Nota principal: Los chicos que sobran
Javier, a quien todos conocen como “Cacho”, tiene 22 años y un hijo, y hace poco se incorporó a trabajar en la cooperativa. Toda la vida cirujeó. Cuando tenía 14, vio cómo se gestaba la Asociación, a la que luego pudo incorporarse.
Allí se capacitó durante dos años en herrería y jardinería. Esa formación le permitiría “abrirse”. Pero no quiere. “Más allá de que no hay patrón y se labura distinto, estás trabajando con tus vecinos, que se criaron con vos. Hay compañerismo −argumenta−. En otros laburos esperás a que llegue el viernes. Acá no”. Su compañero Rubén lo confirma: “Laburar vas a laburar siempre. ¡Pero te cagás de risa acá!”.