Del orden de la cultura

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En La Plata los espacios culturales alternativos crecen y se consolidan: hoy se pueden contar alrededor de 100 experiencias. Nacidos como respuesta a las crisis del ’90 y 2001 se desarrollaron en un vacío legal que hoy los expone a clausuras y arbitrariedades. La pelea por una reglamentación inclusiva frente a una gestión municipal que los excluye.

Por Mariana Arocena

Fotos Cesar Parra y Nicolás Mañez, Colectivo fotográfico Otra Óptica

Gráfico: Juan Pastrello

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El último día de agosto, los centros realizaron un Segundo Cabildo Abierto de la Cultura en Plaza Moreno

Una banda de rock conecta sus equipos en el escenario y una piba se enrolla en una tela naranja que cuelga de un andamio en un cantero de Plaza Moreno. Un poco más allá un grupo de chicos se maquilla y otros forman una ronda con guitarras para seguir las indicaciones del profesor. En una mesa varios papeles flamean con el viento, una piedra los aprieta y no deja que se vuelen. «La cultura no se clausura» se lee.

Es una tarde soleada y frente a la Municipalidad de La Plata se desarrolla el Segundo Cabildo Abierto de la Cultura, un encuentro de quienes hacen y transitan a diario los espacios culturales alternativos de la ciudad para mostrar y compartir públicamente lo que sucede en su interior. Es también una acción que se suma a la agenda de manifestaciones y reuniones que se sostiene desde hace meses entre integrantes de estos grupos y el Secretario de Cultura Gustavo Silva, para garantizar la sostenibilidad y permanencia frente a las sucesivas clausuras que vienen sufriendo los espacios desde el año pasado.

En los primeros meses de la nueva gestión municipal se diagramó la reglamentación de la Ordenanza 11.301, aprobada en septiembre de 2015, que rige sobre el funcionamiento de las organizaciones culturales. «Estuvimos meses trabajando, redactando el proyecto de reglamentación, que luego iba a legales y volvía con correcciones que nosotros mirábamos y volvíamos a enviar» cuenta Rosana, abogada integrante del CC El Jacarandá y la UCECAA (Unión de Espacios Culturales Alternativos y Artistas de La Plata). De ese proceso resultó un texto del que, al cierre de esta edición, sólo restaba la firma por parte del Ejecutivo Municipal, retraso que pone en jaque a estos lugares.

Previsto en el artículo 1 de la ordenanza, el 6 de junio se abrió el Registro de Espacios Culturales Alternativos por un plazo de 60 días. La inscripción implica la habilitación provisoria por un año, tiempo en el que los establecimientos deberían acondicionarse para tramitarla definitivamente. También supone que durante el plazo en que el registro está abierto los espacios pueden funcionar normalmente mientras se inscriben para contar con personería jurídica, un trámite que deben hacer y lleva tiempo gestionar, además de tener un costo de alrededor de 10 mil pesos.

Pero en la primera quincena de agosto inspectores de la Subsecretaría de Convivencia y Control Ciudadano -antes Control Urbano- clausuraron cinco espacios culturales: El Jacarandá, Milton Lugar, el Centro Universitario de Tandil (CUT), el Centro Social y Cultural Olga Vázquez y Teatro Práctico, negando la vigencia del Registro y la documentación presentada como habilitación provisoria. «Sin reglamentación, el registro se vuelve endeble, más allá de los diálogos y promesas realizadas en las reuniones», explica Rosana.

A raíz de esto, los espacios incrementaron las acciones de visibilización de su problemática. Fueron convocados a una reunión donde además de Silva estaban el Secretario de Convivencia y Control Ciudadano Roberto Di Grazia, el Secretario General Javier Mor Roig y el Secretario de Desarrollo Social Rubén Antonio Casanovas. Asumieron el compromiso de informar a todos los inspectores sobre la existencia del registro y firmar y publicar en el Boletín Oficial el día 1 de septiembre la reglamentación de la Ordenanza. A mediados de mes esto todavía no había sucedido, y el sábado 10 de septiembre Control Urbano volvió a intentar la clausura del CUT desconociendo otra vez la existencia de la normativa.

Espacios con cuerpo e historia

Los primeros espacios culturales alternativos fueron hijos de la crisis de los ’90 y posteriormente de la de 2001, cuando la gente se empezó a juntar y ensayar otros modos de gestar poder popular. Surgieron las asambleas, las barriadas, organizaciones sociales por fuera de partidos políticos y también, tras años de desfinanciamiento de la cultura, los espacios culturales. La Grieta, La Fabriquera, Viejo Almacén El Obrero o el Centro Cultural Daniel Omar Favero son algunos de los organizados en esa época que continúan funcionando.

Desde entonces la autogestión es la característica fundamental de estos lugares sostenidos por sus integrantes a pulmón y sin fines de lucro, pensando la producción cultural de modo comunitario, como capital social, herramienta de trabajo y de visibilización de los contextos en los que se instalan, migrando la producción artística del museo a la vereda.

La Pulseada relevó alrededor de un centenar de espacios en la ciudad (ver recuadro), con encuadres y formas de trabajo muy diversas, donde además de dar lugar al arte se dictan talleres, funcionan cooperativas de trabajo, proyectos gastronómicos y medios de comunicación comunitarios. Algunos anclan su trabajo en los barrios en los que se radican, otros son itinerantes; algunos abren todos los días sus puertas, otros para eventos específicos. Allí crece cada vez más el trabajo de profesionales y oficios vinculados al desarrollo de las producciones culturales como los de sonidistas, fotógrafos, docentes, comunicadores sociales, diseñadores gráficos, iluminadores, ilustradores, técnicos electricistas, escenógrafos, entre otros.

«En el último tiempo crecieron mucho las clases de oficios, la mayoría de los alumnos viene a aprender para tener una segunda salida laboral», señala Silvia que es tallerista en Benteveo, una casa antigua donde se dictan talleres de arte y oficios de lunes a viernes. «Este es mi trabajo, cada día genero la posibilidad de vivir de lo que me gusta, para lo que me formé», agrega mientras limpia un shablón de serigrafía. En Benteveo se dictan siete talleres semanales a los que asisten personas de diversas edades. Clausurar un espacio cultural hoy es también cortar el acceso a fuentes de trabajo, a la formación de quienes asisten a esas clases e interrumpir el acceso a expresiones artísticas como el teatro, la música, la danza, el cine.

Las ordenanzas

centros-cult-web-2Tras años de funcionamiento en un vacío legal, en el 2008 se sancionó la ordenanza municipal 10.463 que caracterizó por primera vez a los espacios culturales alternativos y proponía la inscripción en un registro con una habilitación previa. Pero no estableció condiciones acordes al funcionamiento: las reglamentaciones no consideraron la actividad nocturna de los espacios y se veían obligados a cumplir las normas vigentes para bares y boliches.

En el 2011 el Código de nocturnidad de la ciudad incluyó a los centros culturales en su normativa equiparándolos otra vez con estos establecimientos con fines comerciales. La disposición alejó aun más a los espacios alternativos de la posibilidad de ser habilitados. La mayoría de sus agendas incluyen eventos artísticos nocturnos -obras de teatro, bandas en vivo, proyecciones, muestras- que no sólo forman parte de la razón de ser de estos lugares sino que constituyen el medio de subsistencia para cubrir los gastos básicos de mantención.

Luego de reuniones y manifestaciones la Red de Centros Culturales de entonces logró que los contemplen en un artículo aparte. Se iba a regir según la ordenanza y preveía la formación de una comisión de aplicación de trabajo tripartito entre Secretaría de Cultura de la Municipalidad, el presidente de la comisión de Cultura del Concejo Deliberante y representantes de los espacios culturales. De todos modos, al no estar establecidas claramente las condiciones de habilitación, todo fue quedando en la nada.

En el 2015 una serie de clausuras por parte de Control Urbano incrementó la alerta entre los trabajadores de estos ámbitos. Una de las primeras fue en enero, durante un evento en el Centro Social y Cultural Olga Vázquez. El modus operandi fue -y sigue siendo- caer alegando denuncias de los vecinos por ruidos molestos, solicitar la documentación de la habilitación y ante su ausencia, clausurar.

En julio de ese año se realizó el Primer Foro Regional donde alrededor de 50 colectivos culturales de la ciudad se reunieron a debatir sobre su trabajo y la necesidad de sentarse a formular con el Estado no sólo una ordenanza que tuviera en cuenta sus condiciones de existencia, si no una política cultural inclusiva del sector. Surgieron nuevas coordinadoras como la  Red de Espacios Culturales, la Unión de Centros Culturales Alternativos y Artistas de La Plata (UCECAA) y la Ronda de Espacios Culturales Autogestivos (RECA).

Finalmente en septiembre de 2015, se sancionó por unanimidad la Ordenanza 11.301 que derogaba la anterior (ver recuadro).

Las clausuras, sin reglas

Pese a la gran cantidad de reuniones y promesas por parte del Ejecutivo municipal, al cierre de esta edición la ordenanza no se había reglamentado. Y los trabajadores de la cultura surfeaban la ola de clausuras y el accionar arbitrario de los diferentes órganos de intervención oficiales en la actividad nocturna.

Solano es actor e integrante de Teatro Práctico desde su fundación. comoda la bandera del lugar sobre unos equipos de sonido y cuenta cómo a su espacio lo clausuraron el 13 de agosto. «Cuando llegó Control Urbano yo estaba en la puerta y los atendí relajado porque el día anterior me había inscripto en el Registro de Centros Culturales que otorga la habilitación provisoria por un año». Pero su intuición falló. Los inspectores desconocieron ese trámite y le pusieron la faja de clausura. «Me dijeron que iban a llamar a la policía para desalojar pero yo les dije que no hacía falta, que yo estaba a cargo y podía hacerme responsable de eso, no necesitábamos fuerzas externas». Solano tomó el micrófono y le contó a la gente presente que debían abandonar el lugar. Todos se fueron tranquilos, eran las 2 de la mañana de un sábado y la muestra del taller de música había terminado.

Teatro Práctico nació hace cinco años como parte de la búsqueda de los integrantes de un taller de teatro por tener su propio espacio para ensayar y explorar en la disciplina. Realizan actividades vinculadas a las artes escénicas, cocina para niños, canto y eventos que les permiten obtener el dinero que sustenta los servicios básicos que necesitan para mantenerse abiertos. «Encontramos la casa y desde entonces se viene laburando a pulmón. A pulmón y amor que es la riqueza más grande que tienen estos espacios», dice Solano.

«Una de las primeras cosas que surge es la cuestión de la nocturnidad y nosotros no somos bares o boliches. Cuesta explicar y que se entienda qué somos porque no somos todos iguales. Somos espacios abiertos, sin fines de lucro, donde circula gente y eso les hace ruido. Nuestros espacios no son lugares de consumo cultural en el sentido que propone el mercado, sino de creación que excede lo artístico. Tenemos otra vida diaria entre trabajo, organización, educación, que no entra tan fácil en el concepto básico de centro cultural», agrega Pablo, integrante del colectivo Arte al Ataque, el Olga Vázquez y la Ronda de Espacios Culturales Autogestivos (RECA).

En el Centro Social y Cultural Olga Vázquez funcionan 25 talleres a los que asisten más de 250 personas, varios emprendimientos autogestivos con más de 80 trabajadores, dos bibliotecas populares, una radio comunitaria con más de cuatro años en el dial local, y es escenario de la participación de distintas organizaciones sociales y políticas y de artistas de diversas disciplinas. No es el único. Franco, integrante del Club de Samba y Choro de la Ciudad de La Plata, subraya: «Los músicos encontramos un lugar de laburo permanente en los espacios culturales. Son fundamentales para nosotros».

Ordenanza, y después…

Para obtener el certificado de anti siniestralidad, y por consiguiente la habilitación de espacio cultural, es necesario modificar la estructura edilicia para adaptarla a las medidas de seguridad vigentes. Las coordinadoras de centros culturales señalan una cuestión compleja de la actual ordenanza: el costo que implica reformar un espacio para obtener la anti-siniestralidad. La mayoría funcionan en casas alquiladas que no pueden ser reformadas de acuerdo a las condiciones requeridas porque implica tirar abajo paredes, romper cocinas, baños o habitaciones, modificaciones que los contratos no permiten.

Por eso la implementación de la ordenanza es otro de los puntos importantes a definir una vez que se logre la reglamentación. «Para la habilitación hay una serie de obligaciones difíciles de abordar para una organización que no persigue fines de lucro, porque implican un desembolso económico que no se condice con la naturaleza del lugar, definida por la misma ordenanza», dice Damián, actor y gestor cultural, integrante del Centro Cultural En Eso Estamos. «Acá hay una construcción de más de quince años de un modo de hacer que se va consolidando política, social, económica y productivamente. Este trabajo se ha ido solidificando. Cada vez más los centros culturales pasan a ser espacios de trabajo y educación con pedagogías que abarcan muchas ramas, no sólo la artística. No es la ordenanza el único punto importante a definir, es un lugar para luchar, de diálogo fundamental, pero nosotros no nacimos por una ordenanza municipal. Seguiremos peleando por el acompañamiento de materiales para infraestructura o asistencias técnicas por parte del municipio», agrega.

La discusión entonces supera la norma y se convierte en una pelea por el concepto de lo que debe ser la gestión, el trabajo cultural y su acceso. «Hay una construcción de sustentabilidad social por parte de nuestros espacios con la comunidad que viene fortaleciéndose y por otra parte, un debate por la sustentabilidad económica», concluye Damián.

La “ciudad cultural” requiere, entonces, una política que no sólo contemple las particularidades de estos espacios si no también a los múltiples actores y trabajadores que transitan por ellos entendiendo a la cultura como un derecho universal y no una mercancía. La cultura, el trabajo y los derechos, no se clausuran.

11301, el número para dar la pelea

La Ordenanza 11301 caracteriza a los espacios culturales alternativos como aquellos «no convencionales, experimentales o multifuncionales donde se realice la producción, formación, investigación y promoción del arte y la cultura en sus diversas manifestaciones: artes escénicas (danza y teatro), música, artes plásticas, literatura, medios audiovisuales, exhibiciones de artes visuales, proyecciones multimedia, charlas, conferencias, educación formal y no formal, otras expresiones culturales y cualquier actividad de carácter formativa relacionada con todas las manifestaciones tangibles e intangibles del arte y la cultura». Fue presentada en septiembre de 2015 ante el Concejo Deliberante de la Ciudad de La Plata por el bloque del Frente Para la Victoria Nacional y Popular, encabezado por Florencia Saintout y aprobada por unanimidad.

En la misma se prevé la apertura de un Registro Municipal, condiciones para su habilitación que incluye, entre otras cosas, certificado de anti siniestralidad y personería jurídica; la presentación de un plan cultural con hasta cuatro actividades nocturnas, previamente informadas a la Secretaría de Cultura y a Control Urbano; un subsidio a los espacios habilitados acorde a sus dimensiones y exenciones impositivas, y la formación de una Comisión de Coordinación de Política Cultural de la Municipalidad de La Plata que quedará integrada por dos miembros de la Secretaría de Cultura, dos representantes del Concejo Deliberante y tres representantes de los Espacios Culturales Alternativos.

«Logramos desde la lucha que se termine aprobando una nueva ordenanza», dice «el Procer«, integrante del espacio cultural El Jacarandá y la UCECAA. «Consideramos que es un gran triunfo porque nos reconoce, nos habilita y nos subsidia. El tema es cómo llegar a ese punto de la habilitación. En esa lucha estamos nosotros, pidiendo una reglamentación flexible aunque aún el Intendente no firmó nada».

La inscripción en el registro del que aún falta firmar la reglamentación es el único recurso -si los inspectores de Control Urbano no lo desconocen- para mantener abiertos los centros sin contratiempos.

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