Tras presentar su libro ¿Por qué el Che fue a Bolivia?, este histórico dirigente del PRT y fundador de la Juventud Guevarista recorre su intensa vida política. Autocríticas, reafirmaciones y la necesidad de encontrar en la historia “herramientas” para futuros procesos revolucionarios.
Por Daiana Melón
Daniel De Santis nació en Chivilcoy en 1948, durante la primera presidencia de Perón, en una familia tradicionalmente radical. Dice que recuerda el golpe del ’55 y que creció escuchando hablar de política y de revoluciones lejanas. Su primera militancia fue en la Acción Católica pero asegura que no adhería al nacionalismo como el resto de esa organización: “Yo era católico y radical”. En 1966 arribó a La Plata para iniciar la carrera de Física. Tenía 18 años y su compañero de habitación le dio un ejemplar de Pasajes de la guerra revolucionaria, de Ernesto Guevara. “Así fue como el Che llegó a mi vida —cuenta ahora, en diálogo con La Pulseada. Y añade—: Lo curioso es que a mí el Che me ganó para el socialismo, pero lo que me hizo inclinar hacia la guerrilla fueron la guerra de Vietnam y los tupamaros uruguayos”.
“Enero y febrero del ‘68 fueron decisivos —continúa— porque leía las noticias de la contienda del sudeste asiático y quería que ganaran los vietnamitas. Racionalmente estaba de acuerdo con ellos, pero todavía me ponía contento cuando triunfaban los yanquis. Veinte años de educación procapitalista, proimperialista, de películas del oeste norteamericano, seguían trabajando en mi conciencia. Cuesta romper con eso pero interiormente ya me sentía muy inquieto. Hasta que un día de febrero hice un clic, lo afectivo y lo racional se juntaron del lado de los vietnamitas y ahí me quede más tranquilo”.
En 1969, cuando se produjo el Cordobazo, De Santis hacía el servicio militar obligatorio en San Martín de los Andes. “Pese a que estábamos lejos, nos acuartelaron y nos prepararon para el combate —recuerda—. Entonces los estudiantes universitarios nos juntamos y empezamos a conspirar. Era un grado de conspiración primario y elemental, pero ya nos pusimos a pensar qué hacer en contra de los militares. La verdad es que yo tuve una posición bastante conservadora. Pensé en la posibilidad de tirarme un tiro en una pierna para ir a la enfermería y no tener que reprimir. Pero el hecho de que haya habido un grupo de colimbas haciéndose planteos semejantes reflejaba bien cuál era en ese momento la situación del país”.
La llegada al PRT
A su retorno del servicio militar se encontró con que el partido en el que había militado durante sus primeros años universitarios, el Movimiento de Liberación Nacional (MLN-MALENA), de tendencia socialista, se había desintegrado. “En 1970 anduve dando vueltas, sin agrupación política y sin novia. Ya en el ‘71 la situación cambió, porque conseguí novia y ya estaba orientado para el lado de la guerrilla. A mí me gustaba el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo, brazo armado del PRT, Partido Revolucionario de los Trabajadores) porque veía que sus acciones tenían un mensaje político, que buscaban concientizar, movilizar y sensibilizar al pueblo. Entonces me compré el libro de Trotsky La revolución permanente y cerré filas con el marxismo”.
El relato continúa con una primera señal de autocrítica: “Cuando asumió Cámpora y llamó a la guerrilla a una tregua, el ERP le contestó: ‘Ninguna tregua con el ejército opresor ni con las empresas imperialistas’. Yo ahora me doy cuenta de que su asunción fue una verdadera fiesta popular”.
“El gran crecimiento del PRT —sostiene De Santis— se dio a partir de que el peronismo se mostró tal cual era. Las dos primeras medidas que tomó Perón fueron de control y represión del movimiento obrero. Incluso el senador radical Hipólito Solari Yrigoyen hizo la denuncia y, en lo que fue el debut de la Triple A, le pusieron una bomba. La segunda ley de Perón fue una modificación del Código Penal para poder reprimir mejor la movilización popular”.
Las organizaciones armadas respondieron a la violencia institucional encarnada en la Triple A con un recrudecimiento de las acciones guerrilleras. “El gobierno peronista no pudo vencer al movimiento revolucionario sino que el derrotado fue él. Pero sí consiguió meter una cuña entre la vanguardia social y el grueso de la clase obrera y el pueblo. Entonces, desde la segunda mitad del ‘75, al no poder el justicialismo acaudillar al conjunto del pueblo, ese impulso que venía desde el Cordobazo se empezó a agotar. Por eso el golpe militar no produjo lo que nosotros suponíamos que iba a provocar, que era la profundización de la movilización popular. Nosotros pensábamos que con la caída del gobierno peronista el pueblo iba a ver claramente cuál era el enemigo y se iba a lanzar más decididamente a la lucha. Pero eso no pasó y lo que en cambió ocurrió fue un repliegue del pueblo”.
“Esperar que pase el guadañazo”
Ya instalada en marzo de 1976 la dictadura, las organizaciones guerrilleras respondieron en principio a la represión militar e institucional con la intensificación de la resistencia armada. De Santis tiene una mirada crítica: “Un día fui a visitar las instalaciones de Propulsora en Berisso y un obrero me dijo: ‘Ahora hay que agachar la cabeza y esperar que pase el guadañazo’. Yo le adjudico la principal responsabilidad política al prt porque era la organización que estaba en mejores condiciones para analizar la situación política. Si nos hubiésemos empezado a replegar en febrero en lugar de comenzar a hacerlo en junio o julio del ’76 habríamos influido sobre el resto”.
Los principales dirigentes del PRT fueron detenidos y asesinados y cientos de integrantes fueron desaparecidos: “Cuando estás en medio de una guerra —porque fue una guerra civil— las cosas se viven de otra manera. Me pasó llegar a una casa y oír a una compañera decirme, con la mirada desorbitada, ‘recién se lo llevaron a mi marido’, y salir caminando, huyendo despavorido, sabiendo que en cualquier momento podían agarrarme. Permanentemente nos íbamos enterando de que detenían a más compañeros. Eran contingencias tremendas de la lucha y las tomábamos así. No estábamos aterrorizados sino dispuestos a continuar hasta vencer”.
Con el partido prácticamente desmembrado por la cantidad de bajas sufridas comienza la etapa del repliegue. Los pocos dirigentes que quedaban deciden enviar al exterior a la mayor cantidad de militantes. A principios de 1977, De Santis salió del país con su mujer y su hijo. Partieron a Italia para luego asentarse en España. “No nos fuimos con la idea del exilio sino con la de enfriar la cabeza, parar la pelota, reordenar y retornar. Estar afuera cuatro, cinco o seis meses y volver. Con esa idea salgo yo con un grupo. Fuimos partiendo de a uno o de a dos, veintipico personas en total”.
En abril de 1977 hubo una reunión del Comité Ejecutivo del prt. Existían dos posiciones encontradas: la de aquellos que aceptaban la derrota y consideraban que partiendo de allí había que planear una nueva estrategia y la de aquellos que pensaban en seguir dando batalla sin replegar a los militantes que aún permanecían en la Argentina. Estas diferencias condujeron a la disolución del partido. “La división del PRT me afectó terriblemente —sigue De Santis—. Fue como un mazazo en la cabeza porque no me esperaba esa miseria entre compañeros. No estaba preparado para eso y tuve un bajón anímico muy grande. Arrastrando mi humanidad me fui a Nicaragua, donde hice la escuela militar y estuve poco más de cuatro años, y viajé dos veces a Cuba, donde asistí siete meses a la escuela política y nueve meses a la escuela militar”.
Sobre el regreso a la Argentina, dice: “Nosotros estábamos siempre conspirando y organizando algo para el retorno. Nunca me pude recuperar durante el exilio porque siempre fui un militante del movimiento de masas y del partido, y no tenía ni partido ni masas. Estaba desesperado por volver al país. Entonces fui a la embajada Argentina en Nicaragua. No tenía pasaporte porque había salido clandestino. Cuando aclaré que no tenía pasaporte el tipo que me atendió me quiso apretar. Entonces yo le dije: ‘Mire que yo soy de familia radical desde 1890 por parte de padre y madre, si usted no me arregla esto voy a hablar con (el ministro del Interior Antonio) Tróccoli o con (el canciller Dante) Caputo’. Así que me agrandé y el tipo se asustó. Ahí volvimos con mi mujer y mis hijos, el más grande, nacido en La Plata, y el más chico, en Madrid. Terminé viviendo en Chivilcoy dos años, me recibí de profesor de Física, recuperé los afectos y mi personalidad. Esos dos años me vinieron bien, pero quería venirme a La Plata”.
Asegura que reinsertarse en la vida política “no fue fácil”, porque aunque “nuestros compañeros muertos eran la principal bandera de las movilizaciones de derechos humanos nosotros seguíamos siendo sospechosos para el 70% de la militancia de La Plata. El enemigo seguía trabajando en ese sentido. Los militantes no podíamos ni hablar, sobre todo los del PRT. No fue sencillo pero logré reinsertarme laboralmente, volví a militar y organicé tres sindicatos docentes”.
La revolución en el siglo XXI
“En los nefastos’90 —avanza De Santis— estaba muy en boga la consigna de las nuevas formas de hacer política. Ya en 1995 yo dije: ‘Si ésta es la nueva forma de hacer política, ¡que viva la vieja forma!’. Creo que sigo construyendo el PRT aunque ya no tenga ese nombre. Estamos levantando un partido revolucionario, volviendo a poner los cimientos de una política revolucionaria, como se expresó durante la rebelión de 2001, después de la cual se crearon las condiciones para que algún sector de la juventud empezara a escucharnos”.
En ese contexto participó de la fundación de la Juventud Guevarista con el objetivo de recuperar las ideas del Che. “Como balance de los ‘70 vemos que uno de los problemas del movimiento revolucionario fue haberse quedado sin retaguardia. Entonces ahora nosotros estamos construyéndola. Se trata de generar y organizar la identidad política de masas a partir del guevarismo. Aspiramos que por la calle, así como hay muchos que dicen ‘yo soy peronista’ o ‘yo soy radical’, haya mucha gente que diga ‘yo soy guevarista’. En eso estamos avanzando”.
De Santis es optimista: confía en que “a no muy largo plazo, va a recomenzar la lucha revolucionaria en la Argentina. Nosotros no le ponemos forma pero tampoco borramos la historia anterior. Al contrario, escribimos libros para recuperar todas esas experiencias, esas concepciones políticas, que habrá que tener presentes al momento del próximo momento revolucionario. Son como una gran caja de herramientas que tenemos y no hay que despreciar ninguna. Seguramente los pueblos en lucha van a generar nuevas herramientas que tendremos que incorporar al proceso. Lo que no hay que perder de vista es que seguimos viviendo en una sociedad capitalista, dividida fundamentalmente entre los dueños de los medios de producción, una minoría, y una inmensa mayoría de explotados. Ni olvidar que es justamente el capitalismo el que genera al enterrador del propio sistema, que son las masas trabajadoras, con una identidad política revolucionaria, canalizada a través de una organización política revolucionaria. Creo que no estamos haciendo todo esto en vano porque en el futuro vamos a ganar. La próxima vez vamos a ganar nosotros”.
El Che en Bolivia
Los dos primeros libros de De Santis son una reconstrucción histórica del PRT-ERP. Tras 11 años de llevar adelante la Cátedra Che Guevara, se propuso analizar en una tercera publicación las causas que llevaron al revolucionario argentino a viajar a Bolivia, donde fue asesinado el 9 de octubre de 1967. Ese libro se presentó en abril pasado, con el título “¿Por qué el Che fue a Bolivia?”. El texto indaga en sus escritos y diarios de viaje. “Me pregunté por qué un hombre tan inteligente, con tanta capacidad, con tantas virtudes, fue a hacerse matar inútilmente a Bolivia, algo en principio difícil de explicar. Contaba con algunas respuestas preliminares pero tenía que fortalecerlas — le dice el autor a La Pulseada—. La pregunta posee dos aristas: una tiene una respuesta más inmediata: fue a Bolivia por la situación política, la situación estratégica, los razonamientos que hacía. Pero también está involucrada una respuesta mucho más amplia, que exige ver el desarrollo de la lucha revolucionaria en el marco histórico y mundial”.
De modo que De Santis, además de desandar la ruta del Che hacia Bolivia, intenta reflejar la coyuntura latinoamericana de los ’60 y ‘70, ligada a la lucha revolucionaria y a las ideas socialistas y marxistas. Aportar argumentos para entender por qué la tan ansiada revolución finalmente no triunfó.