Nota principal: Un sistema de mala muerte
Carta Abierta a la Licenciada Pilar Molina
Secretaria de Niñez y Adolescencia
Provincia de Buenos Aires
El dolor por la muerte de Damián nos atraviesa a todos los trabajadores del Centro Cerrado Aráoz Alfaro, nos interpela a cada uno en la particularidad de la tarea que desarrollamos, nos golpea y hace replantear hasta qué punto somos responsables, en qué aspectos fallamos, qué cosas podríamos haber hecho mejor para que “el topo” no tome tamaña decisión mientras se desarrollaba una jornada de visitas como tantas otras.
La muerte de Damián nos confronta, nos obliga a parar la pelota, a juntarnos como hoy bajo los árboles del predio y fundirnos en un llanto silencioso, a identificarnos como colectivo institucional, a no reprocharnos las faltas individuales sino más bien a reconocer las potencialidades de cada trabajador, a valorar la especificidad de cada uno en su rol; a sentir las palabras entre sollozos de nuestro director, todos, desde el encargado de lavandería hasta la médica psiquiatra, desde los asistentes de patio hasta la directora de la escuela. Hoy es momento de abrazarnos, de canalizar tanta angustia y tanto desánimo en una ronda de mate, permitirnos el llanto y el quiebre en la voz aún mientras había que mostrarse enteros para transmitir al resto de los pibes que Damián murió, que la decisión de quitarse la vida y acabar con tanto tormento pudo más que las promesas siempre vagas de un futuro mejor.
Pero tanto dolor no puede ser en vano, la muerte de un pibe en un Centro Cerrado de la Provincia tiene que ser visibilizada de una vez por todas, no puede pasar desapercibida por los medios aún cuando gran parte de la sociedad crea que hay vidas que valen menos que otras, no debe ser silenciada por los funcionarios de turno. Entonces, cuando las lágrimas dejen de brotarnos y el nudo en el estómago no apriete tanto, será momento de exigir responsabilidades y cambios estructurales en el ámbito de la Secretaría de Niñez y Adolescencia de la Provincia, para que esto no se transforme en “algo común que puede suceder”. Tal vez el suicidio no podría haberse evitado de todas formas, pero no podemos soslayar que existió un contexto institucional donde el mismo se produjo y aquí es donde debemos comenzar a responsabilizarnos y exigir responsabilidades políticas. Será momento de dejar de naturalizar las falencias, las fallas, las promesas incumplidas. De no tolerar más sobrecupos de jóvenes, colchones en el piso, jornadas con ocho Operadores para atender 60 jóvenes y sus visitas (lo que conlleva un desgaste psicofísico y distracciones involuntarias), falta de capacitación y contención para el personal, precarización laboral. Dejar de hacer malabares en el día a día para que alcance la yerba, no se rompa una ducha, evitar que los chicos se peleen para ver quien duerme en el piso porque sobra uno en la celda o falta una “tarimba”, para garantizar que salgan al área educativa o al taller de carpintería. Pedimos personal, recursos, capacitación, jerarquización de nuestra tarea, elaboración de un Estatuto laboral propio, etc, etc.
Mañana estaremos nuevamente, atravesando el portón de entrada, dejando de lado nuestras problemáticas individuales para abocarnos otra vez a la difícil tarea de aportar, cada uno desde su lugar, a que la privación de libertad de los jóvenes conlleve una dimensión socio-educativa, que el paso de los pibes por los Centros Cerrados les dé, al menos, la posibilidad de cuestionarse algunas prácticas, de repensarse como sujetos de derechos, de proyectar un futuro alternativo, de no reproducir tumbas. Allí estaremos, poniendo lo mejor de nosotros, pero necesitamos respuestas concretas y no meros discursos de cambio que aquí, en los “Institutos de Abasto”, no se han producido y que Damián ya no podrá apreciar.
Matías Valentini
Lic. en Trabajo Social
Operador Socio-Terapéutico
M.P 10.762