El 10 de abril comenzó en el Congreso de la Nación el debate por la legalización del aborto. El movimiento de mujeres luchó más de 20 años para saldar una de las deudas más crueles que tiene la sociedad con las mujeres. Una crónica de las primeras horas de la discusión con voces que pintan de verde estos días que van a hacer historia.
Por Ayelén Vazquez
Fotos Gabriela Hernández
A las 10:10 de la mañana del martes 10 de abril la doctora en Derecho Penal Paola Bergallo se sienta en una mesa frente a su notebook y un micrófono finito y largo. Por delante se extienden tres filas largas de mesas y sillas color rojo, donde están sentados los diputados, diputadas y oradores que hablarán después. Por detrás pasan personas con café y vasos de agua. La sala está llena. Muchos periodistas y camarógrafos están atentos a lo que dice porque está saliendo en vivo. Es la primera oradora del primer día de la primera vez que Argentina va a debatir la legalización del aborto en la Cámara de Diputados de la Nación. El silencio en el ambiente recuerda que este es un momento histórico.
“Muchas gracias. Es un honor para mí estar aquí, acompañándolos y acompañándolas en saldar una deuda de la democracia con los derechos de las mujeres”, dice Paola, con una voz que tiembla un poco. Quizás porque está nerviosa, quizás porque quiere decir todo lo que tiene para decir en los estrictos siete minutos que se le concedieron. “La pregunta es si vamos a seguir usando el derecho penal para regular el acceso a derechos sexuales y reproductivos», continúa. Cuando a mediados de mayo hayan pasado por esta sala los casi 700 oradores previstos, los diputados y diputadas que están hoy sentados en las sillas color rojo deberán decidir si en nuestro país el aborto va a seguir siendo clandestino o si el Estado se va a hacer cargo de esta realidad.
A las seis de la tarde las calles aledañas al Congreso hierven de gente. La mayoría son chicas jóvenes. Rivadavia está repleta. Sobre Riobamba algunas vallas y un grupo de policías contiene a una columna de personas que llevan banderas rojas y blancas. Son los “provida”, o “antiderechos” según quién los defina. Son menos de doscientos y parecen enojados. Del otro lado, militantes del Partido Obrero están parados a pocos metros, tranquilos. Los que se oponen al aborto gritan, insultan y entonan canciones que de lejos se parecen a las de cualquier marcha. En el escenario las mujeres de la campaña cantan, bailan y abajo la pequeña multitud acompaña. El clima es de fiesta. Como un segundo #8M pero esta vez con la conciencia de saber que hay que sostenerlo muchos días, todos los martes y jueves. Pero la energía no se puede administrar, y muchas ya están afónicas. “Vamos a desconcentrar todes hacia Callao en grupos de mínimo dos. No vayamos para ese lado, para esa calle que nunca me acuerdo como se llama. Riobamba, gracias (sonríe), no nos dejemos provocar”, “la salida siempre es por izquierda, nunca por derecha”, dice otra chica al micrófono y todos ríen. Se terminó el primer día, abajo del escenario hay abrazos.
Maternidad, géneros, leyes y deseo
El 6 de marzo la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito presentó por séptima vez en la Cámara de Diputados su proyecto de ley. Lo firmaron 71 diputados y diputadas, el mayor número de firmantes desde la primera presentación, en 2007. Durante la mañana del 10 de abril expusieron mujeres y varones a favor del derecho al aborto. Por ejemplo, Gaston Chillier director ejecutivo del CELS dijo que “la penalización del aborto no disuade a las mujeres de hacerse abortos”. La clandestinidad hace que en nuestro país no haya números oficiales. Sin embargo, la práctica fue reconocida por el Ministerio de Salud de la Nación en 2015, cuando publicó un ya conocido informe donde advertía que “en la Argentina se realizan entre 370 y 522 mil interrupciones de embarazos por año”. Otro dato que sirve para estimar la cantidad de abortos es el número de hospitalizaciones producidas en los establecimientos públicos por complicaciones relacionadas con el procedimiento. Según las estadísticas hospitalarias del Ministerio de Salud de la Nación sobre el sistema público de salud, en 2011 se registraron en el país 47.879 egresos hospitalarios por abortos, de los cuales el 19% correspondió a mujeres menores de 20 años.
“La pregunta es si vamos a seguir usando el derecho penal para regular el acceso a derechos sexuales y reproductivos” (Paola Bergallo)
El Estado argentino no sólo obliga a las mujeres pobres a ser madres (porque las que tienen dinero y recursos abortan en clínicas con médicos que muchas veces en los hospitales públicos se pronuncian en contra), sino que gasta muchísimos recursos en procesos penales para estigmatizar y perseguir a las que no quieren serlo. Como Belén, la mujer tucumana que pasó 881 días presa por un aborto espontáneo. Soledad Deza, su abogada, expondrá en la misma sala donde lo hizo Paola Bergallo. En sus siete minutos, Deza dará más datos: en Tucumán, entre 1992 y 2012 hubo 534 causas judicializadas, de las que el 97% tiene mujeres abortantes como imputadas.
Salud pública, estereotipos, valores morales y éticos, penas y culpas, maternidad impuesta y disfrute sexual. Como pasó con la ley de divorcio, o con el matrimonio igualitario, el debate por el aborto libre, seguro y gratuito se instala para intentar que el Estado regule y proteja una práctica que en nuestro país sucede desde hace mucho. Cuando se habla de la necesidad de reconocer un derecho de las mujeres, se está pidiendo a gritos que se caigan los cimientos de un sistema que, ante un embarazo no deseado, otorga pocas opciones: abortar clandestinamente con el riesgo de morir o ser madres aunque no sea ése el deseo. Porque eso también se mueve con esta discusión. Es evidente que el deseo de las mujeres no desaparece con una prohibición.
Abortan las adolescentes y las preadolescentes. Abortan las mamás. Abortan las trabajadoras sexuales, las médicas, las abogadas y las maestras. Abortan las piqueteras, las diputadas y las juezas. Abortan los varones trans. “Hasta la semana pasada cuando no me estaba hormonando con testosterona, yo tenía tantas posibilidades de quedar embarazado como cualquier otra persona gestante”, dice Ismael mientras toma una cerveza fría. Es un viernes de principios de marzo y el cielo está a punto de estallar. Deben hacer más de treinta grados y la gente pasa caminando rápido, el aire tiene olor a lluvia. Ismael llega en su bici que lo acompaña a todos lados.
Cada día, 135 mujeres se internan en los hospitales públicos por problemas relacionados con una interrupción voluntaria del embarazo. Dos de cada diez tienen 19 años o menos
Como todo movimiento político, en el movimiento de mujeres conviven posturas encontradas, discusiones y peleas por el sentido de grupos que no siempre están de acuerdo entre sí. Por ejemplo, la idea de si dentro del debate por el aborto debe estar la voz de los varones trans. Aunque el proyecto de ley habla de “personas gestantes”, Ismael considera que aún predomina una idea binaria del género. Este es un lugar que todavía debe discutirse, es un espacio por el que luchar. “Yo no sé si la voz del varón trans deba ser la prioridad en la lucha por el aborto legal porque lo cierto es que la mayoría de las personas que abortan son mujeres. Pero la sociedad ignora que existen varones trans que abortan”.
¿Cómo es para un varón trans ir a una guardia con un aborto espontáneo o a una sala a pedir información sobre Misoprostol? Para las personas trans el sistema sanitario es un intrincado laberinto de discriminación y violencia institucional. Cuando Ismael llega a un consultorio y muestra el DNI donde todavía figura su nombre femenino lo miran raro, le hacen preguntas que lo incomodan. “Me pasó hace poco, fui a una clínica por un dolor de oído. El médico salió y me llamó. Cuando me levanté me dijo: ‘Vos no sos vos’. Ni me quiero imaginar lo que pasaría si fuera por un aborto”.
“Lo cierto es que la mayoría de las personas que abortan son mujeres. Pero la sociedad ignora que existen varones trans que abortan” (Ismael)
Ismael nació en Brasil, en una localidad muy chiquita cerca de Porto Alegre donde nunca pasaba nada, y donde nunca escuchó hablar de transexualidades diferentes. A los 18 años se mudó con su mamá y sus hermanas a Buenos Aires. Después de separarse de un novio violento se dio cuenta de que la opresión que sentía era algo compartido. Una vez, no hace mucho tiempo, fue a una fiesta “draggeado” como varón y se sintió muy cómodo. Esa noche alguien le dijo Ismael, y desde ahí todos lo llaman así. El nombre lo encontró a él. Y está agradecido que haya sido de esa manera porque, según dice, elegir un nombre le hubiera resultado muy difícil. “Un día conocí a un varón trans en una cooperativa y volvimos hablando en el bondi. Me contó cómo lo había tomado su abuela, las opciones que había de hormonación, todo. Me hizo un intensivo de masculinidad trans en el transporte público. Todavía no lo veía como una opción, me resultaba más una fantasía. Me imaginaba que para desear eso tenía que pasar por un montón de cosas, y no es tan complejo la verdad. Es sólo una decisión que tomás”.
¿Despenalizar o legalizar?
A partir de la discusión en el Congreso existen dos palabras que se utilizan como sinónimos, aunque no lo son. Despenalización y legalización. Despenalizar la práctica del aborto sólo implica rever el Código Penal, pero no obliga al Estado a garantizar el acceso a una interrupción segura y gratuita en el ámbito de la salud pública.
Es jueves y a media mañana el subte avanza lento, a veces para en las estaciones y se queda ahí dos, tres, cuatro minutos interminables de aire espeso. Al vagón sube una chica joven, flequillo morocho y borcegos. El pañuelo verde atado a la mochila está ahí, como una bandera.
Mientras el subte avanza en el Congreso empieza el segundo día de plenario. La rutina se repite: a la mañana los oradores a favor, a la tarde los que están en contra. Mariana Carbajal es una de las periodistas que desde hace muchos años lucha por visibilizar la violencia machista en los medios. Parada en el atril, Mariana dice: “Cada día, 135 mujeres se internan en los hospitales públicos por problemas relacionados con una interrupción voluntaria del embarazo. Dos de cada diez tienen 19 años o menos. El aborto ya existe: son alrededor de 450 mil mujeres las que recurren a esta práctica cada año. La criminalización no las persuade de no abortar. Lo único que logra es poner en riesgo sus vidas y su salud”.
Julia Gatica es médica generalista. Desde 2006 integra el equipo interdisciplinario de la sala de atención primaria que funciona articuladamente con el Hospital José Ingenieros de La Plata. Julia ríe alto y también se enoja cuando escucha algunos de los argumentos que erigen los antiaborto. Se le nota la bronca, porque todos los días ve a mujeres que llegan desesperadas, creyendo que no pueden decidir. “Falta mucho para que las médicas entendamos que la mujer no deja su autonomía en el momento en el que queda embarazada”.
Julia es una de las fundadoras de la consejería pre y post aborto que desde su creación en 2009 atendió a cinco mil mujeres que llegaron a esta sala de Melchor Romero. “Parte del trabajo que nos planteamos incluía capacitarnos. En ese marco empezamos a hablar de cuestiones que nos pasaban puertas adentro del consultorio, y la más fuerte era el embarazo no deseado”. Así fue como empezaron a participar de jornadas, charlas y espacios que les permitieran pensar cómo desde su lugar de profesionales de la salud podían abordar este problema.
Hoy Julia integra la Red de Profesionales de la Salud por el Derecho a Decidir, una organización con más de 700 personas que cuestionan no sólo la postura respecto al aborto dentro de los espacios de salud sino todo un sistema sanitario que en vez de garantizar derechos reproduce desigualdades. “Los médicos estamos formateados para quebrar la autonomía del paciente siempre. Estamos parados en un pedestal y en realidad estamos equivocadísimos si creemos que ese saber es para domar al paciente”, dice.
La primera vez que Julia escuchó hablar de las ventajas del uso de Misoprostol fue en 2008, en un encuentro organizado por lesbianas y feministas por la descriminalización del aborto. “Fue una jornada muy grande de la que participaron personas de Uruguay, México y de todo el país. Vimos cómo se usaba, su eficacia y la posibilidad de imitar el modelo uruguayo, un sistema de reducción de riesgo y daños a partir del uso de esta droga. Eso nos rompió la cabeza”, recuerda. Abrieron turnos de consejerías y empezaron a elaborar su propia estadística. “Fue tremendo. Nos dimos cuenta de que los números que teníamos avalaban los datos que veíamos en otros países”. La evidencia era clara: el Misoprostol utilizado de una manera específica, en un momento equis del embarazo, era seguro y efectivo. “La complicación más importante es que no funcione”, explica “pero eso se da en 1 cada 8 a 10 personas. En la siguiente complicación que es la hemorragia, la probabilidad salta a 1 cada 10.000”.
El segundo aprendizaje fue que los motivos de esas mujeres podían servir para protegerlas y protegerse. Muchas veces había causales por los que los abortos se podían realizar dentro de la ley. Desde el principio, la premisa fundamental del equipo fue brindar información sin prejuicios. Por eso cuando realizaban la primera entrevista intentaban no adentrarse en los motivos por los que las mujeres habían llegado hasta ahí. Julia explicaba cómo funcionaba el medicamento, dónde podían conseguirlo y qué síntomas eran motivo de alarma una vez iniciada la toma del Misoprostol. “No queríamos escuchar las razones que traían porque queríamos garantizarles su derecho sin juzgar”.
Hoy la consejería atiende entre 7 y 8 mujeres por semana, la mitad por abortos enmarcados dentro de las causales que prevé el Código Penal que estipula que el aborto es legal si la mujer fue violada o si el embarazo representa un peligro para su vida o su salud. La mayoría de las mujeres que abortan acompañadas por la consejería que integra Julia tienen 30 o más de 30 años. “Nuestras estadísticas indican que el embarazo no deseado no es el adolescente, sino el de las mujeres mayores de treinta. Las que ya tienen 3 o 4 hijos, y entre 25 y 35 años. Están desocupadas o tienen un trabajo inestable”. Estos datos se contradicen con el argumento de, por ejemplo, el senador Esteban Bullrich, quien asegura que los abortos se podrían erradicar combatiendo el embarazo adolescente, tema en el que parece estar trabajando: anunció que en Salta existe un software que puede predecir los embarazos en menores de edad.
La consejería pre y post aborto de Melchor Romero atendió desde su creación en 2009 a cinco mil mujeres
Toda la guardia de un hospital está almorzando. El obstetra, el traumatólogo, el clínico, el anestesista. Alguien llega de afuera y avisa que en hay un pibe accidentado, chocó con la moto y no llevaba casco. Los médicos y médicas que están almorzando dejan todo y salen raudos a asistir al paciente que agoniza en la puerta de la guardia del hospital. Misma situación, mismo almuerzo, mismos profesionales. Misma voz que alerta, pero ahora es una mujer la que llega con un aborto en curso por un embarazo que sucedió porque el hombre no usó preservativo. En el primer ejemplo nadie o casi nadie se plantea que el accidente podría haberse prevenido si se hubiera puesto casco. El segundo es distinto: “Ah, ¿vos no te cuidaste y ahora querés que yo te ayude?”. El contraste es muy cruel, el castigo puede causar muertes. Esta situación, según Julia, se explica por sola una razón: la educación que reciben los médicos y médicas es arcaica. “Lo que se enseña en la facultad no es del siglo pasado, es del anterior. Y lamentablemente muchos pasan por la Universidad sin preguntarse nada. Somos corderos”, critica Julia. Aunque no suena muy esperanzada, el sistema hegemónico del que habla es como un edificio viejo al que ya se le ven las fisuras. Hace unas semanas se anunció el inicio de la primera cátedra libre sobre Aborto en la Facultad de Medicina platense. Julia va a participar como parte de la Red de Profesionales (Ver recuadro).
Un día Julia estaba con una compañera en el consultorio haciendo una entrevista. “Yo no lo quiero tener, vivo en una quinta, trabajo todo el día y tengo tres pibes. Mi marido no me tiene piedad”, dijo la mujer sin llorar, sin angustiarse. Las dos entendieron que ese “no me tiene piedad” significaba que el marido la violaba sistemáticamente. “Esa mujer no sabe lo que es dar su consentimiento. En muchos casos a las mujeres les falta información, pero también alguien que les tenga un poco de piedad”. Hoy discutirle al mundo lo que nos presenta como irrompible ya no es una fantasía. Para Julia eso significa salvar vidas, ¿cómo se podría volver atrás?
Cátedra libre «Aborto: Un Problema de Salud Pública»
La Secretaria de Género de la facultad de Ciencias Médicas informó que está abierta la inscripción a la Cátedra Libre “Aborto un Problema de Salud Pública”, cuyo comienzo estaba previsto para el 3 de mayo. La cátedra está dirigida a la comunidad en general y en especial a estudiantes y trabajadores de la salud. Tal como explicaron desde la organización del espacio “la propuesta nació de la necesidad de conseguir herramientas teóricas y prácticas para afrontar la realidad de que las personas con capacidad de gestar abortan. La penalización y la ilegalidad de esta práctica conlleva a que se realice de manera clandestina e insegura, configurándose así como un problema de salud pública”.
Quienes promovieron la cátedra afirmaron que a lo largo de toda la carrera “este tema no es tratado con la profundidad ni con la responsabilidad que amerita. Esto no hace más que abonar a la formación de trabajadorxs desinformadxs, acríticxs, con falta de preparación para evitar que se produzcan abortos inseguros que pongan en riesgo la vida y la integridad de las personas que han decidido interrumpir su embarazo”.
La Cátedra se realizará durante siete encuentros cada 15 días, los jueves a las 17:30. Cada uno abordará los siguientes ejes: Género y Aborto; Aborto en Argentina; Derechos Sexuales reproductivos y no reproductivos; Abordaje Integral del Aborto I; Abordaje Integral del Aborto II; Abordaje Integral del Aborto III y Mi Cuerpo, mi Decisión. Los encuentros que están apoyados entre otros por la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, la Colectiva Decidimos, Socorrismo en Red y Profesionales por el Derecho a Decidir sostendrán la necesidad de “crear conciencia teórica, producir y brindar conocimientos conceptuales y generar posiciones políticas que puedan promover un cambio cultural que avance en este tema”.
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