La Pulseada charló con Gabriela Pesclevi, quien motoriza junto a otros compañeros esta Biblioteca que se amplía cada vez más en el galpón de La Grieta. Sus contenidos estuvieron ligados desde un principio a los libros para niños y jóvenes; hoy sigue ampliándose a otras viejas colecciones relacionadas con la historia de la literatura para niños y niñas, libros ilustrados, colecciones especiales y también se encuentran libros para adultos, y algunos inhallables que hacen de la biblioteca un lugar especial.
Por Josefina Oliva
Ubicada en la calle 18 y 71, viene creciendo como sala lectura desde hace casi dos años, donde funciona desde el año 2004 el colectivo cultural La Grieta realizando diferentes actividades vinculadas a la literatura, la plástica y las artes en general. Hace un tiempo era el vagón, que se encuentra en los jardines del galpón, y que en su momento fue un espacio de lectura, donde el caminante que paseaba se encontraba con alguien contando una historia, con un libro que no conocía. Ahora todo eso sucede con la biblioteca, un curioso que se acerca, una vecina intrigada, los alumnos de la escuela de en frente que se detienen ahí a esperar el ingreso, o que salen y se cruzan a encontrarse con un libro. “Nosotros inventamos el trabajo y además cuando lo inventamos estamos diciendo otras cosas, no esperamos que venga el usuario en términos clásicos. Nosotros vamos al lector y el otro viene a nosotros. Es una lógica diferente”, cuenta Gabriela Pesclevi, una de las integrantes de La Biblioteca Popular “La Chicharra”. También motorizan el espacio y hacen posible todo lo que allí sucede Verónica Barbera, Manuel Negrín, Paul Belic, Natalia Chudoba y Graciela Vanzan.
“Leemos y jugamos, jugamos y leemos”
A “La Chicharra” se acercan personas del público en general, y se comunican muchas escuelas para realizar visitas en conjunto. Desde hace ocho años trabajan con la Escuela n° 58, que se ubica frente al galpón. “La Chicharra” va hacia la escuela y la escuela a La Chicharra. El eje siempre es la lectura, pero también es el juego, la búsqueda poética a través de la crítica, de la pregunta.
A partir de esas experiencias hoy día muchos jóvenes que pasan por allí les recuerdan a quienes integran la Biblioteca que con ellos aprendieron a leer, que allí se encontraron con tal o cual libro, o que en sus escuelas conocieron a un autor particular a partir de los vínculos con La Chicharra. “Anécdotas, cosas que suceden todos los días”, cuenta Pesclevi.
Desde distintas instituciones escolares se acercan para abordar el tema de la última dictadura con los chicos, que a veces no tienen ningún conocimiento al respecto. A través de la colección Libros que muerden –un trabajo que comenzaron en 2006 y aglutina literatura infantil y juvenil que fue censurada-, los libros se presentan como un motor para abordar diferentes temáticas que tienen que ver con la historia, y así con el pasado y el presente, trazando una línea de tiempo imaginaria.
“Un muchacho me dijo que él se había enterado que había un poeta que escribía algunas cosas pintorescas, dedicadas en apariencia a la nación, pero que en el interior de esos versos estaban las palabras revolución, cambio, como esa cosa de anagrama, de sopa de letras”, narra Pesclevi, quien coordina los talleres de literatura para adultos y adolescentes que se brindan en La Grieta. De esa manera, “todo el tiempo los otros van abonando acá para que nosotros podamos indagar”.
Por otra parte los días jueves, trabajan a modo de taller en base a la lectura de un autor en particular con la comunidad del barrio. El año pasado fue de la mano de Rodolfo Walsh, y ahora es el turno de Clarice Lispector. El espacio de los jueves es público y gratuito. La idea es abrir la biblioteca a los habitantes del barrio, con una incidencia territorial, más allá de aquel que pueda llegar a acercarse con un interés especializado, buscando un libro o colección particular. Los jueves conllevan así un modo de pensar la lectura “con una apertura máxima, y alojando a personas que han realizado estudio de posgrado, como a personas que se están alfabetizando o no videntes”, sintetiza Pesclevi.
Criterios de búsqueda y selección
Desde “La Chicharra” reflexionan constantemente acerca de los contenidos y recortes que van colmando las estanterías y van más allá del modo tradicional. Cada lugar ocupado por el libro tiene un porqué, una historia, y desde allí se entrelazan disparadores, preguntas que generan diversas actividades como muestras de libros, talleres, charlas. Si aparece una obra de teatro que se hace en el lugar, un ciclo relacionado con la poesía o una muestra de los talleres de plástica, eso generará nuevas búsquedas e intercambios.
Entonces, de esa manera se va ampliando el mapa. A modo de ejemplo, la colección de Libros que muerden que vio la luz en el año 2006 con 18 ejemplares, hoy tiene muchos más y ya no son sólo libros para niñas y jóvenes, sino también para adultos. Además el trabajo fue reparando en la obra de cada autor, con la intención de ir hacia aquellas piezas que fueron censuradas en países vecinos, empezando por Chile y Uruguay.
La Chicharra puede visitarse los martes, jueves y viernes de 8.30 a 12 para conocer los libros, hacerse socios y conocer todo lo que allí habita. En Facebook se encuentra como Biblioteca Popular La Chicharra
En la sala de 18 y 71 hay además muchos ejemplares del Centro Editor de América Latina. Hace años comenzaron la búsqueda de esas publicaciones que durante la dictadura sufrieron una de las mayores censuras y quemas de libros. En la Biblioteca tienen casi 800 títulos, una quinta parte de todo lo publicado por el CEAL, y van en busca de los que faltan. De esa forma, las palabras censura y memoria pasaron a ser claves en los contenidos de la sala y componen parte de las nomenclaturas y criterios que van creando y ordenando. “Todo el tiempo estamos revisando la categoría, más que de memoria de memorias, y la hacemos bien elástica”, señala Pesclevi.
Otras de los contenidos que pueden hallarse son los libros de la colección Robin Wood y El tesoro de la juventud, todas las colecciones para chicos que produjo Colihue, la colección del Quirquincho, la obra de María Elena Walsh y la colección que ella dirigió: Veo Veo. Libros específicos, extraños, de fotografía. Autores como Constancio C. Vigil, clásicos como Laura Devetach, Graciela Montes, Michael Ende, Gianni Rodari. La colección El pajarito remendado, Cuentamérica de Sudamericana de finales de los noventa, entre muchos otros (ver Algo de lo que se puede encontrar en…”). “Todas esas colecciones nos interesan, porque traducen una manera de mirar a los niños y a las juventudes, es un tema del que nunca desistimos”, advierte Pesclevi.
-En qué sentido les interesa la conexión con esos libros?
Nosotras sentimos la necesidad de hurgar, meter las narices de bruces en el pasado -Por eso guardamos una colección de libros prohibidos. El pasado no como fetiche, o como efecto resonante, o como aprovechamiento demagógico, nos interesa trazar una cartografía de trayectorias que se cruzan aún sin saberse, hay sentidos ligados a tradiciones folklóricas muy ninguneados en muchos momentos o tratadas desde una postura ligera, queda y pintoresca. Pero esos materiales del pasado, están permanentemente en situación de enlace, cruce asociativo con teorías, ruinas, formas de ver el mundo. Si aún pensamos en un mundo que se puede asombrar, si aún contamos con la vitalidad que generan las preguntas. El pasado se activa para movernos en el presente, para rememorar lo singular, lo personal, lo compartido, lo que no pudimos compartir. Muchas obras las tratamos como documentos, las ubicamos en una fecha y un lugar para poder identificar miradas del cuerpo, de los lazos sociales, etc, pero también las arrancamos de cuajo y las traemos a este tiempo, no sin provocación, no sin admiración, más bien como posibilidad de reencuentro.
Libros de hoy
En los últimos años se ve un crecimiento del campo de la literatura infantil y juvenil. En los ojos de Gabriela Pesclevi en esa proliferación “hay una saturación de libros parecido”. “Yo estoy interesada así como en la crítica, en la poética, en la construcción de la poética, y poéticas hay muchísimas, de búsquedas muy personales, no me refiero solamente a argentinos, sino a personas de otras nacionalidades como Suzy Lee, cantidad de autores que van alojando cosas muy atractivas para el campo de los niños y de las jóvenes pero sobre todo para las docentes que trabajan con esos niños y jóvenes, o ese mediador. Hay otros autores como ella que me interesan.
– ¿Cómo cuáles?
Por ejemplo Anthony Browne, que conozco de los años 90, vamos por toda la obra de él, porque es un clásico, como decía Calvino, siempre tiene algo para decir. Libros más ligados a recorridos de artistas. También miramos qué produjo el Plan Nacional de Lectura en los últimos años del gobierno anterior, que fue de mucho interés, y vamos por revalorizar y posicionar ilustradores argentinos (ver Algo de lo que se puede encontrar….) y sellos como Pequeño editor, Caleidoscopio, muy dirigidos a niños y jóvenes.
-En cuanto a los temas ¿hay alguna dirección en particular con respecto a lo que se produce?
Un día me encontré con una amiga que me dice: “Gabi, vos que miras siempre libros, no ves que muchos tratan al niño solo o a la niña sola con problemas existenciales?”. “Exacto”, le digo, veo que esos libros mandan, vos abrís y: un drama existencial, otro drama existencial… otro. Me parece interesante, porque justamente la vida es un drama existencial, ahora, en el repertorio es como que sin ninguna duda hay una cuestión de época, de repetición, de las modas, y del mercado. Y entonces los temas ¿cuáles son? Los dramas existenciales. Bueno, algunos libros lúdicos aparecen, algunos donde se ensaya a partir de la poesía también, hay obras muy importantes en la literatura argentina de mucha calidad, incluso en la narrativa para jóvenes también, ya sea Liliana Bodoc, ya sean otras muchas escritoras que acá hemos leído y leemos. (Ver recuadro más abajo)
-El campo se ha abierto, hay sectores destinados a chicos en las librerías que antes no estaban…
Sí, yo le huyo a cualquier cosa ñoña, que digan “ah qué hermoso”. Nuestra idea es por supuesto encontrarnos con el placer, pero el placer también en dialogo con una lectura escarpada, con obstáculos, más detenida, donde no nos trasformemos en consumidores, sino que haya otra relación con los objetos que nos rodean, como es el libro en este caso.
Más de lo que se puede encontrar en La Chicharra
Un gran circo, zapatos voladores, un toro que ama las flores, ojos que se salen de las páginas, troqueles disparatados, libros clásicos y de los más nuevos. Entre algunos de los y las autoras se encuentran obras de Roald Dahl, a Carmen Martín Gaite, Christine Nostlinger, Lygia Bojunga, a Laura Devetach, Graciela Montes, Michael Ende, Patrick Suskind, Gianni Rodari, Monteiro Lobato, Ana María Machado, Ruth Rocha, Jorge Accame, Horacio Clemente, Esteban Valentino, Eduardo Abel Gimenez, María Teresa Andruetto, María José Ferrada, German Machado.
A la enumeración Pesclevi agrega: “Tendemos por nuestro interés en la historia del libro juvenil en Argentina a irnos hacia otro tiempo y reivindicar tanto poéticas un tanto perdidas como inexploradas, aquí vamos de Alfonsina Storni hasta Luis Franco y otras voces constitutivas de este universo: como Beatriz Ferro – sin duda María Elena Walsh – y tantos poetas”.
Por el cruce que se da en La Grieta también con los talleres de plástica hay un especial interés por las y los ilustradores. Se pueden hallar ejemplares de Luis Saul Rojas, Luis Scafatti, Eleonora Arroyo, Mariana Chiesa Mateos, Cecilia Alfonso Estevez, Ana Inés Castelli, Rebeca Luciani entre tantísimos. “De ellos nos interesa su paleta, su propuesta, sus composiciones, la proliferación de diversas técnicas y tonos del trazo”, explica Pesclevi. Como referencia de ilustradores extranjeros nombra a Shaun Tan, Eric Carle, Anthony Browney obras algo más antiguas muy hermosas como la obra de Arnold Lobel.