Defender lo conquistado

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“Si nosotros conseguimos convencer a los jóvenes de que la realidad, por difícil que sea, puede ser transformada, estaremos cumpliendo una de las tareas históricas del momento”.

Paulo Freire

A una semana del fallecimiento de Néstor Kirchner visité la casa de un joven al que llamaremos “Juan”. Vive en El Palomar, partido de Morón, tiene 23 años, trabaja hace cuatro, en forma efectiva, en una empresa textil, alquila una casita, tiene pareja y dos hijos. Cuando “Juan” tenía 17 abandonó la escuela, pasaba gran parte del día en la calle sin nada que hacer y llegó a cometer un delito junto a dos amigos, motivo por el cual yo lo visitaba. En ese entonces, la madre decía: “Yo ya no sé qué hacer con él”. La pareja actual de “Juan”, que también es una chica joven, me explica que desde hace cuatro años, cuando consiguió el trabajo efectivo, todo cambió en su casa: su pareja está todo el día ocupado en el trabajo y no se junta más con los pibes del barrio.

“El Chino” vive en Villegas, partido de La Matanza, tiene 22 años y algunas causas penales en su haber, de cuando era más chico. El otro día, en una entrevista, me decía: “Un bajón lo de Kirchner, en el barrio ayudó un montón, nos levantó de la mierda, hay mucha gente en esas cooperativas, muchas obras y muchos que cobran la asignación ésa”. “El Chino” hace un año dejó de estar privado de la libertad, primero en institutos de menores y después en cárceles de adultos; hoy trabaja, hace un año, junto a su hermano, para una empresa de construcción, de manera informal. También es papá, vive junto a su pareja y cobra la Asignación por su niño. Me contaba “El Chino” que hace poco había conseguido trabajo en una empresa de recolección de residuos que le permitía tener salario fijo y obra social, pero “saltó el antecedente de la causa penal” y no pudo tomar ese trabajo.

Sandra vive en Ezpeleta, partido de Quilmes. Tiene 22 años, es mamá y trabaja en las cooperativas del Plan Argentina Trabaja. El otro día, en una reunión de jóvenes, decía: “Néstor hizo mucho, hay miedo de que las cosas cambien para mal, pero los jóvenes tienen un as en la manga, nomás que no se dan cuenta”. Cuando le pregunto cuál es el miedo que tienen, contesta: “Miedo a que se pierda eso que estamos teniendo ahora”.

Estas tres situaciones muestran parte del escenario que se vive por estos días en los barrios. Jóvenes que hasta hace cinco o seis años se encontraban en situación de expulsión social, sin proyecto alguno, olvidados por el Estado y por grandes sectores de la sociedad civil, o encarcelados por sus conductas. Muchos de ellos hoy tienen la posibilidad de acceder a un trabajo y a distintos tipos de ayuda social del Estado nacional.

La generación de empleo, el desarrollo de la obra pública, las jubilaciones para las amas de casa, las efectivizaciones de las empleadas domésticas, la creación de cooperativas barriales, los programas de capacitación laboral para jóvenes y la Asignación Universal por Hijo son algunos de los indicadores de un regreso del Estado a la vida de los que menos tienen.

Estas políticas, definitivamente, promueven la inclusión social y permiten sobre todo que los y las jóvenes que se encontraban expulsados se incluyan socialmente y, de alguna manera, eso les permita armar un proyecto de vida. Claro que estas políticas muchas veces chocan en el territorio con los que quieren que nada cambie, con los promotores del clientelismo, con las estructuras partidarias anquilosadas que continúan defendiendo el asistencialismo, y también chocan con las balas del gatillo fácil de la Bonaerense o las prácticas de los “transas” que defienden sus intereses de intoxicar a chicos y chicas de los barrios. Erradicar este tipo de prácticas requiere de una fuerte voluntad política en la provincia de Buenos Aires, donde se perciben indicadores favorables sólo en algunos municipios.

A partir del fallecimiento de Néstor Kirchner, y con vistas al próximo año, quienes trabajamos en el campo popular no deberíamos centrarnos en debatir si “ser o no ser kirchneristas” sino en la defensa irrestricta de los derechos conquistados por este modelo de inclusión, que nacen de la lucha de muchos años de organismos de derechos humanos, sindicatos y organizaciones nucleadas en movimientos sociales.

Promover junto a nuestros pibes y pibas un proyecto de vida que les permita proyectarse a futuro enfrentando a la muerte es hoy la tarea de quienes trabajamos con ellos en barrios, organizaciones sociales o instituciones estatales donde a cada uno le toque estar. Será cuestión, entonces, de defender lo conquistado si no queremos volver al pasado. Como dice el Subcomandante Marcos, “vamos a vencer, no porque sea nuestro destino o porque así esté escrito en nuestras respectivas biblias rebeldes o revolucionarias, sino porque estamos trabajando y luchando para eso”.

Lic. Alejo García
Perito Trabajador Social del Cuerpo Técnico Auxiliar
del Fuero de Responsabilidad Penal Juvenil

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