Manuel Jacinto y Esther de San Juan tienen un poco más de 70 años, tres nietos y un local en el frente de su casa que desde hace ocho años es la sede de La Pulseada. Todos los meses, como corresponde, pagamos el alquiler pero no hay dinero que alcance para retribuir la amabilidad con que nos tratan. Manolo nos da una mano con todo lo que necesitamos y desinteresadamente: va a buscar las revistas a la encuadernadora, arregla la estufa, la parte eléctrica, la persiana, nos ayuda con los recorridos cuando hace falta, recibe donaciones para la Obra… Y hasta construyó la nueva estantería que tenemos para ubicar los ejemplares que llegan mes a mes. Esther mantiene el local limpio, ambos están siempre al tanto de las cosas que pasan en la revista y nos miman más que cuando estamos en nuestras propias casas.
El local y los estantes se pueden ver en esta foto que sacamos en la última reunión que tuvimos con vendedores de La Pulseada. Pese a que Manolo y Esther son también pulseadores, todavía no pudimos convencerlos de que posen para la foto.