Humilde, sencillo, perseverante. La radio que fundó hace 25 años en Villa Elvira fue siempre un micrófono abierto a los de abajo y una verdadera escuela de comunicación popular en la región. Historias, testimonios, recuerdos y semblanza de un tipo al que La Plata le debe un homenaje.
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Por Pablo Antonini
“Nunca lo había escuchado dar un discurso como ése”, repasa y se sorprende todavía el Tano Pescetta, recordándolo de pie, a su lado, en el escenario montado sobre la calle 75 hace tan poco, el 17 de noviembre pasado.
Radio Futura, su creación, festejaba y transmitía sus primeros 25 años de vida con una fiesta popular en la calle, frente a su histórica casa de Villa Elvira. Varios artistas habían pasado ya entremezclados con saludos, adhesiones, cartas. Gente de la radio se alternaba en los puestos de choripán, pizza casera por porción, CDs, imanes y otros “souvenires artesanales” de Futura, todo a beneficio de la causa. Ya había terminado el trío Catalá-Negri-Zurbano y se venía para el final la “cumbia sabrosa y poderosa” de Les Minón, cosa de terminar bien arriba. Pero ahora la música hacía una pausa y ahí estaba Eduardo, flanqueado por Pescetta y Marcelo Calviño, contento bajo las ristras de banderines y luces de colores brillándole en la pelada, para decir lo suyo.
“Hasta hoy lamentablemente se sigue discutiendo que el periodismo es objetivo. Pero no es objetivo, eso que se lo vayan a vender a Magoya…—disparó el Gordo—. El periodismo es subjetivo y arbitrario. Elegimos la música que queremos pasar, decimos lo que tenemos ganas de decir y hacemos lo que nos gusta, nadie nos va a decir qué es lo que debemos decir ni hacer. En ningún medio existe alguien que diga algo sin algún pensamiento político. El ser humano es un ser político y creo que en eso está definido todo”.
Eduardo era más bien tirando a tímido, de hablar bajito, pero estaba encendido esa noche. Entre los aplausos de la gente sentada en las hileras de sillas de plástico y espacios varios de la calle y la vereda, se remontó primero a esos inicios, cuando “nadie se atrevía a hacer un equipo para una FM”. Recorrió los primeros pasos recurriendo “a un tipo que arreglaba radiotaxis, por ejemplo, que nos vendió la primera caja de ilusiones, que no andaba”, hasta que dieron con alguien que arreglaba equipos de transmisión de aviones “y nos ayudó a cambio de unos mates. Estuvo toda una madrugada arreglando el equipo, y lo arregló. Nos hizo comprar una lámpara y nos consiguió otra que usa el aparato de comunicación de los aviones, y nos saco 50 vatios. Ahí llegábamos hasta la Terminal… ¡Llorábamos de alegría ese día! ¡Una cosa de locos!”.
“Nunca lo había escuchado así”, insiste ahora Pescetta. El Gordo estaba emocionado y no paraba de nombrar gente. Una larguísima lista de personas y organizaciones vinculadas a esta historia mechaba con precisión cada recuerdo: solitarios mosqueteros de las primeras mañanas; compañeros que ya no están, como Javier Prol (“un adelantado en hablar del medio ambiente en función de lo social”, en cuyo nombre se bautizó al estudio de la radio) o “el queridísimo” Daniel Molina. Gente que un día llegó, estuvo “y tiene hoy su proyecto, y sigue el camino que uno ha marcado”; gente que un día llegó y todavía está. “Siempre digo que aprendí de todos los que pasaron por la radio”, afirmó con su habitual humildad el responsable de un espacio que enseñó tanto.
Imposible imaginar, para los que aplaudíamos desde esa calle y esa historia, que a ese tipo tan contento y querible, de 52 años, se lo iba a llevar un infarto dos meses después mientras dormía. Todavía no lo podemos creer.
Memoria con proyección
Radio Futura elige celebrar como fecha de nacimiento el 10 de octubre de 1987, día en que por primera vez fue empuñado el micrófono y se oyó al aire la frase “Música y palabras en tu idioma”, que aún suena. Pero en realidad transmite desde mediados del ’86.
Hay que ubicarse en el contexto para dimensionar la magnitud de esa aventura: la dictadura había terminado hacía sólo tres años y la “amenaza militar” todavía se sentía tangible para una sociedad acostumbrada a alternar golpes de Estado con breves lapsos constitucionales. Un fuerte discurso instalado en la época pregonaba “por qué mirar hacia el pasado si nos vamos a golpear contra la pared”, recordaba Eduardo en una nota de Indymedia. “En cambio nosotros planteábamos mirar el pasado para ver hacia dónde íbamos como sociedad. Una memoria con proyección de futuro”. Y ahí apareció el nombre de la radio.
“Arrancamos buscando un lugar donde pudiera expresarse la gente de la región que la estaba peleando —cuenta Pescetta— y pasar esa música que no se escuchaba. Eduardo sabía mucho de la música nuestra, la música popular latinoamericana, yo creo que fue un precursor en un montón de cuestiones. Fue una radio de encuentro: gente que se había ido y se reencontró después del exilio en la radio, y eso también lo generó él”.
La radio fue creciendo de aquella primera cabina sin lugar ni para sillas, donde se transmitía de parado y se pasaba música de un grabador tipo reporter, a “un estudio para cuatro, que la ‘banda descontrolada’ que a principios de los ‘90 defendía al Astillero Río Santiago ante el desguace y privatización solía colmar con 8 o más, refugiándose en el cobijo mediático que pocos les otorgaban”, evoca Gustavo Zurbano, vecino, músico y militante de la radio, en un texto arrancado de un tirón al dolor, apenas fallecido Eduardo. Donde también destaca el “espacio para cualquier propuesta musical alternativa. La elección que Los Redondos hicieron cuando optaron por Futura para mostrar sus estrenos da cuenta de ello”.
Allí tuvieron lugar las primeras experiencias radiofónicas de las Madres y la CTA, y las más diversas organizaciones, voces y propuestas. Hubo mejores y peores momentos, etapas difíciles donde —a medida que el espectro se poblaba bajo la ley de la selva— la señal era barrida por potentes radios comerciales. Y también “tantos políticos que han pasado y uno los ha escuchado que iban a hacer la revolución, y cuando crecían un poco y se les iba a pedir colaboración le cerraban la puerta”, se queja Pescetta.
Ahora “estamos trabajando mucho para que quede su recuerdo”, asegura, y adelanta que con la Secretaría de Derechos Humanos del Municipio impulsan la institucionalización de un “Premio Eduardo Candreva a la Comunicación Popular” en la ciudad.
Retomar el rumbo
Américo Candreva, el papá de Eduardo, logró reunir fuerzas para volver a entrar a la radio dos semanas después del velorio, para esta nota. A Claudia, la mujer de Eduardo, le pasa al revés: necesita ir todo el tiempo. “Ayer me vine como a las 2 de la mañana y me puse a limpiar”. Pescetta llegó varios días “con el auto hasta la puerta”, hasta que finalmente pudo entrar para una juntada que hicieron con el equipo de la radio, donde “estuvimos arreglando el techo, acordándonos cosas del Gordo, hicimos unos chorizos. A ver qué rumbo tomamos… —duda, y se corrige—: O de qué forma retomamos el rumbo. Y empezar a pedalear de nuevo”.
A todos les pasa lo mismo: la radio es Eduardo, cada centímetro de ese espacio tiene su impronta. Lo que no significa que peligre sin él, porque entre las tantas cosas que dejó hay un grupo andando, decidido a sostenerla (ver La radio sigue).
“Lo que más quiero marcar —dice Américo, conmovido pero entero— es esto: era un hombre de bien. Un tipo bueno de siempre, que caminaba tranquilo sin levantar la voz, y no es que yo le pegaba para decir ‘usted’. Nació así. Era un don de él. En el velorio y después no hubo una persona que no viniera a felicitarme por la clase de persona que era. Por algo habrá sido, digo”.
“Lo vi tan bien en la fiesta de los 25 años… —retoma Pescetta—. Yo les decía a los chicos hay que armar separadores con ese discurso. Ahí está claro quién era él. Él pensaba que estaba contando qué era Futura, pero en realidad estaba diciendo quién era Eduardo”.
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- Candreva dixit
- Testimonios de compañeros y amigos
Producción Pablo Antonini, Martín Luna
Colaboración Zulema Enriquez, Javier Sahade