Ciudad uniformada

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Foto: Gabriela Hernández

Desde abril patrullan La Plata 731 nuevos policías que el intendente promete duplicar a fin de año. Con capacitación exprés y arma en mano, deben ser figuras de confianza en los barrios y prevenir delitos. Se suman en plena campaña electoral a una política de saturación visual y represión de las consecuencias de una histórica desinversión en inclusión social aún vigente. Y nada parece desalentar su integración a los circuitos delictivos de la Bonaerense. Hablan funcionarios, policías y especialistas.

                                                                                                            Por Pablo Spinelli

Subnotas

 

La escena, seguida desde cualquier auto en movimiento, podría ser vista como el fragmento de una película que empieza, termina y vuelve a empezar, sin fin. Dos integrantes de la flamante Policía Local caminan lentamente por cualquier calle o avenida más o menos céntrica de La Plata, ingresan a un local, observan, hacen alguna pregunta y siguen su recorrida. Son fácilmente reconocibles en sus uniformes de pantalón oscuro, camisa blanca y boina celeste. A dos cuadras de distancia reinicia; podrían ser los mismos pero son otros. Salen de una farmacia, observan la vereda y siguen la caminata. Uno de ellos lo hace con los pulgares descansando en el chaleco antibalas. Su compañera de ronda tiene la mano derecha rozando el arma. Lo mismo ocurre otros 200 metros más lejos, donde con un intercambio de señas dialogan con la persona que atiende una ferretería. O incluso más allá, donde con el mismo tranco incursionan en un minimercado, recorren las góndolas, intercambian unas palabras con el cajero y salen para repetir la rutina en el cotillón de al lado.

La fuerza simbólica de esa imagen callejera repetida hasta al cansancio podría instalar la percepción de un estado de cosas presunto a través de una situación que en pocos días se convirtió en cotidiana. La calle saturada de policías, tal vez para estimular una apreciación inversa a la generada por la repetición mediática —también sin fin— de hechos delictivos, aparece como una estrategia que tiene números concretos. A fines de marzo egresaron y entraron en funciones en la capital bonaerense 731 efectivos de la nueva Policía de Prevención Local. La situación es similar en la mayor parte de los distritos de más de 70.000 habitantes que adhirieron a la medida decretada por el gobernador Daniel Scioli y regulada por su ministro de Seguridad con una resolución que se firmó tras el fracaso de una ley consensuada (ver “Un debate en el que perdieron todos”).

En el caso platense seguirán multiplicándose. El intendente Pablo Bruera, que en los papeles tendrá cierto poder de coordinación sobre la nueva fuerza, ya llamó a inscripción para sumar otros 200. Tras el mismo proceso de selección y formación de siete meses que tuvieron los recién graduados, se sumarán antes de las elecciones de octubre próximo. Pero la saturación tampoco terminará ahí: tras el crimen en abril del joven médico Francisco Guerrero en un barrio platense, Bruera anunció que los policías locales llegarán a ser 1.500, el doble de los actuales. E informó que le pidió refuerzos al gobierno nacional para controlar los accesos a la ciudad. Se dará así en La Plata y sus alrededores una convivencia de uniformes, códigos internos e intereses que puede tornarse explosiva: los nuevos policías locales, los 1.200 efectivos de la Bonaerense, las patrullas de Control Urbano, las Direcciones Distritales de Investigaciones y Antinarcótico, el Comando de Prevención Comunitaria, el Comando de Prevención Rural, y los gendarmes y policías federales solicitados.

 

No tan distintos

En teoría, las singularidades de los nuevos habitantes del paisaje callejero son dos. Por un lado convertirse en referencia de la cuadra por la que caminan, porque siempre serán los mismos y tienen la obligación de vincularse con los vecinos. En esa misión se encuadran algunas consignas diarias vinculadas con la idea de “proximidad”, como ingresar a los comercios o tocar timbre en las casas. En otras palabras, recuperar el concepto de “policía de la esquina” al que muchas veces se apela desde lo discursivo. La otra característica, quizá más conflictiva, remite al carácter de fuerza de “prevención”: evitar la comisión de delitos.

Más allá de los resultados concretos que pueda alcanzar en prevención, nada hace pensar que la Policía Local sea muy diferente de la Bonaerense. Por el contrario, esa potestad de abortar un delito cuando se supone que aún está en etapa de intención los coloca en una situación de poder especial para el control social que potencia ciertos rasgos. Portación de rostro, atuendo o actividad callejera podrían activar alertas.

Existen dos puntos en la Resolución 835/14, firmada por el ministro de Seguridad, Alejandro Granados, que dan marco legal a la aplicación de estos criterios “preventivos”. Son incisos del artículo 8, sobre las funciones. Se establece que deberán “implementar mecanismos de disuasión frente a actitudes y hechos delictivos o contravencionales” e “impedir que los hechos delictivos o contravencionales, tentados o cometidos, produzcan consecuencias delictivas ulteriores”. En palabras del jefe de la nueva fuerza, Jorge Campostrini, a La Pulseada: “Disuadir, prevenir el delito antes que ocurra. Eso es lo más importante, no correr detrás, no estar esperando que haya una denuncia para ir a socorrer, sino estar de una manera preventiva, disuasiva, atento a prevenir cualquier ocasión de delito”. Se supone que para aplicar esa perspicacia es que fueron preparados en los cursos. En una segunda instancia, cuando ese hecho ya está en ejecución, deben actuar como cualquier otro. “Por eso son policías —dice Campostrini—. Están munidos de arma y entrenados especialmente para poder actuar de la manera que corresponda de acuerdo al evento que ocurra”.

Un policía de prevención local es un policía bonaerense con otro ropaje y otra especialización, adquirida en siete meses. Campostrini vuelve a aclarar: “Así como está Comunicaciones, la Policía Científica, la Aérea, o Bomberos, está esta especialidad que se llama Local, la cual intenta hacer prevención. Y la ley que la rige es la misma: tiene las mismas disposiciones de personal, el mismo sueldo —promedia los $9.000 para los que ahora inician—, el mismo régimen estatutario y escalafonario.

También aplicarán los mismos criterios de acción y bajo la misma Auditoría de Asuntos Internos serán evaluadas sus conductas. Entonces no hay a la vista recursos que eviten que se recree la línea invisible que vincula a sectores de la fuerza con la mano de obra que suele ser reclutada en la calle (los jóvenes que se pretende controlar) para delinquir, situación denunciada hasta por un ministro de Seguridad (Carlos Stornelli) del actual gobernador. Más bien lo contrario: si se tienen en cuenta algunas conductas de los viejos servicios de calle de las comisarías, conocer las veredas que caminan y relacionarse a diario con sus habitantes podría estimularla.

La reglamentación y las palabras del funcionario llevan a descartar la idea de una policía municipal con cierta autonomía de la Provincia. De hecho los intendentes —en el caso platense aportó el espacio físico operativo y dinero para comprar móviles y uniformes— tendrán injerencia sólo para reclamar que determinadas zonas sean cubiertas o pedir que el jefe policial sea removido.

“En este esquema de debilidad institucional, con clausura del debate parlamentario, se van incorporando nuevas capas geológicas a la estructura de la Bonaerense”, analiza Rodrigo Pomares, director del Programa de Justicia y Seguridad Democrática de la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), que siguió de cerca el proceso previo a la implementación de la Policía Local. Agrega que así se reproducen los aspectos centrales que vienen denunciando: “Control territorial en base a prácticas ilegales y desprofesionalización”. La dinámica que adquiera la relación de esta Policía con los jefes comunales se irá moldeando con el tiempo. Aún es difuso establecer si el marco regulatorio y las cadenas de mando desalientan que la primera se convierta en fuerza de choque de los segundos.

Las cuadrículas

La premisa de las autoridades de la Policía Local es: “El vecino quiere verlos, y si es cerca de la puerta de su casa mejor”. En esta primera etapa —sin embargo— el alcance de la flamante fuerza se limita a los centros comerciales. Campostrini admite que fue una de las principales quejas en las primeras semanas. La “proximidad” usada para presentar la fuerza se relativiza, entonces. Al menos el primer mes las boinas celestes están cerca, sí, pero de zonas de alta circulación de gente y con fuerte concentración comercial

En el casco urbano, transitan por las principales avenidas y las arterias cercanas al microcentro. Esto último se extiende a localidades periféricas de la capital bonaerense como City Bell, Villa Elisa, Gonnet, Melchor Romero, Olmos, Los Hornos, Villa Elvira, que tienen dinámica comercial propia. También se los ve cerca de escuelas en los horarios de entrada y salida, y los fines de semana en plazas y parques. Pero es notoria la ausencia en barrios residenciales del casco urbano, como La Loma, Hipódromo o El Mondongo (donde ocurrió el asesinato del médico que desencadenó el pedido de gendarmes y policías federales), o en innumerables zonas de San Carlos, Altos de San Lorenzo, barrio Aeropuerto o Ringuelet. Ni hablar en lugares más postergados y desprotegidos, como El Churrasco y el Mercadito en Tolosa, El Palihue o Villa Alba en Villa Elvira.

Para cubrir esa demanda, el jefe plantea que necesitaría más hombres aún, y que por ahora sólo llega parcialmente a esas zonas con las 120 motos y los 50 patrulleros. En cuanto a los y las caminantes —según informó a La Pulseada—, de los 731 egresados empezaron trabajando 600. El resto siguió en la etapa de instrucción. Como circulan en parejas, la organización contaba a principios de abril con 300 dúos, que se dividían en 2 turnos de 150 cada uno: a la mañana de 6 y 14 y a la tarde de 14 a 22. Desde esa hora y hasta la madrugada no hay patrullajes a pie y sólo circulan algunas motos y autos.

Una de las patas municipales en la mesa operativa de la nueva fuerza está representada por el secretario de Seguridad Municipal, Guillermo Escudero, que explica la distribución geográfica de los policías y coincide con el diagnóstico de Campostrini y de los vecinos que se quejan porque no los ven cerca de su vereda: “Van a tener una fuerte presencia en centros comerciales, en escuelas, en espacios públicos, que es donde hoy la gente transita”.

El otro representante municipal es el Coordinador Operativo, Gustavo Rosli, que en Facebook aún se presenta como abogado en la Dirección de Niñez y Adolescencia comunal. Cambió la piel. Ahora su misión es controlar las cuestiones logísticas y de recursos, como los uniformes y la flota de vehículos. Los policías locales tienen como lugar físico de referencia el mismo del Comando de Prevención Comunitaria (CPC), instalado en la zona del Estadio Único (21 y 527) cuando esa fuerza (también vinculada a la Bonaerense) fue lanzada. “No van a poder estar en las comisarías, y su base operativa va a ser en la calle”, dijo Escudero, intentando marcar una diferencia.

Los funcionarios ubican allí lo que es un caballito de batalla para promocionar a la nueva policía: el conocimiento de la zona patrullada. Como los efectivos son todos oriundos de las ciudades en las que la fuerza opera, consideran una virtud y no un posible origen de problemas esa relación con el territorio. En La Plata hay un dato llamativo: el 30% de los efectivos son vecinos de Los Hornos.

 

Un internado al estilo de la Vucetich

El internado en el que pasaron siete meses los 900 aspirantes a la Policía Local platense no se diferencia mucho de la Escuela de Policía Juan Vucetich. Si bien no dormían allí, la rutina comenzaba con un desayuno a las 7 y clases de 8 a 17, con un almuerzo entre materia y materia. Cursaron un total de 1.280 horas en 21 cátedras, distribuidos en 16 comisiones desde fines del invierno de 2014 hasta marzo de 2015, en el Instituto de Capacitación ubicado en 149 y 63, de Los Hornos.

También la disciplina era la misma que para cualquier aspirante a la Bonaerense, según el Reglamento Interno para cadetes dictado en resolución ministerial N°1064/14. Con cierta reminiscencia militar, como la prohibición de usar cabello largo o despeinado en los hombres o suelto en las mujeres, podían ser sancionados si fumaban, no prestaban atención o se dormían en clase. El reglamento incluye fórmulas como “mantener en la vida pública y privada el debido decoro” o la prohibición de “mantener vinculaciones con personas de baja moral o mal vivir”. Además, no podían usar aros, anillos, pulseras, reloj ni celular “sin la debida autorización”.

El comisario inspector Mario Camaño, director de la Academia de Policía de Prevención Local de La Plata, charló con La Pulseada sobre el perfil de los estudiantes. “Son gente de 18 a 35 años, mayormente ya padres o madres de familia, con hijos. Se ha dado una distribución pareja de la edad”, indicó. Explicó que se buscó “un perfil de policía más solidario, asistencial, conocedor de la ciudad” y “se privilegió a los nacidos y crecidos en La Plata, aunque en los hechos sólo bastaba el domicilio para inscribirse”.

Si bien el jefe de la Policía Local, Jorge Campostrini, remarca que “están más formados en la prevención” que los bonaerenses, el Plan de Estudios es el mismo. De los 900 inscriptos egresaron en marzo 731, con el título oficial de Auxiliar en Seguridad. Si lo desean, pueden seguir estudiando hasta lograr la Tecnicatura. No obstante, los nuevos agentes deben continuar con una “capacitación obligatoria”, especialmente en defensa personal, tiro y educación física, que insume el 15% de la carga laboral. Respecto de la formación en tiro, el director de la Academia precisó que es idéntica a la de la Bonaerense: conocer cómo armar y desarmar una pistola, realizar prácticas con armas de puño y más tarde, con escopetas. Consultado sobre si se barajó una policía desarmada, al estilo de las grandes ciudades europeas, respondió que “en este esquema no está contemplado”. También se alienta que el 25% de los mejores promedios pueda continuar ascendiendo en el escalafón de la Policía bonaerense, hasta suboficial ayudante; pero eso será en 2016.

Francisco Martínez

 

Perfiles y expectativas

Muchos de quienes ingresaron a la fuerza provienen de Los Hornos y tienen entre 20 y 25 años; una inmensa mayoría cuenta sólo con estudios secundarios, aunque hay algunos abogados, contadores o estudiantes; y el grueso no tenía otro empleo. Durante los primeros días de trabajo, La Pulseada pudo conversar con algunos, pese a la evidente recomendación superior de que no lo hicieran (por eso se preservan las identidades).

Una agente de 31 años de Los Hornos contó que se enteró el último día de inscripción, por su marido, que le avisó mientras ella trabajaba limpiando una casa de familia. “Yo creo que estamos capacitados y nos vamos a encontrar de todo un poco. Gente que nos quiere, gente que no. Tenemos que estar atentos, seguros de lo que vamos a hacer en la calle. Y yo me siento así”, planteó.

Un caminante de 21 años de Ringuelet que después del secundario tuvo algunos trabajos ocasionales habló sobre la formación. “Se han planteado conflictos familiares, de vecinos, robos al frente nuestro, para saber cómo reaccionar. Por eso digo que estamos muy preparados”.

Otro nuevo policía habló de las sensaciones del primer día: “Cuando tuve por primera mi arma reglamentaria en la cintura, me di cuenta de que la gente, al verme, está pendiente de lo que vamos a hacer, tiene sus esperanzas depositadas en nosotros, de que toda esta situación pueda llegar a cambiar. La verdad yo quisiera creer que se van a hacer las cosas bien. Tenemos muy en claro que no son un juguete. Y uno las tiene que usar si está seguro. Si no, evitarlo, con técnicas de persuasión verbal y física, de violencia mínima indispensable”.

En otra esquina, una pareja de agentes explicó: “Si son menores es difícil… porque si son chicos no los podés tocar. Si les dejás una marca es un problema y te pueden acusar. Pero si tienen 15, 16, sí”. Agregaron que “con la profesora de Derechos Humanos que tuvimos en el curso discutimos mucho y no llegamos a un acuerdo… Ellos tienen derechos humanos pero a vos si te matan no tenés derechos humanos como policía. Y a vos si te ven caminando, te roban la mochila y te tiran al piso, también tenés tus derechos humanos”.

La formación incluyó el pago de una beca de $3.500 para los futuros agentes; ya en funciones, perciben un sueldo inicial de $9.000. Algunos respondieron que les satisface brindar un servicio a la comunidad, pero el trabajo estable y en blanco parece ser el mayor atractivo. Así lo resumió un entrevistado: “El 50% se anotó por una necesidad, porque es un buen trabajo, una buena remuneración, con buenos horarios, cosa que es muy difícil conseguir en el mercado laboral de hoy en día, se sabe que es así de jodido. Mucha gente acá está porque tienen hijos. Acá venimos a mantener una familia, a intentar dejar de rascar el fondo de la olla, venimos a buscar un porvenir mejor”.

Josefina Oliva

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