La Casa de los Niños de Avellaneda fue el primer programa de la organización Pelota de Trapo, nacida a fines de los 70, para dar respuesta a aquellos niños y niñas cuyos padres iban quedando en el camino, al compás del cierre de sus fuentes de trabajo. Hoy denuncian que el ajuste les llega desde un servicio básico para la vida: desde el año pasado comenzaron a llegar facturas de AySa de más de 20 mil pesos, impagables para una organización popular.
(AP) Desde los 80 hasta hoy Casa de los Niños no ha dejado de atender cientos de chicas y chicos de lunes a viernes, de 8 a 18, de 1 a 14 años. En ese espacio son felices. Tienen garantizado el desayuno, el almuerzo y la merienda. Los atienden los médicos y el odontólogo. Se ponen lindos para ir al jardín o a la escuela, aprenden otros saberes con los educadores, juegan, son abrazados y reciben el alimento imprescindible para la vida: la ternura que les permita torcer un rumbo que el sistema les tiene fatalmente asignado.
Uno de los objetivos de Casa de los Niños es que los chicos y las chicas puedan recibir el baño necesario en una ducha con agua caliente. Tantas veces en sus casas eso no es posible porque no cuentan con agua potable. Es el único baño calentito al que puede acceder la mayoría de los casi 200 que cotidianamente pasan por Casa de los Niños.
Sin embargo AySA aplicó su propia tarifa durante los últimos meses de 2018 y envió facturas impagables de más de $ 20.000. Después de varias reuniones con funcionarios de la empresa llegaron menores montos. Pero esas facturas devengadas son implacablemente sostenidas, con intereses acumulados y entregadas a estudios jurídicos que acechan como lobos hambrientos para sacar su propia tajada.
Hoy la deuda es de $ 143.327 y el saldo total supera los 155.000 pesos. El magro subsidio que recibe Casa de los Niños por parte del Estado para atender a 190 chicos y chicas es de $ 315.630: cada niño tiene una beca de $ 1.670 mensuales con los que la organización debe garantizar la comida, la educación y su salud.
El agua es considerada por las Naciones Unidas como un derecho humano. Sin embargo, el Código Civil argentino de 2015 quitó a último momento el artículo que lo consagraba. El Censo 2010 determinó que sobre un total de 12.277.937 hogares, unos 10.208.884 tenían acceso a servicios de agua potable (el 83%). Uno de los territorios por debajo de la media nacional es la provincia de Buenos Aires con un 75%. Por lo tanto, el 25% de los hogares no tienen acceso al agua pura y sana. Gran parte de la niñez que transita Pelota de Trapo día tras día está atravesada por esa carencia. Las aguas de las canillas de Pelota no se derraman en dispendios, sino que bañan a los niños y les permiten beber agua de la mejor calidad posible en el sur del conurbano, a diez cuadras del Riachuelo. Agua que no los enferme, que no los pueble de bacterias, que no les provoque diarreas, que no haga peligrar sus vidas.