El Puntal presentó su primer disco, una diapositiva de imágenes donde brilla la diversidad folclórica: aires de zamba, vidala, milonga surera, huayno, caporal y chacarera se fusionan con la tierra y el cielo como figuras estelares de su canción.
Por María Laura Esperança
Hay algo que en El Puntal está claro: cada integrante tiene potestad sobre su instrumento. Más allá de una canción armada sobre la que trabajar, las posibilidades son la hoja en blanco y el instrumento el pincel; un organismo donde cada parte participa en absoluta libertad. Cuenta la historia que esta banda de folclore fusión nació en Maipú, provincia de Buenos Aires. Un pueblo de la pampa húmeda bonaerense, musa inspiradora de sus letras: las canciones suenan a campo.
“Ese paisaje es mi centro de gravedad. Yo sé que ahí está todo bien”, dice Facundo Thellier, «el Coco», compositor, guitarrista, voz y alma mater del grupo cuyo germen comenzó cuando él y Nicolás -a cargo de una de las voces junto a Marcia, la única chica del grupo- entendieron que las cosas tomaban forma cada vez que se juntaban a zapar sobre sus canciones. “Para mí, que vivo entre Maipú y La Plata, las canciones se empapan de ese ir y volver. Tienen un dialecto campesino del pasado que en el campo se sigue usando. Las letras hablan de esas experiencias, de la tierra y el sentimiento que te genera”. Facundo es autor de todas las canciones en melodía y letra sobre las cuales los demás músicos imprimen sus arreglos personales. Esos músicos vienen de diversas latitudes: el jujeño Carlos Farfán, en vientos andinos, Marcia Iglesias -Bahía Blanca- y Nicolás Herrera -Maipú-, en voces, y Matías Fages en percusión, oriundo de Cipoletti, una ciudad en Río Negro.
Aunque está clara la identidad folclórica de su música, en El Puntal se trabaja de una manera abierta a la experimentación que se traduce, tal vez sin buscarlo, en una sonoridad con carácter y a la vez permeable. “A mí la experimentación dentro de la banda me generó un desafío porque vengo del ámbito de un folclore más tradicional y cuando me decían «improvisá» significaba salir de lo formal, del canon establecido. Acá es «hacé lo que quieras» y eso no tiene una forma folclórica definida. Rompe los moldes que yo tenía para armar mis partes”, dice Carlos, que llegó a la banda para reemplazar a John Narváez, un músico colombiano que tocaba los vientos.
El pago
La primera canción del disco se llama De vuelta al pago. Sobre una base de guitarra que suena a milonga, una secuencia de vientos andinos evoca a su vez el viento árido y caliente del mediodía norteño y una voz grave canta: “He vuelto a la tierra mía, a la tierra de mis padres, esa tierra verde y llana ha sido la mía madre”.
La relación de El Puntal con el folclore es pampeana. De esos paisajes viene su nombre: el puntal es el madero que apuntala los tendidos de alambre para dividir hectáreas de un campo donde los protagonistas son los caballos, las vacas, los juncales y los molinos, los pájaros. La fogata ardiendo en la noche perfecta y el viento de llanura merodeando las horas de descanso y las de trabajo.
“La parte pampeana está en el verbo. Por ahí hacemos una zamba, una vidala y suena un aire a chacarera o a carnavalito. En los ritmos hay experimentación: en un mismo tema puede haber una milonga surera y después un caporal o un corte. Eso pasaba con Los Poderes de Ganja también (otra banda que comparten Facundo y Nicolás), por ahí había un reggae y una parte de raggamuffin o hip hop, y lo que daba unidad eran las letras en conexión con la tierra. En El Puntal las canciones también hablan de la tierra”, dice Facundo, y el percusionista Matías agrega: “En las imágenes están el campo y la ciudad, que es un intercambio en el que se juega un ida y vuelta: cuando te alejás de tu lugar lo apreciás de otra forma”.
Facundo describe la relación humana y musical que se genera en el trabajo de la banda valorando la confianza: cada quien confía en lo que va a hacer el otro y se da un entendimiento compositivo. “No existe un propósito definido, solo disfrutar y mover el disco, salir a tocar, y que nuestra música se conozca. Lo que hacemos lo estamos sintiendo y eso nos hace bien, pero tiene que fluir: no podés fijar algo cuando estás cambiando todo el tiempo de pensamiento, de forma de tocar, de gustos”, asegura.
Espíritu folclórico
Matías es oriundo de Río Negro, un paisaje diferente al de las canciones de la banda. “Una de las cosas que me sirvió para interpretar la música de El Puntal es conocer Maipú. Mi ciudad, Cipolletti, es un poco más grande y está cerca de la cordillera, es un valle rodeado de bardas. Ver el amanecer pampeano para mí fue algo nuevo. Fue la inmensidad, algo bastante flashero. Te da noción de que el cielo es igual de grande que la tierra en cómo se abrazan en la pampa, comprendés de dónde sale esta música: es tierra y cielo. No hay nada en el medio, te hace estar más alerta al viento, a una hoja que se mueve, a una gota de rocío. Más presente”, concluye.
Para Carlos, fue distinto porque viene de San Salvador de Jujuy, de un folclore norteño: “Cuando entré a la banda me parecía interesante aprender. Nunca me había pegado la música pampeana pero lo escuchaba a Coco, me gustaba cómo tocaba su milonga, y me pareció importante experimentarlo para mi formación. En Jujuy predomina el folclore y la cumbia, dos géneros que polarizan el gusto. Las canciones del Coco con ese mensaje paisajista, de anhelar y reconocer lo bueno del lugar, me tocaron de cerca”, dice.
Y cuenta que para él fue difícil llegar a La Plata: “Era todo distinto, me costó. Me quedé porque me gustaba la idea de conocer gente y tener nuevas experiencias. La Plata es un epicentro de gente de todos lados. Pero venir aquí fue otro mundo, hasta el comportamiento de la gente, las costumbres. Incluso físicamente la gente era distinta; me pasó que estaba acostumbrado a los policías de allá, que son como yo, y acá son más grandotes. Ni bien llegué, estaba fuerte el tema de la xenofobia, me paraban a cada rato y no podía andar sin el documento, cuatro veces fui a parar a la comisaría acá. En Jujuy jamás tuve problema. Era portación de cara, y encima eran las viejas las que me denunciaban porque me veían cara sospechosa. De repente me sentí violentado”, relata, un poco entre risas.
“Y con la banda me sentí identificado porque en ese momento particular estaba extrañando y valorando culturalmente mi lugar y vi esa calidez en las canciones del Coco. Me hizo sentir bien”, concluye.
Matías viene del rock progresivo, el metal y el funk y le tenía distancia al folclore porque sus padres son profesores de danzas folclóricas. “Me gustaron las canciones del Coco, viajando de mochila con él me acerqué. Fui aprendiendo, me compré el bombo, entendí que el folclore está hecho para expresar una poesía que es más fuerte que el folclore en sí mismo, podés experimentar ese lenguaje. Las canciones de El Puntal son canciones «con aires de», más allá de la huella de la pampa en los paisajes las canciones recorren la Patagonia y el norte y están abiertos a otras imágenes”.
Disco debut
“Cuando sacamos el disco dijimos: hay que hacer algo con eso, salir a tocarlo”, dice Nicolás. “Queríamos dejar algo guardado: habíamos cambiado de integrantes y no habíamos grabado nada. Logramos cosas que para nosotros están buenísimas y consolidamos la banda con buenas canciones, no queríamos que se perdiera. El registro empezó con la intención de grabar con un mic de aire y un condenser, pero entendimos que era mejor subir la apuesta: queríamos hacerlo lo mejor posible. En enero de 2015 lo teníamos en nuestras manos. Cuando lo presentamos sentimos que la banda estaba sonando ajustada, algo se había armado”, cuenta, y remarca que esa experencia les confirmó un buen funcionamiento interno, y el acompañamiento del público.
“La grabación del disco fue el aprendizaje de una experiencia en la que entre nosotros avanzaban perspectivas distintas, por ejemplo en cuanto a los arreglos de voces. Pero esas diferentes opiniones estuvieron bien porque enriquecieron el disco. Tomamos conciencia y pudimos verlo desde afuera”, dice Carlos. Y Matías agrega: “Fue llevarlo hasta las últimas consecuencias: no teníamos experiencia en grabar un disco con tapa, diseño y demás”.
Como si se tratara de una «rara avis», los integrantes de El Puntal casi no usan internet, tal vez porque no tienen acceso cotidiano. Eso hace que la logística de difusión y prensa de su trabajo se nutra a la vieja usanza, casi como cuando las redes sociales no existían. Dicen que precisarían un agente de prensa: “Lo nuestro está entre dos ambientes musicales que son las peñas folclóricas y los ciclos de cantautor pero no termina de pertenecer a ningún ámbito”, dice Nicolás cuando se les pregunta por la definición del ambiente de su música. “Es para escuchar, no para bailar, entonces si estamos en una peña tocamos en los momentos previos”.
El cierto aliento del viento
«El viento surca y se bifurca, va cruzando el juncal. Toma la mano de algún paisano, tan libre como su andar. Quiebra totoras, trepa la loma, zambulle en pastizal. Y es en su aliento, todo tan cierto que arrima soledad». Con esas palabras empieza a cantar la voz grave de Facundo El cierto aliento del viento, el tercero de los once tracks que componen el disco; una frase que da nombre a la canción y que con un puñado de diptongos suaves trae la esencia de un paisaje envuelto en la paz del arraigo. La certeza de estar justo donde hay que estar.
Invitando a cantar
«Tan claro el cielo, cubre sereno la inmensa inmensidad. Y las retamas forman mi cama, ya puedo descansar. Todo despierta, aroma a siesta, el canto del juncal que con el viento danza contento, invitando a cantar. Quiebra totoras, trepa la loma, zambulle en pastizal. Y es en su aliento, todo tan cierto que arrima soledad”.