Editorial: 20 años después

In Edición Impresa, Editorial -

La Pulseada celebra con esta edición especial sus veinte años de vida. Lo hace en su tradicional versión en papel después de que, a comienzos de 2020, la pandemia la obligara a interrumpir la impresión y limitarse al soporte digital.

La revista fundada por el Padre Cajade apareció en abril de 2002. Desde entonces, con pocas excepciones, salió de imprenta cada mes, entre abril y diciembre de cada año.

El proyecto original era al mismo tiempo periodístico y social. El querido cura pensó, por un lado, en contar con un medio que difundiera los temas o los puntos de vista ausentes de la prensa comercial. Por otro, concibió la venta de los ejemplares como una fuente de ingresos para desocupados, comedores o instituciones de la zona. Esos objetivos se cumplieron en mayor o menor grado según los momentos.

Respecto al papel político y cultural que se pretendía jugar, Cajade lo definió con claridad desde el principio: “Intervenir en el gran debate de si el mundo es para todos o, como dicen muchos, no más que para unos pocos”. En ese sentido, La Pulseada logró convertirse rápidamente en una voz audible y respetada dentro de la región y en un medio alternativo de referencia.

Sería demasiado largo y casi imposible mencionar sin cometer omisiones a la totalidad de quienes contribuyeron para eso. En 2014 se intentó reconstruir la lista completa de directivos, redactores, colaboradores, fotógrafos, ilustradores, diseñadores, promotores publicitarios, encargados de distribución y vendedores que participaron desde el comienzo. Fueron casi quinientos nombres propios y actualizar esa nómina supondría hoy sumarle varios centenares más.

En lo estrictamente periodístico, no fue solo el lugar donde publicaron profesionales que ya contaban con mucha trayectoria sino también el espacio en el que hizo sus primeras letras mucha gente joven.

Las camadas de redactores se fueron renovando pero los que, por distintas causas, debieron alejarse nunca dejaron de sentirse orgullosos partícipes de esta historia que, según reconocen, los marcó a fuego. Pasaron a trabajar en otras ciudades o países, se sumaron a otros medios existentes o crearon nuevos, escribieron libros, pero siguiendo siempre la misma huella de periodismo comprometido que la revista había abierto para ellos. Alguien lo dijo muy gráficamente hace poco: “La Pulseada fue el potrero en el que aprendimos a jugar”.

Tampoco faltaron ؙ—y es otro motivo de satisfacción— los que se transformaron en líderes de organizaciones nacionales de la comunicación comunitaria como FARCO o ARECIA.

Actualmente hay diversos factores, desde los cambios en los hábitos de lectura hasta la multiplicación de los costos, que hacen muy difícil la continuidad de las ediciones en papel. Es difícil anticipar si esta reaparición de la revista en su formato físico implica un hasta luego o un adiós definitivo a la versión tradicional. O, simplemente, un reencontrarnos en este formato cada tanto.

De lo que no cabe duda es de lo necesarios que continúan siendo los medio  —impresos o digitales— que expresan a los sectores populares. Porque a los modelos individualistas, egoístas y excluyentes que otra vez amenazan con imponerse es imprescindible seguir dándoles la pulseada.

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