Dos “egresados” pasaron por nuestro programa: Lucho Maldonado y David Miño, ambos de 29 años. Uno impulsó una juntada de “pibes de Cajade” ya grandes para ir a dar una mano en la Obra. El otro nos pidió ayuda para un parador de personas que viven en las calles. Los dos recordaron su infancia con Carlitos y contaron cómo el Hogar les cambió la vida.
A Luis Maldonado lo mencionamos en abril, como símbolo de los 12 años de La Pulseada y de la continuidad del reclamo por los derechos de los pibes. Hablamos de su pechera, ésa que usó en 2001 marchando contra el hambre junto al Movimiento Nacional de los Chicos del Pueblo y volvió a usar este año contra el abandono del gobernador Daniel Scioli hacia la infancia. En La Pulseada Radio charlamos con él unas horas después de haber acompañado a su “príncipe” Benjamín al primer día de clases. “Para mí es algo maravilloso ver a mi hijo en su primer día de escuela… es una cuenta pendiente. Mi papá nunca me llevó a la escuela ni al club… así que verlo con el guardapolvo blanco me conmueve”, expresó Lucho.
“Soy un privilegiado —continuó—. Mi vida no fue nada fácil, como no lo fue para ninguno de los chicos del Hogar, pero la mía es un poco más complicada porque mis viejos no eran personas pobres. Éramos una familia normal de clase media, con la diferencia de que se separaron mis viejos y a los cinco años no soporté la separación y así comenzó mi vida en la calle…”.
Luis llegó al Hogar cuando era adolescente, después de haber pasado por institutos de menores. “Cuando me escapé por primera vez de mi casa tenía nueve años —contó en la radio—. Yo tengo que revertir todo lo que no fueron conmigo. Como dice el dicho: ‘No hagas lo que no te gusta que te hagan’. Y a mí no me gustó que me caguen a palos, que mi viejo se coma un churrasco con ensalada y yo guiso pasado por el aceite. Yo no quiero que mi hijo crezca con esa historia. Tampoco quiero que crezca pensando que tiene todo, también tengo que enseñarle el espíritu de humildad. Por eso lo llevé a la marcha del otro día”.
“El Hogar a mí me mueve, porque primero yo venía de institutos de menores, varios centros de rehabilitación para adictos, porque a los ocho años me empecé a drogar hasta los 15, que llegué al hogar. Un día, el Chino (su educador en el Hogar), no me olvido nunca, me dice: ‘Acá no es que me estás cagando a mí o al Cura, drogándote te estás cagando vos mismo’. El Chino es medio cerrado, pero para mí es mí papá… es mi referente, es la persona que me guió hasta los 21 años, cuando decidí seguir mi vida fuera del Hogar”.
Luis vive con su mujer y su hijo. Trabaja desde hace seis años en el Servicio Penitenciario Bonaerense. “El Hogar a mí me cambió la vida. Yo creo que mi destino era penal. Pero no del lado de afuera, como lo estoy haciendo ahora, sino de adentro. Por eso es que yo llevo la bandera. Es muy loco —explica— porque de estar en institutos de menores de repente a estar trabajando en la parte interna del penal, donde me encontré con pibes que estuvieron institucionalizados conmigo, y hoy los veo detrás de las rejas…”.
En plena denuncia de la crisis de la Obra, con las casitas de día cerradas y la falta de recursos que también afectaba al Hogar convivencial, Luis fue uno de los impulsores de una invitación para chicos que pasaron por allí: la idea era acercarse a dar una mano. “Para mí, ir al Hogar es ir a la casa, es ir a visitar a mamá, a papá… Es mi casa de la infancia, es donde yo me críe. No hay que olvidarse de quién fue Carlitos, y del legado que nos dejó.”
David, un baruyero que pegó el estirón
“Hicimos notas en comedores, otra sobre gatillo fácil…”, recuerda David Miño. Es que cuando era un adolescente del Hogar integró el primer staff de la sección de los pibes, Baruyo, cuando se fundó La Pulseada en 2002.
Charlamos con él porque tenía ganas de difundir una peña que se estaba organizando para colaborar con el parador para personas en situación de calle Puente de Fierro, ubicado en Altos de San Lorenzo. En ese centro comunitario participa David hace un año.
“Estamos tratando de darle una mano, a pulmón, porque justamente el Estado mucho no nos ayuda… Tenemos un sistema muy precario, no tenemos ropa de cama, la gente necesita abrigo”, resumió en los micrófonos de LPR.
Ese parador funciona hace más de 10 años, pero David se incorporó hace poco. “Estamos tratando de simplificar el problema en el momento, sin burocracia —explicó— pero con tan pocas herramientas es difícil. La gente pasa la noche en el lugar y la idea es reinsertarla y que dejen de estar en riesgo habitacional. Hay personas de cualquier edad a las que les damos la asistencia inmediata, un plato de comida y un techo para que puedan descansar”.
“Hace dos días ingresó un muchacho, en silla de ruedas, en situación de calle —recuerda David en diálogo telefónico con Marcelito Santillán y Javier Sahade, dos de los integrantes del programa—. Por la burocracia de la ciudad, que por no tener dos años en la ciudad no lo podían ayudar, estaba totalmente desamparado. Estamos luchando por eso, para que no pierda la pierna este muchacho y tratando de organizar una peña comunitaria para recaudar fondos. Necesitamos comprar abrigo, estufa y la silla de ruedas”.
David vivió 15 años en el Hogar de Cajade, por donde también pasaron tres de sus primos. Dentro de la Obra, trabajó en la imprenta Grafitos y luego se capacitó en artes gráficas, en nivel terciario. “Gracias a Carli tuve una formación política y académica”, se enorgullece.
—Yo te extraño un montón, Davi —le dice Marcelito Santillán, que creció en el Hogar junto a él.
—Yo también, amigo. Fue muy linda nuestra infancia.
—¿Qué pensás de la época?
—Una buena niñez que tuvimos, una buena adolescencia. Siempre son recuerdos lindos los que me quedaron.
Para colaborar con el Parador Puente de Fierro,
llamar al 451-7007 o acercarse a en 87 e/ 27 y 28, Altos de San Lorenzo.