“Memoria, verdad, justicia y soberanía” es lo que reivindica el CECIM (Centro de Ex Combatientes Islas Malvinas) de La Plata desde su nacimiento, pocos meses después de volver de la guerra, esa “aventura bélica” contra la primera flota del mundo, enfrentada por adolescentes sub 20 en servicio militar obligatorio. Malvinas, donde murieron 649 allá pero casi el mismo número después, por el silencio y el sinsentido, acá. Malvinas, más que dos islas: dos excusas. Antes, usada por una dictadura genocida para desviar la mirada de sus crímenes de lesa humanidad contra un “enemigo interno”. Hoy, pretexto de Gran Bretaña para desviar la mirada de su crisis económica, política y social, ávida de recursos naturales. A dos meses del 30 aniversario del comienzo de la guerra, catorce ex combatientes del CECIM dieron vida al Salón de Usos Múltiples del Hogar de Carlos Cajade, en la primera actividad prevista por los 10 años de La Pulseada. Treinta chicos para los que la dictadura, la guerra y el servicio militar obligatorio son cuentos de otro siglo, escucharon atentamente los relatos de esos protagonistas de la historia; y la música en vivo que regalaron en un mini recital algunos de ellos conjuraron la tristeza por los que no están y saludaron la alegría de los que vienen.
Por Verona Demaestri
“Tengo esperanza porque, en ella, están las únicas notas que interceptan el silencio.
Cada nota es una esperanza, mientras que el silencio no posee ninguna esperanza
más que la de ser una nota… Silencio y muerte van de la mano”
Luis Alberto Spinetta
A primera vista parecen dos universos diferentes, sin embargo ambas miradas se emparentan. Tienen un común denominador: en una edad en la que se es inmortal, se tutearon con la muerte. Temas difíciles los de la guerra y la pobreza; temas difíciles de abordar. Ese 2 de febrero, aquellos universos se vieron frente a frente. Uno, la treintena de pibes del Hogar de Carlos Cajade, chiquitos y más grandes, educadores, pibes ya crecidos. El otro, catorce ex combatientes de una guerra contradictoria y tabú para casi todos por casi tres décadas; una causa justa por nuestra soberanía, nuestros recursos naturales y energéticos, para nosotros y América Latina, pero militarizada para desviar el ojo avizor del horror tras el genocidio de una dictadura que intentaba lavarse la cara con un último acto de patrioterismo.
“La mirada es algo que identifica a todos los ex combatientes, la mirada de quien vio la muerte cuando se supuso inmortal, a los 18 años. Si lográs esa mirada, podrás hacer el papel principal de la película”, le había dicho un ex combatiente a quien lo interpretaría en “Iluminados por el Fuego”. La mirada de otras muertes –reales y simbólicas- cuando uno debiera ser inmortal, es la que también muestran los pibes del Hogar. Si, como dicen, los ojos son reflejo del alma… ¿qué reflejarán entonces esos espejos?
Oh juremos con gloria vivir
“Se conmueven del Inca las tumbas
y en sus huesos revive el ardor
lo que ve renovando a sus hijos
de la Patria el antiguo esplendor”.
Versión original del Himno Nacional
Marcelo Martínez, Marcelo Olindi, Guillermo Bianchi, Miguel “el Ruso” Anderfuhrn, Luis Aparicio, Enrique Splitek, Sergio Isaia, Fernando Magno, Rubén Riquelme, Fabián Pasaro, Martín Raninqueo, Mario Volpe, Carlos Amato y Ernesto Alonso montaron un mini auditorio en el Salón del Hogar. Había algo de familiar en aquella manera de ordenar los equipos, el micrófono, los instrumentos musicales, como si lo hubiesen hecho por enésima vez pero con la mística de la primera. Hay algo íntimo en la manera de comunicarse: menos palabras, más con gestos, risas, miradas. Todos pertenecen al CECIM La Plata, se conocieron hace 30 años, padecieron la guerra de Malvinas en 1982.
Es Martín Raninqueo el que ahora habla frente a los chicos, acomodados en sus sillas. Mago, actor, músico, poeta, parece un sacerdote pagano; en cada pausa deja hacer a los silencios. Lo acompañan Fabián “el Cucu” Pasaro y el guitarrista Diego Rolón (ex arreglador de Liliana Herrero y tantos otros músicos ilustres). Tiene 45 años, un apellido ilustre de cacique pampa, y cuenta que es un honor estar en el Hogar de Cajade, a quien se lo cruzaba en la cancha de Estudiantes, siempre queriendo hacer entrar algún pibe.
“Yo soy descendiente de mapuches y la figura de mis antepasados es el cacique Calfucurá”, explicó Raninqueo, en referencia a quien unificó, en la segunda mitad del S.XIX, a todas las tribus indígenas dispersas en el vasto territorio de la llanura pampeana, desde la cordillera al Atlántico y de la Patagonia hasta el sur de Córdoba y Santa Fe.
Faltaban pocos años para la campaña del desierto y el cacique sabía que el triángulo imaginario Carhué- Choele Choel- Salinas Grandes era estratégico para mantener el dominio indígena de la Pampa y la Patagonia. Salinas Grandes era el centro del poder político; Choele-Choel era el paso natural para trasladar el arreo para su venta en Chile; Carhué era la puerta de entrada al territorio libre. Por eso defenderlo era vital.
“Lo último que le dijo a su hijo antes de morir fue ‘No entregar la laguna sagrada de Carhué al huinca (al blanco)’”. Desde la primera fila, un pibe con la camiseta de Gimnasia lo escucha casi sin pestañear. “Carlos Cajade fue el Calfucurá del país de la infancia”, hace síntesis y se emociona Martín; y canta, con el cuerpo y con la cara. Sabe que los restos de su antepasado Calfucurá están en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata y desoyendo los pedidos, nunca fueron devueltos a sus descendientes; pero también sabe que los de Carlos Cajade están en el Hogar al que le dedicó su vida, a pocos metros del Salón.
“Soldado argentino, sólo conocido por Dios”, rezan las cruces de los caídos en Malvinas. No hay nombres en el cementerio de Darwin, sólo NN engrosando el número de las miles de desapariciones de la misma dictadura en continente. Raninqueo canta:
“Ángeles del mar.
Cae la nieve
y todo está enterrado
aquí en mi alma.
Ángeles del mar.
Nadie me verá llorar
en este lugar,
nadie me verá
con mi soledad,
besando la tierra.
Las cruces del monte
aguardan la luz
que las nombre
y así descansen en paz.
Las cruces del monte,
que siempre en mi llevaré
llevaré siempre. Ángeles del mar.
Ángeles del mar.
Es tanto lo que hay por hacer.
Yo arrojo hacia el sur
botellas al mar.
Nombre llevarán,
cruzando la niebla.
Ángeles de mar”.
Los porqué
“Antes de empezar decíamos con los chicos que por ahí iba a ser un embole, pero después se re entusiasmaron”, chatea Lidia por el Facebook el día después. En su foto de perfil ella es una niña, en la playa y de la mano de Carlitos Cajade. Pero Lidia Cantero ya es grande. Nació el año de la Guerra, 1982; y llegó de pequeña al Hogar. Hoy tiene tres hijos: Santi, Enzo, Ian, y es educadora de muchos más.
Lidia está en el círculo de sillas ocupadas por los pibes, los ex combatientes responden:
-¿Por qué hubo una guerra?
Mario Volpe: -En el ‘82 había una dictadura cívico-militar que mataba, torturaba, secuestraba gente, hubo un genocidio. A todo eso lo quisieron tapar con una guerra por una causa justa que es nuestro territorio pero que tiene que reclamarse por el diálogo y no con guerras llevada adelante por asesinos.
-¿Cómo son las Malvinas?
MV: -El suelo es esponjoso, pisás y te hundís. Hay ríos de piedras. En el suelo todavía hay bombas, minas sembradas debajo de la tierra. Hay dos mil civiles ingleses viviendo ahí y dos mil militares ingleses apostados en la base militar que tienen. Por cada habitante hay un militar. La zona está altamente militarizada para que no podamos recuperar nuestra tierra. Y ahora quieren militarizar el conflicto en la única zona de paz del mundo, mandando barcos y al príncipe Guillermo para hacer pruebas militares.
Luis Aparicio: -Es como si hiciésemos un pozo ahí afuera para vivir ahí por dos meses. Así estábamos. Pero lo peor no fue el frío, el pozo, la lluvia… El 1 de mayo, la flota inglesa llega a la zona, y a las 4.44 de la mañana hace un ataque aéreo sobre el aeropuerto argentino. Lo recuerdo como si fuera hoy. En ese momento para nosotros empezó la guerra.
Darío, uno de los chicos del Hogar, pregunta preocupado:
-Y si los rodeaban, ¿cómo salían de ahí?
LA: -Buena pregunta, yo me lo pregunté muchas veces. Las olas en el mar eran altas, era una isla, no podés salir. Ahí perdimos la inocencia. A partir de ahí ellos bombardeaban desde el mar primero, desde tierra después, en cualquier momento.
Miguel “el Ruso” Anderfuhrn: -De noche no podíamos dormir, acumulábamos cansancio sueño, hambre, falta de movilidad… Decaía el ánimo.
LA: -Desembarcaron entre las dos islas y empezaron a venir hacia el pueblo. A partir del 7 u 8 de junio ya veíamos sus movimientos, estaban en frente nuestro. Peleamos el 11 de junio a la noche. Hasta ese momento fue todo inmóvil. Yo estaba convencido de que no volvía.
Fernando Magno: -Hicieron un bloqueo, empezó a entrar cada vez menos comida y municiones. Pasamos mucha hambre, pero un hambre desesperante, tan desesperante… La gente no se puede imaginar qué es el hambre si no lo vivió realmente. No pensás en otra cosa que en eso. Es tan desesperante que en nuestro Monte tuvimos al menos dos muertos por psicosis de hambre: uno comía harina y papas crudas pensando que era comida, y murió intoxicado; otro comía bosta de oveja… Era desesperante: el hambre, frío, lluvia, estabas mojado. Por ahí pasaban tres o cuatro días sin algo sólido. Pedías que de alguna manera se terminara. Que se terminara.
LA: -El hambre gobierna todo pensamiento. Llega un momento en que no pensás en otra cosa que en qué podés hacer para comer… Y los milicos tenían sus cosas, nosotros no. Y éramos nosotros los que resistíamos, los colimbas, formando pequeños guetos de dos o tres trincheras y nos sosteníamos anímicamente y si alguien conseguía eso lo compartíamos y si alguien se bajoneaba, ese grupito lo levantaba. Eso nos dio la fortaleza para soportar, pero en algún momento parecíamos animales carroñeros.
Los chicos miraban atentos, como entendiendo, silenciosos.
“Después de la visita de los combatientes con los chicos nos quedamos charlando sobre el tema”, contaría Lidia Cantero el día después. “Con todo esto del príncipe que fue a las Malvinas y que está en los diarios, generó que al otro día siguiéramos el debate. Y lo que decíamos era que hay que defender la tierra, tenemos una tierra muy rica en todo los aspectos”, cuenta y aclara: “Y las canciones les encantaron, pero con lo que se re emocionaron fue con el himno…”.
…Y a sus plantas rendido un león
¿No los veis sobre Méjico y Quito
arrojarse con saña tenaz,
y cuál lloran bañados en sangre
Potosí, Cochabamba y La Paz?
¿No los veis sobre el triste Caracas
luto y llanto y muerte esparcir?
¿No los veis devorando cual fieras
todo pueblo que logran rendir?
Versión original del Himno Nacional
“Sean eternos los laureles, que supimos conseguir…que supimos conseguir”. Extraña combinación la del himno tocado con acordeón. Extraña combinación que se repite pues hubo una primera vez: en el cementerio de Darwin, en Malvinas, cuando el acordeón del Ruso se hizo oír entre tumbas. Y ahora la ceremonia se repetía en el Hogar. Todos parados… “Coronados de gloria vivamos, o juremos con gloria morir”, todos aplauden. “Viva Argentina”, alguien grita.
“El Ruso” se llama Miguel Anderfuhrn, mide un metro noventa, lleva zapatillas rojas, negras y blancas, cancherísimas; y, colgado al torso, un acordeón dorado. Lo secunda su hijo Emiliano, “el Rusito”, una versión juvenil del padre. También lleva un acordeón. El Ruso, el Rusito y el resto de la familia estuvieron viviendo en Tierra del Fuego “para estar cerca de Malvinas”.
Con su voz de locutor, el Ruso cuenta la historia del acordeón, las diacrónicas, las cromáticas, que el litoral argentino lo adoptó como instrumento venido desde Portugal, pasando por Brasil, que allí sonó con fados, fadiños, y también con chamarritas, polcas, zambas, chacareras, gatos, de todo: “Este me lo regaló mi viejo a mis 15 años. Y aunque se puedan hacer temas de todas partes me gusta hacer música de nuestro país”.
“Ese es mi papá, y el otro es mi hermano”, susurra una rusita orgullosa, junto a su madre, sentada en hilera con los pibes del Hogar.
Luego le toca el turno a una chamarrita, después a un valsecito, y por último al “himno” de Corrientes, “Kilómetro 11”. Todo a dos acordeones y la guitarra infaltable de Rolón.
Ver padre e hijo tocando juntos recuerda a “Sueños de trincheras. Veinte años de Malvinas”, la nota del número uno de La Pulseada que reflejaba los pensamientos de los hijos adolescentes de estos ex combatientes. Allí Juliana Carrizo, la hija de Rodolfo, definía a la guerra como “un conflicto en el que se basan los gobiernos para tapar otros pero que nunca va a llevar a nada sino a la muerte de personas y la angustia de todo un país. La guerra de Malvinas fue el intento de los militares para que la gente los vuelva a apoyar”. O:
“Alguien dice ex combatiente y lo confunden con milico. Los 2 de abril recuerdan más a los milicos que a los ex combatientes”, decía Agustín Alonso, hijo de Ernesto.
En el Salón siguen las preguntas:
-¿Quién llegó primero a las islas?
MV: -Es importante saber que en 1520 los españoles descubrieron las islas y las llamaron Isla de los Gigantes porque allí había habitantes que se cubrían los pies con pieles y parecían patones. Luego, los argentinos las poblaron. Y mucho después, en 1833, los ingleses invadieron y sacaron a los argentinos que habitaban y a su último gobernador argentino, Luis Vernet. Parece que hablo de algo muy viejo… Para ustedes ya nosotros debemos ser como que les hablan de la época de San Martín ¿no?
Los chicos afirman con la cabeza.
MV: -Lo primero que hay que decir es que las Islas Malvinas son argentinas. Son dos islas grandes y muchas pequeñas que están cerca del continente, a 600 kilómetros, dentro de lo que se llama la Plataforma Continental. Nosotros, como dice la bandera que colgamos ahí atrás, siempre decimos que “Volveremos a Malvinas de la mano de América Latina”. Hoy hay una región que nos apoya.
-¿Por qué les interesan las Malvinas a ellos?
MV: -Nuestro continente es el territorio más grande del mundo pero con menos gente, entonces sobran recursos. Tenemos el 26 por ciento del agua del mundo y el 6 por ciento de la población. Y el agua, ustedes saben, es la vida. En esta región tenemos el 40 por ciento de la biodiversidad: las plantas, los animales; y el 30 por ciento de los bosques forestales. Nos sobra el petróleo que a los ingleses les falta porque tienen alto consumo y pocas reservas. En nuestro mar hay pescado. Esos puntitos que parecen ciudades que se ven en este mapa que es una foto tomada de noche, son los barcos pesqueros ingleses en nuestro mar… Por eso defender las islas es importante. Nuestro país va a tener que defender tooodo esto que está en juego: el agua, el petróleo, la pesca, los recursos mineros… No son dos islas las que quieren los ingleses es todoooodo esto. ¿Se acuerdan del viejo mapa con el triangulito que es la Antártida? Bueno, el verdadero mapa, el nuevo, es este -en la pantalla donde va proyectando imágenes, Mario señala a las islas, el mar, la Antártida, todo el pedazo de mundo debajo del mapa que en la escuela aprendemos que es nuestro país y que no termina con la botita de Tierra del Fuego-. No son 3800 kilómetros como suponemos, desde Jujuy a Tierra del Fuego. Si sumamos la Antártida, las Malvinas y el resto son más del doble: 8 mil.
-¿Quiénes son los ingleses?
MV: -Dicen que vamos a invadir países y nos han tratado de colonialistas. Fíjense qué caraduras que son que en este mapa podemos ver las colonias inglesas que quedan hoy. Y a las Malvinas les ponen “Faulklands” y a la Antártida, “Antártida británica”…
Lo que Volpe explica pedagógicamente cual docente frente al pizarrón, Martín Raninqueo canta en una chamarrita intitulada “Sangre y tiempo”. Y dice así:
“Inglaterra había ocupado
ilegalmente las islas,
en 1833 su expansión imperialista,
en 1833 su expansión imperialista”.
“Para eternizar las bases
de su flota comercial,
Donde se abrazan dos mares,
abraza la espuma y sal,
donde se abrazan dos mares,
abrazo de espuma y sal”.
“Cargo balas de palabras
en mi guitarra en el mar,
para denunciar al mundo
este enclave colonial.
Paso a paso se da el sueño
de San Martín y Bolívar.
Sangre y tiempo, tiempo y sangre
Latinoamérica unida.
Volveremos a abrazarte.
Ay hermanita perdida”.
Los para qué
Casi todos los ex combatientes salieron del Regimiento 7 de Infantería, que funcionaba donde hoy es la Plaza Islas Malvinas de calle 20 y 50; la mayoría en Malvinas estuvo en Monte Longdon, el lugar por donde teóricamente iban a entrar los ingleses. Todos eran pibes egresados del secundario, de ahí a Bariloche y al año siguiente a Malvinas.
-¿Con qué explicación los mandaron a Malvinas?
LA: -¡¡¡¿Explicación?!!! No daban explicación. Los hombres a los 18 o 19 años hacían el servicio militar obligatorio y las mujeres tenían hijos. Era como el mandato. Yo había salido de baja en noviembre del ‘81, estaba cursando Ingeniería en la universidad… Tomaron las islas y nos mandaron a llamar. No nos decían dónde íbamos. Yo caí en la cuenta recién arriba del micro que nos llevaba a Palomar.
-¿Y si se negaban?
LA: -Ibas preso… Hoy yo veo cosas que no veía antes, hoy podés pedir explicaciones. Eso no existía. Pensar en desertar… Tenían tus datos, podía sufrir tu familia… Era época de dictadura, desaparición, muerte. Desde la derogación del servicio militar obligatorio cambiaron mucho las cosas.
-¿Y si te escondías con tu familia?-Darío no podía creerlo.
L.A.: -Estaba el servicio militar obligatorio… no podías esconderte porque eras desertor y, por ley, ibas preso.
-¿Qué consecuencias dejó la guerra?-quiso saber Lidia Cantero.
Ernesto Alonso: -Madurás inmediatamente. Tenías que ir a matar a otro que era profesional de la guerra. Pensá en un pibe de 18 años de ahora… ¿piensa en ir a matarse con otro? Y con un ejército muy poderoso que vive de guerra en guerra, profesionales que los fines de semana cobraban doble. Nosotros éramos colimbas y ni se te pasaba por la cabeza enfrentarte con uno de los ejércitos más poderosos del mundo.
LA: -Hubo muchachos que volvieron heridos; 649 murieron allá en las islas y en el hundimiento del General Belgrano la mitad de ellos. La gran mayoría volvimos a nuestros hogares pero otros estuvieron meses internados y les costó recuperarse. Al principio no lo notábamos pero quedaron secuelas psicológicas. Cada cual la manejó como pudo. Por eso fue tan importante que un grupo de compañeros, ni bien volvimos, empezáramos a reunirnos. Un mes después de volver ya éramos 200 o 300 los que nos juntamos. Ese es el origen del CECIM y hoy estamos acá. Los que peor la pasaron estaban solos. Estamos orgullosos del CECIM: cuando nada existía estaba el CECIM, una pequeña red. Antes de tener hijos, de casarnos, de estudiar, de todo. La ayuda por parte del estado recién desde el 2004 y 2005 representa un reconocimiento económico como corresponde.
EA: -En las islas hubo 11 mil efectivos de los que 9 mil éramos soldados del servicio militar. Comparado con Vietnam, que duró muchos años más, hubo más muertos por día en Malvinas, en promedio. Después de la Segunda Guerra Mundial no hubo un envío de fuerzas tan importante como las que mandaron al Atlántico Sur.
MV: -La Armada Argentina tenía 46 mil toneladas de barcos y la Armada que trajeron los británicos era de un millón de toneladas. Esa era la proporción. Y a la sociedad se le mintió, se le decía que íbamos ganando. Nos habíamos enfrentado al mayor poder militar mundial y decían que íbamos ganando. Esas son las consecuencias de una decisión que tomó una dictadura. El año que viene se cumplen 180 años de la usurpación de los ingleses en 1833. Ellos nos quieren llevar hacia el territorio que les conviene que es provocar en lo militar. Nosotros no tenemos que entrar. No me voy a pelear con el más grandote del barrio porque pierdo. Veamos en el norte de África, en Afganistán, en Irak fueron por los intereses como fueron por nuestros recursos naturales y energéticos, hoy siguen en la misma.
“Y los libres del mundo responden…”
El 4 de diciembre de 1982 en el Estadio de Gimnasia y Esgrima de La Plata “se pudrió todo”. Fue el acto más grande de desobediencia a las autoridades militares a causa de lo hecho en la guerra. El disparador fue el repudio a las medallas que quisieron entregar los militares por la guerra:
“Estábamos en medio del césped de Gimnasia y nos hacían formar por compañía pero se condecoraban entre ellos… y en un momento se produjo un roce entre un militar y un soldado y se pudrió todo”, recuerda Luis Aparicio. “La mayoría de los presentes eran chicos de escuelas y familiares, y los milicos querían seguir entregándose medallas. Pero la gente cantaba ‘Se va a acabar, se va a acabar, la Dictadura Militar’. Un hervidero. Era la transición, antes de convocar a las elecciones que ganó Alfonsin”.
Ningún medio dio cuenta de lo sucedido entonces. Era de esperar: tampoco habían dado cuenta de las desapariciones, robos de bebés durante la dictadura; o del hundimiento de un barco inglés. Las tapas de los diarios titulaban ‘Hundimos al Canberra’ y muchos ex combatientes volvieron como prisioneros de las islas en ese barco supuestamente hundido…
EA: –El diario “El Día” dijo que el lío se armó por “infiltrados”. Hablaba de algunos incidentes. Y no fue así.
LA: -Durante mucho tiempo en democracia nadie sabía si nosotros éramos parte o no de la dictadura. ¿Cómo tomarnos?, se preguntarían. Desde el CECIM siempre decimos que éramos soldados conscriptos de la sociedad civil, no militares. Esa batalla ideológica nos llevó 30 años.
-¿Qué significa el 2 de abril entonces?
FM: -Es complejo porque tiene implícita la gran contradicción de Malvinas: Ese día empezó la guerra, causa justa con ejecutores inválidos. Creo que el 2 de abril es un día de docencia: tenemos que aprender de nuestros errores. El primer error es pensar que una guerra puede resolver una causa si es justa. Llegar a la guerra ya es un fracaso. De ahí se desprendería que la única manera inteligente es por la vía democrática, por la vía de las discusiones, por manejar con inteligencia lo económico, que es por donde están ingresando el proceso colonial. El 2 de abril es una fecha de la cual debemos aprender cómo defender una causa justa pero de una manera diferente.
-Y ¿cómo definirían a la Patria? –y tras la pregunta se hizo un largo silencio…
Miguel Martínez se animó: “En ese momento era algo muy confuso porque vivíamos esa dictadura. Era difícil defender lo que era la patria, sin democracia, sin libertad de expresión. Luego de Malvinas empezamos a entender lo que es la patria. Es lo que explicamos hoy. Son nuestros recursos, la economía, es algo integral, es la soberanía”.
Fernando Magno tomó la palabra: “La bandera que dice ‘Volveremos a Malvinas de la mano de América Latina’ es uno de los pequeños orgullos. En 1983, recién llegados de Malvinas salíamos a hacer movilizaciones con este lema. Hace 30 años… Y empezó a dar sus resultados recién ahora. Antes nos decían: Ustedes están locos, con los brasucas, con los bolitas, los peruanos, ellos no manejan el mundo. Hoy la relación de fuerzas y unificación de criterios dan validez a esta frase. Tenemos una foto que es un icono, la llevamos a Malvinas en contravención con las autoridades isleñas y la pusimos en el Monte donde más compañeros cayeron y armamos nuestras carpas debajo de la bandera e hicimos un cordero. Sentimos un gran orgullo de poner ahí la bandera y ser coherentes en la historia”.
Fernando toma aire y sigue: “Y otra cosa que nos da orgullo es que muchos años después logramos que nos dejaran de asociar con los militares y la dictadura. Siempre quisimos poner luz a través de un informe serio y científico que es el Informe Rattenbach. En el ’88, también transgrediendo toda la normativa del momento, pudimos hacer una reimpresión y presentamos parte del informe medio por lo bajo. Hoy se retoma como una herramienta de discusión no bélica, para recuperar Malvinas por la vía diplomática”.
Alonso completa: “Y también trabajamos en el marco de un movimiento latinoamericano ‘No Bases Extranjeras’. Se tenía mucha información de las bases de la OTAN en Colombia o la que querían poner en Brasil, y nosotros desde el año ‘85 tenemos una a 500 kilómetros de Río Gallegos y nadie dice nada”.
Pa’ que sepan los que vienen
“La Pampa tiene el ombú
y los fantasmas del indio.
Montan con calor o frío
en estos pagos del sur.
Cada uno carga su cruz
y yo aprendí a lamer mi herida.
Y es un camino de espinas
al cielo nuestro destino.
La pucha soy argentino
sin guerras en Argentina.
Crecí escuchando sirenas
por las noche en mi barrio
Y cada tanto un disparo
nos desgarraba la siesta.
Soy bisnieto de un pampa
y sobrino de una muchacha
que por las noches cantaba
La Zamba de mi Esperanza.
Esa que nunca me alcanza,
como me alcanza la nieve
de una guerra que no quiere
a veces dejarme en paz.
Pero no voy a olvidar
pa’ que sepan los que vienen”.
Las miradas se encienden. Los pibes clavan sus ojos -antes errantes, tan otros- en la canción. Incomodados se movían en sus sillas, ahora se entregan a las palabras de Martín Raninqueo, músico, ex combatiente, artista, secundado por el gran Rolón.
Entonces saca una especie de timbal. Rolón lo mira, cómplice. Martín dice: “Este es el kultrün, no es un instrumento muy visto o difundido, pero se sigue usando, acompaña las ceremonias religiosas de los mapuches”, y esgrime un tamborcito cuyo parche antes calentó en la hornalla de la cocina del salón. No es cualquier tambor, es el instrumento musical más importante de la cultura mapuche, utilizado por el o la machi (chamán, hechicero) para los rituales religiosos y culturales. Más que instrumento es la síntesis de la cosmovisión mapuche: al tocarlo el machi se conecta con las divinidades para agradecer, pedir, sanar.
“Les voy a cantar una zamba que habla de mi bisabuelo, el cacique Raninqueo, al momento de tener que dejar su toldería. Pero antes les voy a cantar una canción en idioma mapuche”, dice y canta: “En torno a un coirón (arbusto) gambetean los hombres sagrados, preciosos” y más que canción es un haiku.
El compromiso
Fernando Magno sacó un cofrecito: “Para nosotros es una alegría estar en esta casa que tiene magia. No vamos a cualquier lado. El cura Cajade siempre creyó en nosotros y nos dio una mano. Hoy quisimos traer un regalo, que es un compromiso también”.
José Cajade, el hermano del cura, se acercó. “Tenemos un muy fuerte compromiso con nuestros amigos y compañeros que cayeron en la guerra. Y eso es lo que nos mueve, nos compromete y nos motiva durante el resto de nuestras vidas para seguir convenciendo más gente para que milite la causa Malvinas, poniéndole esfuerzo y pasión, porque es la única manera que tenemos de reivindicar lo que ellos hicieron por nosotros. Lamentablemente no podemos devolverles la vida pero podemos militar por ellos y buscar que Malvinas sea una causa nacional en la que defendamos los recursos naturales, que es lo que realmente está detrás de todo esto, y que defendamos la verdadera soberanía integral de esas tierras”, siguió Fernando. Y todavía no largaba prenda: “En menos tiempo de lo que se imaginan, chicos, tendrán compromisos y responsabilidades, quizás entre ustedes está sentado el futuro presidente de los argentinos. Imagínense el tejido social como una gran tela que fue rota en dos oportunidades: con la desaparición de los militantes en los ‘70 y con la guerra de Malvinas. Cada nudito de ese tejido era un compañero. Cuando una vida se reciente, no es sólo esa vida, se resiente toda la sociedad. Nosotros debemos recomponer ese tejido con una sociedad que luche por la memoria, la justicia, la verdad y la soberanía”.
Y puso fin al suspenso: “En este cofrecito hay tierra de nuestra trinchera de combate en Malvinas, que regalamos sólo tres veces; dos piedritas del cementerio, y la turba malvinense. Este regalito tiene una carga emotiva, esperamos que quede en la casa y que cada vez que lo vean sepan que además de un regalo, también les transferimos un compromiso, que es acordarse de que Malvinas son nuestras y contarlo al que tenemos al lado. Es un efecto contagio”.
José Cajade luce emocionado: “Estará junto a Carlitos, en la ermita”. Todos aplaudieron satisfechos: ese 2 de febrero chicos, grandes, educadores, y ex combatientes conjuraron el silencio pintándole la cara a una tarde gris.
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