Matías Méndez Nació en Morón, integró la banda Árbol y se convirtió en el productor más talentoso del under del conurbano. Trabajó con prepotencia para forjar su estilo y su banda actual acaba de lanzar el disco que cierra una trilogía.
Por Facundo Arroyo
En 1996 el primer disco de Árbol, “Jardín frenético”, logró captar la atención del productor Gustavo Santaolalla y recibió una propuesta: firmar contrato para producir su disco siguiente con la condición de que Matías “El Chávez” Méndez, hasta ese momento compositor y fundador de la banda, se hiciera a un lado en la grabación por su corta edad (18 años) y sus limitaciones con la batería. Diez años después saldría “Máquina de la pampa”, tercer disco de Nuca, una banda comandada por El Chávez que también llegaría a su final.
En ese huracán de música, Matías viajó por América, vivió en México con lo justo, superó depresiones, pasó de un instrumento a otro, se trasladó de lo eléctrico a lo digital, se formó contra la corriente y sobre todo, se llenó de experiencia musical. Desafió a sus demonios y se salió con la suya. Hoy su proyecto se llama como él, “El Chávez”, y es además unos de los productores más importantes de la música alternativa del Gran Buenos Aires. También hizo producciones de llegada nacional. En marzo pasado tocó en el “Vive latino”, uno de los festivales de música más importantes de América, en México, allí adonde casi diez años atrás había llegado vapuleado y prácticamente con una sola certeza: que no abandonaría la música. Así es la vida, o al menos así es la vida de este guerrillero del groove que últimamente anda con una hermosa revancha en la nuca.
En una disquería cool de la Ciudad de Buenos Aires pautó una ronda de entrevistas. Con La Pulseada arranca charlando de su faceta de productor y su paso por el gran mercado. “Con No te va a gustar (NTVG) se dio súper bien, fue como mi primer disco mainstream —dice—. En su momento fue una alegría inmensa. Los pibes son re gauchos, es una banda muy laburadora, muy intensa. Quedó una amistad porque hubo buena onda. Y el plus fue ése: darme la oportunidad de jugar en Primera. Siempre pensé que hay mucha gente muy talentosa que nunca tiene la oportunidad que me dieron los uruguayos. Fue como un antes y un después”.
“El camino más largo” (2008), quinto disco de NTVG, tuvo entre sus invitados al recordado Alejandro Sokol, uno de los fundadores de Sumo y de Las Pelotas. “Trabajamos en el estudio que armaron en Montevideo (Uruguay) exclusivamente para ese disco. Siempre habían grabado en Buenos Aires. Estuve casi un año yendo para allá”, explica El Chávez.
Con insistencia y originalidad, en el Oeste del Gran Buenos Aires produjo discos de menor llegada pero no por eso menos interesantes, como los de San Camaleón, Los Umbanda, Ciudadvitecos, Encías Sangrantes, Shamballa, Fauna, Doña María y Soema Montenegro, entre muchos otros. “El trabajo es igual con todos, lo que varía es la logística. Cuando grabás con una banda que vive de la música te podés encerrar y ensayar todos los días. Con una banda donde la monada labura de otra cosa los tiempos son distintos”, explica Matías, nacido en el mestizaje del rock latino –con anclaje en el reggae y sobre todo en el dub y capaz de darle identidad y estética propia a cada banda.
“En el ámbito de la música tropical tengo una relación directa con la banda La Liga. Producimos y tocamos juntos. Compartimos muchas cosas y nos hicimos amigos, es como mi acercamiento a la cumbia popular. Hace unos años produje un tema de Pablo Lescano pero no tuve interacción, con los pibes de La Liga tengo interacción permanente. Cuando tocaron en el Luna Park fui con ellos para abrir el show como DJ”, cuenta acerca de otro terreno de su trabajo como productor.
El lejano Oeste
—¿Cómo es el proceso de composición para tu banda puesto que siempre estás produciendo otros proyectos?
—La forma de hacer los discos es como un constante trascender. Porque compongo y grabo a la vez por distintas épocas y después se va juntando. Hago recortes, grabo el resumen, grabamos con la banda, después sigo solo; es un proceso bastante complejo y fructífero. Un laburo de años. En lo que produzco y compongo se da un intercambio constante, eso es inevitable. La influencia de mis otras producciones es grosa, a full.
—¿Te dejás influenciar por la música del momento?
—Estoy muy atento pero a la vez no me gusta quedarme muy pegado al sonido del momento. Porque tres años después eso ya caduca, suena a vieja. Me gusta más encontrar algo que pueda trascender, que perdure. Pero inevitablemente se me van pegando cosas.
—¿De qué manera trabajás para El Chávez?
—Naturalmente éste es un proyecto que dejó de ser solista. Hay una banda estable que viene tocando hace dos años ya. El violero (Matías Rula Pascuale) y el batero (Sebastián Tano Cavaletti, ex Mancha de Rolando) también laburan de productores en el disco nuevo, entonces a la hora de hacerlo, dentro de la banda, yo no soy el productor. Por ahí llevo un poco las riendas y el timón conceptual del asunto, pero participan todos. Ahora nos conformamos con Eugenia Insaurralde en voz y Manuko Ruiz en bajos y coros.
—¿Y musicalmente cómo definís al proyecto?
—El nombre más cercano es el de música urbana. El formato es un trío de rock tocado fuerte y después también hay electrónica. La banda funciona en una fiesta, porque el que la va a ver puede bailar desde que empieza hasta que termina. La diferencia es que se genera otra cosa porque está el vínculo y el fenómeno físico de la música en vivo. Un poco la idea era ésa, hacer algo bailado, pero tocado.
—¿Pensás que hay una construcción de música urbana en terreno bonaerense?
—Sí que la hay, en el caso de Miss Bolivia (La Pulseada 120) la producen los tipos que laburan conmigo (Juanito el cantor y Guillermo Beresñak), más allá de la lírica que ella tiene, que es muy característica, los discos los produce en el Oeste, así que ese ejemplo es como inevitable. Pero si buscan van a encontrar muchas bandas de música urbana. Me incomoda nombrarlas porque trabajo con varias.
SUBTI El groove digital
Como escribió Andrés Caicedo en Que viva la música, “caminar hacia el músico sintiendo aguijones de amor en las caderas” es lo que pasa con “Brooklyn güiros”, el nuevo disco de El Chávez que salió del centro de operaciones de Morón a fin del año pasado y tuvo rotación durante los primeros meses de 2014. Funciona como el cierre de un ciclo que tiene dos discos anteriores: “Moron city groove” (2010) y el más breve “Casanova style” (2012).
Construye su música con un registro autónomo y un lenguaje anclado en cualquier esquina de Haedo. “Lo que sobresale en este disco es el formato canción. Más tranquila y con más melodía. Más de canción tradicional al lado de las anteriores que tienen un desarrollo más electrónico. Eso es lo que me interesaba plasmar en este disco, seguir con la línea anterior, pero abrir un poco el panorama. Más folk, sobre todo en las guitarras. En este sentido, éstas son las canciones que sirven como corte de difusión, porque después sí, sigue habiendo composiciones que cumplen con las líneas anteriores”, explica.
El disco tiene varios invitados. Fidel Nadal (ex Todos tus muertos y referente de la música afroamericana) fue uno de ellos. “No lo conocía, me lo presentaron el año pasado porque produje su disco. Trabajamos en su casa y nos fuimos haciendo amigos, pegamos onda. Yo de chico lo escuchaba, así que imaginate. Ni bien se presentó la oportunidad lo invité a grabar la canción para mi disco (participa del track 3, “El subidón”). Con Fauna (la otra banda invitada en la misma canción), se dio porque les estoy produciendo el disco y también toqué un par de veces con ellos. Justo ese tema tenía como la base desarrollada pero me faltaba armarlo, así que lo terminé delineando con estas dos invitaciones. Fue una construcción donde primó siempre la canción, si te fijás, sus colaboraciones no tienen gran presencia en la canción”.
A fines de marzo, después de un paso por Córdoba y el norte de nuestro páis, Matías volvió al país del tequila para participar en el festival más importante del país y de la región. El Vive Latino, explica, “es como el Mundial: se para todo. Es lo más. Tiene una fuerza muy grosa. Y es loco porque la movida de El Chávez, y antes, la de Nuca, la arranqué allá. Viajando por el mundo”.
—¿Ves muy lejos a “Moron city groove”?
—Está latente todavía. Volviendo a la trilogía, siento que sigo cocinando con los mismos ingredientes. Agrego nuevas fórmulas pero la olla es la misma.
—¿Hay algo de la fuerza hardcore de Nuca en tu presente musical?
—Hay mucho de Nuca, por ejemplo, en “Electro sapucay” (track 6 del nuevo disco). Fue traer un poco el sonido de Nuca a hoy. Por otro lado, fue parte de un contexto determinado, es lo que es. Era toda esa energía y a veces bajaba un poco. Energía Hardcore. Antes era Massive Attack y ahora aprendí mucho con los chicos de La Liga, viendo cómo desarrollan la música. Cuando vos escuchás esa cumbia popular parece simple, pero en realidad es un laburo increíble. Quedé careta cuando descubrí el esqueleto de eso.