El documental de Tristán Bauer sobre el caso Maldonado sorprende porque su legítimo fin político y la rapidez con la que se realizó no empañan en nada su calidad artística. Un cine que hace reflexionar, emociona y compromete
Por Carlos Gassman
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Ya ha pasado casi media hora de las siete de la tarde y los espectadores reunidos en el Teatro La Máscara de San Telmo aguardan con impaciencia que empiece la película. Se está iniciando la segunda semana de exhibición del filme y el día anterior, domingo, la capacidad se vio desbordada y muchos se quedaron afuera. Entonces ingresan y se ubican en el pequeño escenario que tiene al fondo la pantalla el director de El camino de Santiago: desaparición y muerte de Santiago Maldonado, Tristán Bauer; Omar Quiroga, uno de los guionistas y Juan Alonso, responsable de la investigación periodística en la que se basó el libro. Ellos son los anfitriones. Se colocan a su lado, liderando una delegación de gremialistas del sector educativo, Hugo Yasky, actual secretario general de la CTA y ex titular de la CTERA, y Roberto Baradel, actual secretario general adjunto de CTERA y cabeza del SUTEBA.
Habla Yasky y dice que “ojalá este trabajo contribuya a que este caso que se suma a las páginas más negras de nuestra historia no se repita”. Baradel agradece el convite y se suma al pedido de justicia. Bauer toma la palabra en último término, señala que aunque él figure como director la película “fue un verdadero trabajo de equipo”, se manifiesta “orgulloso de estar junto a estos dos grandes luchadores” y propone “dedicar esta exhibición a la memoria de Sandra y Rubén”. En alusión, claro, a Sandra Calamano y Rubén Rodríguez, vicedirectora y portero que días atrás habían perdido la vida en la Escuela Nº 49 de Moreno por una explosión producto de que las autoridades provinciales evidenciaron la desidia y negligencia suficientes como para desoír los reiterados pedidos de que se solucionaran los escapes de gas. A la conmoción que ya de por sí provoca el caso de Maldonado, fresco en la memoria porque recién ha pasado un año y todavía sigue impune, se suma la congoja que producen muertes evitables. En ese clima de emoción apenas contenida comienza la proyección.
Preestreno y prèmiere
El camino de Santiago tuvo una primera función para periodistas y críticos, en la sala que Directores Argentinos Cinematográficos (DAC) tiene en Villa Crespo, el miércoles 25 de julio, precisamente el día en que Maldonado hubiera cumplido 29 años. “Es un lugar pequeño, con unas decenas de butacas, que generalmente sobran, pero esta vez tuvimos tanta concurrencia que hubo que agregar muchas sillas”, cuenta Nora Lafón, quien se encargó de la labor de prensa y difusión y, como todos lo que trabajaron en la película, lo hizo gratuitamente.
La película toma partido. Todas lo hacen, lo admitan o no. Aquí se hace hincapié en la responsabilidad de la ministra Bullrich, su jefe de Gabinete, los gendarmes y el juez
El estreno oficial, para invitados especiales, entre los que se contaban artistas, dirigentes políticos, sociales y de organismos de derechos humanos, fue el miércoles 1º de agosto, primer aniversario de la desaparición de Santiago, en el ND Ateneo. Minutos antes del horario de partida un grupo de encapuchados, que irrumpió a palazos y piedrazos, destrozó los vidrios del teatro. Se autoidentificaron mediante volantes como militantes anarquistas que protestaban porque se estaba tergiversando la historia de Santiago pero algunos de los presentes, como Juan Grabois, referente de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), hicieron pública su sospecha de que se trató de una acción ejecutada por “infiltrados de los servicios de inteligencia”.
Acontecimientos de nuestra historia reciente han demostrado que las dos hipótesis –basta pensar en un grupo radicalizado acicateado por los servicios– no son necesariamente excluyentes. Anarcos de Rosario y Buenos Aires que no conocen la película, porque se pronuncian antes de su primera exhibición e incluso alientan a que nadie la vea, divagan en un sitio web, Contramadriz: información anarquista en la red, que el mero juego de palabras del título, que apela a la homonimia que existe con la ruta de peregrinación europea que siguen los católicos para honrar al apóstol Santiago, busca “reducir (a Maldonado) a mártir y a santo, es decir (a un) no humano”.
Al margen de cualquier especulación sobre la autoría, la violenta acción tuvo consecuencias concretas y palpables. Entre ellas, amedrentar a cualquier empresario de las salas privadas que estuviera pensando en sumar al documental a su cartelera. Mejor seguir ganando dinero seguro con Misión: Imposible 6 que correr el riesgo de sufrir destrozos o tener que evacuar por la supuesta colocación de un artefacto explosivo.
Hubo un único canal de televisión, C5N, que transmitió el acto y llevó en vivo las imágenes del ataque. Inmediatamente después, sin que hubiera mediado siquiera un llamado telefónico de advertencia a los estudios, la Policía ingresó a las instalaciones de la televisora para “desalojarlas inmediatamente por una amenaza de bomba”. La intención de que se dejara de llevar en directo a los hogares lo que ocurría en el ND Ateneo fue más que obvia.
“Igualmente el documental se proyectó ese 1º de agosto, en medio de un silencio y un respeto impresionantes –dice Lafón–. Todo el mundo salió llorando. Los espectadores terminan conmovidos porque es una película que llega al corazón. Y eso se debe a la calidad de la gente que la hizo”.
Un rodaje en caliente
Con toda su experiencia a cuestas, Bauer admite que este trabajo fue distinto a todos los anteriores por el hecho de filmar en tiempo real. Porque parte considerable de los 80 minutos que dura la obra corresponde a registros tomados en los mismos momentos en que se desarrollaban los hechos. Lo notable es que esa premura no va en desmedro de la calidad técnica –del nivel de imagen, sonido y edición– y que el válido interés de provocar un efecto político no impide hablar al mismo tiempo de un logro estético.
La película alterna materiales de archivo, filmaciones simultáneas a los propios sucesos –a veces caseras y en otros casos tomadas de los registros de la misma Gendarmería–, testimonios de parientes, amigos y compañeros de lucha de Maldonado.
Parte considerable de los 80 minutos que dura la película corresponde a registros tomados en los mismos momentos en que se desarrollaban los hechos
Particularmente emotivas son las palabras de Sergio, el hermano; Stella Maris Peloso, la madre, quien prácticamente no había aparecido en público, y de Verónica Heredia, la abogada de la familia.
Son muy importantes las intervenciones de integrantes de la comunidad mapuche, porque ponen en perspectiva el despojo secular del que vienen siendo objeto, las luchas por recuperar sus territorios y el orgullo que ha reemplazado a la vergüenza que antes les hacían sentir por sus orígenes étnicos y culturales. Queda claro también el protagonismo asumido por las mujeres dentro de esa colectividad originaria.
El filme acierta al inscribir lo ocurrido a Santiago, reprimido por sumarse a la causa mapuche, en una serie histórica de larga duración que comienza, por lo menos, con la mal llamada campaña al desierto de fines del siglo XIX, ese genocidio que dio lugar a una repartija de enormes extensiones de tierra entre las familias patricias. Se señala la coincidencia entre esos apellidos que se apoderaron entonces de miles de hectáreas con los de integrantes del actual gobierno como Bullrich (por la ministra de Seguridad, Patricia, y el hoy senador Esteban), Peña Braun-Menéndez (por el jefe de Gabinete, Marcos) y Oris de Roaes (por el embajador en Estados Unidos, Fernando). Provoca escalofríos saber que donde ahora se levanta el Patio Bullrich, uno de los shoppings más paquetes de Buenos Aires, eran rematados los “indios” e “indias” capturados como mano de obra esclava para las estancias.
Y así como después de la “epopeya” de Roca también se beneficiaron con campos algunos extranjeros, sobre todo ingleses, a partir de la década de 1990 llegaron otra vez a la Patagonia magnates foráneos, como el italiano Luciano Benetton y el norteamericano Joe Lewis. El empresario textil de los “colores unidos” –entre los que parece que no armoniza la tez cobriza mapuche– posee en el sur 900.000 hectáreas, equivalentes a 44 veces la superficie de la Capital Federal y constituye –en relación con la extensión de sus propiedades– el mayor terrateniente actual de la Argentina.
Justamente por la pelea por recuperar tierras ancestrales mapuches que hoy están en manos de Benetton se desencadenó la represión de Gendarmería que condujo a la desaparición y muerte de Maldonado. Uno de los momentos más impactantes del documental es cuando un periodista intenta aguarle la fiesta a Luciano interpelándolo, en medio del ágape de apertura de una exposición en Italia de su fotógrafo preferido, acerca del destino de Santiago.
Mediante tomas con drones la película también muestra la impresionante mansión que Joe Lewis construyó a orillas de Lago Escondido, en medio de un paradisíaco paisaje al que los argentinos tienen el acceso vedado por tranqueras cerradas con candados. Otra escena que estremece es el primerísimo plano de Patricia Bullrich en pleno sincericidio: “Quieren que tiremos a un gendarme por la ventana y nos saquemos el problema de encima, como antes hicieron otros. Pero nosotros no vamos a repetir eso porque precisamos a esta fuerza para hacer lo que estamos haciendo”.
Es tanta la simultaneidad entre lo representado y la representación que en el mismo momento en que las cámaras captan el dolor con el que los restos de Santiago son velados en su 25 de Mayo natal, el 25 de noviembre último, las fuerzas represivas se cobraban otra víctima en el sur y mataban por la espalda al joven mapuche Rafael Nahuel. La denuncia sobre este nuevo crimen también se añade entonces al filme.
La película, como no podía ser de otra manera, toma partido. Todas lo hacen, lo admitan o no. Aquí se hace hincapié en la responsabilidad de la ministra Bullrich; su jefe de Gabinete, Pablo Noceti; los gendarmes intervinientes y el juez Guido Otranto. El camino de Santiago es una realización estético-política que aprovecha las cualidades del género para estimular las luchas sociales. Eso constituye un mérito y no un defecto, tal como lo ha querido resaltar La Nación –que cuando habla de la campaña de Roca escribe “genocidio” así: entre comillas– al llamarlo “cine militante”, sabiendo de la connotación peyorativa que ese adjetivo tiene para sus lectores.
Hay en el mundo y en el país un extenso linaje de documentales con propósitos de denuncia y de promoción de la movilización al que éste, aunque sean otros los tiempos y diversas las formas, tiene razones de sobra para sumarse. Una saga con hitos internacionales como La batalla de Argel (1966) de Gillo Pontecorvo o locales como La hora de los hornos (1968) de Pino Solanas y Octavio Getino. Según cuenta Lafón, un pensamiento similar expresó Carlos Ulanovsky a la salida de la función de estreno: “Esta película es La hora de los hornos del siglo XXI”.
Una premiada trayectoria
Tristán Bauer, nacido en Mar del Plata en 1959, inició su carrera en 1985 con el corto Ni tan blancos ni tan indios y seis años después realizó el mediometraje El oficio de amar. Cobró notoriedad en 1984 con su elogiado y premiado documental Cortázar y afianzó su prestigio en 1990 con Después de la tormenta, una cruda ficción con un reparto encabezado por Lorenzo Quinteros, Patricio Contreras y Ana María Picchio, ganadora de varios Cóndor locales y distinguida en los festivales de San Sebastián y Huelva. En 1997 estrenó Evita, una tumba sin paz, con guión de Miguel Bonasso, y dos años después se ocupó de Borges en Los libros y la noche, premiada en La Habana. En 2005, de retorno a la ficción, dio a conocer Iluminados por el fuego, quizás la mejor película sobre Malvinas hecha hasta el presente, basada en el libro del ex combatiente y hoy periodista Edgardo Esteban. Este trabajo también tuvo un gran reconocimiento local e internacional y se hizo acreedor a un Goya español. Cinco años más tarde presentó otro documental, también muy celebrado, llamado Che: un hombre nuevo, obviamente referido a Ernesto “Che” Guevara.
Se abrió luego un paréntesis en el desempeño como realizador de Bauer porque en 2007 fundó y pasó a dirigir el Canal Encuentro, señal por entonces dependiente del Ministerio de Educación de la Nación, y en 2008 asumió la conducción del Sistema Nacional de Medios Públicos, que además de Encuentro incluía al Canal 7 y a Radio Nacional y sus filiales del interior.
El camino de Santiago: desaparición y muerte de Santiago Maldonado es, por lo tanto, su noveno opus. El equipo incluye, entre otros, a Jorge Topo Devoto y Osvaldo Papaleo como productores; Juan Alonso como responsable de la investigación periodística; Omar Quiroga y Florencia Kirchner como guionistas; Manuel Fernández, Diego Belaunzaran Colombo a cargo de la fotografía y las cámaras; Belaunzaran Colombo más Diego Briata como montajistas y Julio Cienfuegos, Lucas Page y Lucas Meyer como sonidistas. El conocido actor Darío Grandinetti pone la voz en off y la música incluye temas como A desalambrar de Daniel Viglietti, Como la maleza de Gabo Ferro y una canción original, Las ausencias, de León Gieco (ver recuadro).
Un león haciendo canciones
La mayoría supone que León Gieco creó por encargo un tema para esta película. Pero no fue así. Amigos desde hace tiempo, Tristán Bauer invitó a León a su casa para observar un avance del trabajo y conocer su opinión. A los pocos días, el músico volvió al domicilio del director y le dijo: “Dejo esto para vos”. Por propia iniciativa, escribió una letra, le pidió a Luis Gurevich que le pusiera música y la grabó. Bauer no dudó un segundo en añadir la canción a la banda sonora del filme. Esto dicen los versos de Las ausencias:
“Las ausencias son más que primaveras,/siempre ofrecen flores eternas,/el amor, lenguaje de la vida, lejanía infinita.//Las ausencias aparecen de la nada/en cualquier momento del día/como un refugio de los sueños/victoriosos, perpetuos.//Siempre presentes/como el aire al respirar.//Las ausencias que uno no quiso que fueran/cumplen años y no envejecen./Clarividente, su última mirada/dijo todo, ahora nada.//Las ausencias comienzan con dolor,/luego el llanto se va mitigando,/te hace fuerte, te va elevando/sobre huellas de salvación.//Siempre presentes/como el aire al respirar.//Cuántas canciones trae el viento,/cuántos fanales aquel puerto/de los barcos que se van.//Cuántos sonidos el silencio./La luz fugaz que cruza el cielo/como un alma que cae.//Sólo un buen ausente, un buen día sabrá traer/un ángel de luz para un mundo que está en la cruz./Sólo un buen ausente sabrá traer/el milagro de ese amor que nos faltó”.
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