las de mantenimiento, la limpieza y el sostén de la infraestructura adecuada. Quienes forman parte del sistema científico –investigadores, becarios, personal de apoyo y administrativo– denuncian que así no pueden trabajar y que el vaciamiento del sector va en detrimento de una ciencia soberana.
El último 10 de abril representantes del sector se manifestaron en diferentes puntos del país. Ese día de 1887 nacía en Buenos Aires el doctor Bernardo Houssay, quien fue el primer científico latinoamericano en recibir un Premio Nobel de Medicina en 1947. En conmemoración de su natalicio se celebra el Día del Investigador Científico. Pero en los tiempos que corren no hay nada para festejar. En La Plata, trabajadoras y trabajadores de la ciencia se manifestaron en la Plaza San Martín, y llevaron adelante una jornada de ciencia y universidad para decir que así como están las cosas no se puede investigar, que la ciencia también se encuentra bajo la línea de pobreza, para reclamar que pare el ajuste y que no se expulse a los científicos.
El cuello de botella
Para entonces ya se conocía el número de ingresantes en 2019 a carrera de investigadores científicos en el Conicet: 450 de un total de 2.595 aspirantes, dejando fuera a más de 2.100. Esto implica la pérdida de investigadores que se formaron durante más de doce años en el sistema estatal con dinero público –teniendo en cuenta que una carrera de grado lleva entre cinco y seis años, un doctorado otros cinco y un posdoctorado entre dos y tres–, el abandono de áreas de investigación y un gran número de personas que quedan desligadas del sistema científico. La situación se agrava porque los becarios pierden la posibilidad de investigar y de cobrar por su actividad después de que durante años, además, debieron tener una dedicación exclusiva sin poder realizar otras tareas (ver: «Cuando el trabajo es en gris»). De esta forma se achica cada vez más un cuello de botella para todos aquellos que tenían beca y que no lograron acceder a la carrera.
El número de ingresantes a carrera de investigadores científicos en el Conicet fue de 450 de un total de 2.595 aspirantes, con lo cual quedaron 2.100 afuera
“Muchos de los aspirantes fuimos formados por el Estado, en las universidades públicas nacionales y también a través de becas de investigación del Conicet, entonces lo que termina pasando es que el Estado hizo una gran inversión en nuestras formaciones, hay un recurso altamente capacitado investigando temas específicos de nuestra realidad social que terminan quedando desaprovechados, básicamente porque no se da ese ingreso a planta”, dice Anabel Beliera, una de las afectadas por la situación, socióloga recibida en la UNLP, becaria posdoctoral en Ciencias Sociales del Conicet y delegada del cuerpo de delgados de la junta interna de ATE Conicet. “Ingresaron muy pocos compañeros. Y no es que en Conicet se está evaluando mal, lo que está pasando es que quedan afuera otros que también tenían mérito para entrar”, explica.
En marzo de 2013 se había lanzado el Plan Argentina Innovadora 20-20. En ese plan se establecía un crecimiento del 10% anual de la planta de investigadores a nivel nacional, que proyectaba hasta el próximo año. Con el cambio de gestión, bajo el gobierno de Cambiemos, en 2015 se dejaron de respetar las proyecciones establecidas, y el número de ingresantes fue descendiendo. De alrededor de 900 que venían entrando, en 2016 ese número se redujo a la mitad. Si bien en el número de vacantes podía preverse, lo alarmante es la cantidad de personas formadas que quedan fuera del sistema.
Líneas e intereses
El recorte en el ingreso de investigadores a carrera se nota sobre todo en el área de Humanidades y Ciencias Sociales. Por ejemplo, en la comisión de Lingüística, Literatura y Semiótica, de 40 que habían entrado en 2015, este año ingresaron cuatro para todo el país. Mientras que en la de Sociología y Demografía sólo ingresaron siete. La importancia de ello reside en que además de las personas que se quedan fuera del sistema, se pierden esas líneas de investigación, en las cuales si el Estado no invierte, entonces, no se investiga.
En ese sentido, Beliera señala: “Son áreas que nosotros pensamos que tienen que ver con el modelo de país que se quiere producir y esas ciencias que fueron desfinanciadas en algún punto fueron desprestigiadas por la nueva gestión del Estado nacional y del Conicet en particular, no porque no sean útiles sino porque los usos que se les pueda dar no son los que ellos esperan. En Ciencias Sociales tenemos un montón de áreas en las que aplicamos nuestro conocimiento, tanto en Educación, como en Planificación de Salud, Urbanismo, en Arquitectura. Pero quizás no son los usos que la industria esperaría o los que quiere promocionar este gobierno que son de transferencia de patentes a las grandes farmacéuticas, por ejemplo”.
En la misma línea, Verónica Stedile Luna, graduada de Letras de la UNLP y becaria de Conicet, advierte que de esta forma muchas áreas del país tan importantes como la educación pueden quedar en manos de los privados. “Eso no tiene que ver con comprender como un derecho a la educación pública y sería un modelo efectivamente privatista, que no garantiza igualdades, que se corre de ese lugar”.
La ciencia es soberanía
Rememorando lo que ocurrió en otros tiempos, parece que los científicos de nuestro país fueran empujados a buscar salidas en el exterior, debido a que las políticas de ajuste del gobierno no terminan en el Conicet, sino que perjudican también a otros sectores y organismos vinculados, como el Instituto Nacional de tecnología Agropecuaria (INTA), la Comisión Nacional de Energía Atómica (Conea), el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), y las universidades nacionales.
“La verdad es que otras opciones son muy pocas”, responde Stedile Luna –quien trabaja en el Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales (IdIHCS) y representa a investigadores en formación de ese mismo instituto– acerca de las alternativas que le caben a aquellos que se chocan con el cuello de botella. “Porque otras de las cosas que estamos reclamando acá tienen que ver con que no es sólo Conicet como organismo lo que se ve ajustado. Esto es correlativo con que no hay una política de gobierno en relación –por ejemplo– a trabajar en ministerios públicos, porque también se cerraron el Ministerio de Salud, el de Cultura, el de Trabajo. Entonces, no hay un plan en relación a usos de la ciencia pública como recurso para generar igualdades en el país”.
Las políticas de ajuste del gobierno no terminan en el Conicet, sino que perjudican a otros organismos como el INTA, la Conea, el INTI y las universidades nacionales
Al mismo tiempo que se recortaron subsidios, se cortaron programas y convenios binacionales de promoción científica para equipos de investigación, se deben giros de dinero de subsidios y el presupuesto asignado para ciencia, que es poco, se subejecuta. “Si uno mira los números en términos de inversión –más allá de que por supuesto estamos en desacuerdo con que esto no es un gasto–, en términos económicos estas reducciones no representan nada a lo que se está pagando de deuda externa. Entonces es más una decisión política del gobierno de decir: ‘Acá no se hace ciencia pública, acá se abandona la educación pública, porque también son dos cosas que van de la mano”, señala Stedile Luna.
Por todo esto Beliera pone énfasis en el lema con el que salen a reclamar: “La ciencia es soberanía”. “Si nosotros nos comparamos con países desarrollados y que están mejores en igualdad de derechos, se trata de países que han invertido en ciencia para llegar hasta ahí, y han producido un conocimiento adecuado a sus propias realidades nacionales, con sus propios recursos. En cambio, este modelo de país lleva a no financiar a la ciencia o a que los científicos nos terminemos yendo al exterior o trabajando de otra cosa. Es necesario generar conocimiento local, que se solucionen nuestros problemas concretos, que se tengan en cuenta nuestras poblaciones, nuestras particularidades”, explica la científica.
Así no se puede
Con el cambio de gestión a nivel nacional, el presupuesto destinado a ciencia ha ido decayendo progresivamente. Las promesas del presidente Mauricio Macri habían sido de aumentarlo hasta el 1,5 % del PBI, asegurando que para que el país creciera había que apostar fuertemente a los avances en ciencia y tecnología. Sin embargo, los primeros días de abril Lino Barañao, quien fuera ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva durante la gestión anterior y ahora devino en secretario, expresó no saber cuánto era el porcentaje actual dedicado al área, y arriesgó que sería de 0,5 puntos. Teniendo en cuenta que los últimos datos arrojan un porcentaje del PBI de 0,35% en 2015, especialistas indican que lo asignado en inversión pública hoy para ciencia y tecnología es del 0,256 %.
“Eso deja sin fuerza de trabajo a los laboratorios. Nosotros tenemos, dicho coloquialmente, un Mercedes Benz, y lo estamos usando para comprar el pan, o sea tenemos una infraestructura que no se condice con el financiamiento que se le está otorgando. Este aparato productivo que propone el gobierno de Macri no cumple ningún rol en la ciencia argentina, porque todo se importa, se consigue en el extranjero, entonces no vale la pena la inversión local ni el desarrollo de nuestros aparatos científicos”, resume Darío Andrinolo, investigador independiente del Conicet y docente en la Facultad de Ciencias Exactas (UNLP). “El presupuesto se subejecuta y aunque se ejecutara al 100%, con los precios que hay hoy día en comparación con los que uno tiene en el presupuesto que escribió hace dos años y te habilitan la plata a cuentagota, la gente está desesperada. No se puede cumplir con los planes de trabajo, con las líneas de investigación, comprar algo en el extranjero en dólares es una misión imposible, grandes institutos hoy no tienen para comprar el pasto de la entrada”.
“Hace tres años pedí un subsidio que era en total de cerca de 100 mil pesos para dos años y todos los insumos que tenía que comprar eran en dólares. Compré lo que pude”, cuenta Matías Tejerina, investigador asistente de Conicet y docente en la Facultad de Ingeniería (UNLP). “Todo el sistema está sufriendo este tipo de cosas, y este tipo de vaciamiento: incluso hay que salir a hacer distintos trabajos a la industria o a donde se pueda, a veces, para juntar fondos”. La sensación que transmite Matías es de una situación que está al límite: “Incluso es lo que nos manifiestan las autoridades del Conicet, por ahí no abiertamente, es que todo pende de un hilo, que los sueldos quizás estén garantizados, pero que llegan hasta ahí”.
Los sueldos de todos los miembros que componen el área, constituyen otro de los factores del reclamo. Gran parte de los trabajadores de Conicet perciben un sueldo por debajo de la línea de pobreza y no alcanzan a la canasta básica que, según los últimos datos del Indec, se estima en 27.570 pesos.
A esta situación se suman las dificultades para mantener las condiciones de los lugares de investigación y el pago de tarifas. “Las unidades ejecutoras no tienen presupuesto. No se puede comprar papel higiénico, lavandina, no se puede pagar servicio de limpieza”, manifiesta Agustina López Villar, quien trabaja en el Instituto de investigación Infibi y es secretaria adjunta de la junta interna del cuerpo de delegados de ATE Conicet-La Plata. “A nosotros nos piden que apaguemos la luz para no gastar. O sea el tarifazo, el dólar, la inflación que estamos teniendo, todo eso abona”, aclara.
Nicolas Trivi es geógrafo, becario posdoctoral y delegado de ATE, y señala: “El problema de falta de presupuesto se traduce en un montón de cosas. No hay plata para los subsidios, no hay plata para investigar. No hay un mango para poner en funcionamiento un equipo, para hacer trabajo de campo en algún lado, una encuesta, viajar a algún lugar, participar de algún congreso. Se te rompe un equipo, olvidate de conseguir repuesto, cosas que ahora son todas importadas, dolarizadas”, plantea Trivi, y destaca: “Realmente estamos haciendo malabares para poder seguir trabajando”
“Un sistema ultrapatriarcal”
Agustina López Villar, de la junta interna ATE-Conicet La Plata, resalta la importancia de nombrar la fecha del 10 de abril como el día de la trabajadora y el trabajador de la ciencia ya que más del 50 por ciento de quienes trabajan en el Conicet son mujeres, y el mismo porcentaje lo hacen con un sistema de becas. “Entonces se trata de cambiar un poco la tónica de la reivindicación”, explica. En ese sentido, aclara que “del plantel femenino e identidades diversas la mayor cantidad de trabajadores se encuentran en los cargos jerárquicos más bajos porque es un sistema ultrapatriarcal”. Y expresa la necesidad de que se apliquen políticas públicas por parte del estado nacional: “Las compañeras necesitamos que haya lactarios, que haya guarderías, que haya permisos para salir a buscar los hijos a la escuela sin perder el presentismo”.
Cuando el trabajo es en gris
Uno de los reclamos históricos que presentan los denominados becarios son las condiciones de precariedad en la que realizan sus tareas. El geógrafo Nicolás Trivi indicó que entre los problemas que hoy atraviesan al área se encuentra también este reclamo histórico: “La lucha por la precarización laboral, sobre todo de las y los becarios, que tenemos un trabajo en gris, se puede decir. No somos reconocidos como trabajadores porque supuestamente nos estamos formando, estamos aprendiendo, no tenemos gente a cargo. Pero en las prácticas hacemos un trabajo muy similar al de los investigadores”.
Los becarios constituyen una parte fundamental del sistema científico y durante todo el tiempo que perciben la beca no pueden acceder a otros trabajos –las becas solamente son compatibles con la docencia–, no tienen aportes jubilatorios ni licencias y lograron tener obra social después de años de lucha. Mientras tanto siguen apostando a ingresar en algún momento a la carrera de investigación porque la que hoy en día los deja afuera.
El plenario en Córdoba
Directores y vicedirectores de unidades ejecutoras e institutos del Conicet de todo el país, se reunieron en un plenario en Córdoba entre el 12 y 13 de abril. Elaboraron un documento en el que manifestaron la “profunda crisis” que viven las Instituciones científicas argentinas, entre ellas el Conicet. Allí dejaron planteados los principales reclamos:
- Aumento de emergencia del presupuesto del Conicet en una magnitud suficiente para garantizar el funcionamiento de los Institutos, el cumplimiento de los proyectos aprobados y la actualización de los salarios y las becas.
- Prórroga de las becas de los jóvenes excluidos hasta la resolución del próximo concurso de ingreso a la Carrera del Investigador Científico. Este llamado debe contemplar un aumento sustancial en el número de vacantes a fin de revertir el deterioro sufrido en los últimos años y retomar una senda de crecimiento.
- La inmediata normalización del Directorio del CONICET con la designación de los miembros electos.
- La restitución del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva.
Sobre este encuentro, Alicia Gutiérrez, doctora en Sociología y Antropología y directora de una de las unidades ejecutoras del Conicet en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba, dijo a La Pulseda Radio que junto con ese comunicado se elevó una nota al presidente de la Nación solicitando que de manera urgente se incorporen al directorio el doctor Mario Pecheli como representante de las Ciencias Humanas y Sociales, y el doctor Alberto Kornbliht como representante de las Ciencias de la Salud, quienes fueron electos en junio de 2018 y continúan sin ser nombrados.