Editorial de La Pulseada Nº 117, marzo de 2014. /
Éste era el espacio que usaba Carlitos Cajade para dar a conocer qué pensaba y sentía ante las cosas que lo alegraban y frente a las injusticias que combatía. Desde estas páginas nos dijo: “No tenemos que cuidarnos de nuestra infancia sino que tenemos que cuidar a nuestra infancia”. También definió cuál era “la gran pulseada” que debíamos dar: “De la vida contra la muerte; de la verdad contra la mentira; de la justicia contra la injusticia; de la alegría de la dignidad contra la amargura del sometimiento; de la esperanza de un país para todos contra la tristeza de que siga siendo sólo para algunos”.
Hoy lo imaginamos al cura con su agenda abierta, esbozando la editorial, indignado por el cierre de las casitas creadas para dar alimento y amor a pibes y adolescentes de los barrios. Cuatro emprendimientos sociales de la Obra de Cajade -las casas de los niños “Madre del pueblo” y “Chispita”, Casa de los Bebés y Casa Joven- deberían haber abierto en febrero y no lo hicieron, por falta de recursos.
Esto afecta a 250 personas —entre ellas, muchos bebés— que están creciendo y desde ahora no reciben almuerzos, meriendas, refuerzos nutricionales, juegos, talleres, apoyo escolar, atención odontológica y psicológica. Ni caricias. Las familias tampoco contarán con consultorios jurídicos, cursos y contención. Muchas madres no sabrán dónde dejar a sus hijos para ir a trabajar. Y muchos trabajadores y trabajadoras de la Obra, que están capacitados como pocos para atender a los pibes, ahora ni siquiera cobrarán el sueldo miserable que venían percibiendo hasta diciembre pasado.
Carlitos hubiera puteado fuerte, bien fuerte. A nosotros nos queda la tarea de ponerlo en otras palabras.
Nos hubiera gustado empezar el año contando que algunos de los chicos de nuestra Obra tramitaron la ayuda económica que comenzó a brindar el programa nacional PROG.R.ESAR y que sus padres se ilusionan con verlos finalmente con un título del Secundario. Queríamos enumerar más historias como las de Johana, que publicamos en esta primera revista del año y nos habla de todo lo que le dio Chispita. Teníamos ganas de zambullirnos en el admirable trabajo que realizan en la ex Casa Cuna y en los desafíos de la primera mujer que la dirige. Y contarles que Baruyo se viene este año con nuevas propuestas e ideas para profundizar la comunicación hecha por los adolescentes de nuestra Casa Joven.
Pero el tema central, lo que opaca todo, es el cierre de las casitas por el vaciamiento presupuestario, que al igual que casi todas las instituciones similares -públicas o de organizaciones sociales- que trabajan con la niñez en el territorio bonaerense, sufre la Obra que creó Cajade.
“Me conviene a mí ir a una plaza con un palo y un clavo en la punta y juntar las cosas del piso. Por lo menos así cobraría un salario —le dice a La Pulseada Claudia Auge, la coordinadora de Chispita, antes de hacer una pausa, tragar y aguantar el llanto—. A los trabajadores de Niñez nadie nos reconoce”, concluye.
Educadores, talleristas, cocineras y profesionales que en algunos casos cobran 850 pesos por mes no reciben su salario desde diciembre y muchos se vieron obligados a salir a vender empanadas, pizzas o ropa usada. La dramática situación, que venimos denunciando hace años en esta revista, pone en evidencia el abandono del Estado provincial a niños y adolescentes con derechos vulnerados. También saca a la luz la realidad ya insostenible de quienes dan la vida en acompañarlos y asistirlos, cobrando miserias y sin acceso a ningún derecho laboral.
Porque, además de los retrasos en los pagos, todos los montos que la Provincia destina para el sector están congelados. Lo que un trabajador de la Obra recibía en 2009 representaba el 60% de un salario mínimo. Hoy no llega a ser el 25%.
“Hoy en día no hay hambruna como la que padecimos en los ’90 y si a las familias les damos un paquete de polenta las madres se lo tiran a las gallinas. No es justo que a la gente le estemos dando bolsas de alimentos como en otros tiempos… No es justo”. Claudia explica así la necesidad que tienen los barrios de un abordaje integral, que es el que ofrecen lugares como Chispita.
“Estamos mal —concluye Claudia, un jueves a la tarde, en su casa—. Si la Obra de Cajade no estuviera en crisis, a esta hora debería estar con los chicos de Los Hornos. Lo más triste es que no pasa nada… el mundo sigue. En el último mes, cuatro adolescentes del barrio murieron por problemas de drogas, ajuste de cuentas. A una familia le desarmaron la casilla y la obligaron a irse. Le sacaron hasta la pileta que nosotros le habíamos conseguido. Nunca habían tenido una pileta y después de que se la dimos, se la pasaban en el agua. Se la llevaron. Es como sacarles una pelota de fútbol… Lo único que tenían. Esos chicos no sabemos dónde están ahora. ¿Hay que olvidarse? Son adolescentes y nos costó 14 años que existieran en la escuela, en el barrio. No son un número”.
El Sistema de Promoción y Protección Integral de los Derechos de los Niños incluye y reconoce en la Provincia la tarea que llevan a delante las organizaciones independientes. Nuestras casitas no pudieron abrir porque el gobierno bonaerense le debe a la Obra de Cajade cientos de miles de pesos. El ahogo también repercute en el Hogar convivencial, donde escasean los recursos.
La situación no es nueva. A lo largo del año pasado referimos permanentemente esta crisis y el ninguneo hacia el sector. Y entre enero y febrero de este año dimos cuenta en nuestro sitio web de un reclamo firmado por decenas de organizaciones por la deuda en el pago de becas y subsidios. También hablamos sobre el temor por el cierre del Centro de Tratamiento Ambulatorio Integral (CTAI) —un servicio que depende de la secretaría de Niñez y es indispensable para chicos en conflicto con la ley penal—, cuyos trabajadores iniciaron un plan de lucha vigente al cierre de esta edición. Venimos diciendo que durante la gestión de Daniel Scioli diferentes hogares y centros de día se vieron obligados a cerrar sus puertas, presos de un gobierno que dirige sus fondos a políticas punitivas y represivas en lugar de proteger a la infancia y promover sus derechos.
“La Obra de Cajade llegó a una situación límite”, comunicamos masivamente en febrero, en un texto que precisaba la deuda de la Provincia hasta ese momento: 388.800 pesos. Este mes, estimamos, sería de 583.200 pesos. Agregamos allí que por semejante vaciamiento presupuestario las organizaciones en las que el Estado delega esa función primordial ya se puede cumplir con las obligaciones alimentarias, sanitarias, educativas y recreativas de los pibes de nuestros barrios. Y recordamos la denuncia que la Obra presentó en septiembre de 2013 junto a 50 organizaciones en el juzgado en lo contencioso administrativo Nº 3 de La Plata (La Pulseada 113, septiembre de 2013).
En esta primera revista del año también reencontrarán la historia de Omar Cigarán. Él y cada uno de los pibes y pibas con derechos arrancados que desde 2008 dejaban pasar sus horas en la plaza San Martín, durmiendo en colchones mojados y jalando pegamento, encontraron miradas estigmatizadoras, condena social, golpes, encierros y hasta balas. “Se perdió mucho tiempo con esos nenes”, dice la mamá de Omar a un año de su asesinato.
Pero “con ternura venceremos”, decimos una vez más. La ternura hoy es el llanto contenido de Claudia, Isabel, Romina y Ana, coordinadoras de nuestras casitas, y de todos los trabajadores de la Obra. Cuando pensamos en la tapa de esta revista alguien propuso colocar un cartel que dijera “cerrado por…” y nos preguntamos qué seguía, cómo se completaba el texto. Nos parece un buen espacio para que cada uno lo llene. Quizás la respuesta la tengan el gobernador Daniel Scioli y los funcionarios encargados del dinero de las becas: el secretario de Niñez y Adolescencia, Pablo Navarro, y el flamante ministro de Desarrollo Social, Eduardo Aparicio.