En este municipio, todo el presupuesto destinado a acciones culturales se pasó al área de Salud. Se reproduce la lógica de que los artistas trabajan «por amor al arte»
Por Amanda Ravasi
Nota principal > La cultura en emergencia
La emergencia sanitaria provocada por la pandemia del Covid-19 puso de manifiesto que los problemas en torno a los presupuestos no sólo conciernen al sistema de salud, también a otros ámbitos como el de la cultura. En general la partida asignada al área es más baja en comparación con otras, y el Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO) lo ha dejado en evidencia. Si en una situación de riesgo sanitario, donde el método de prevención más efectivo es el distanciamiento social, la cultura ha servido como fuente de disfrute e incluso de distracción para atravesar este contexto –casi– distópico. ¿Por qué el Estado no retribuye de manera digna a quienes producen acciones culturales?
Bahía Blanca no es la excepción: el presupuesto destinado a Cultura es ínfimo, y se ha visto afectado –supuestamente– por el decreto madre que establece el aislamiento. Es decir que el dinero destinado a llevar a cabo las acciones culturales que se tenían pensadas para este año ha sido, lisa y llanamente, transportado a cubrir las problemáticas relacionadas con la salud. Es imposible no preguntarse entonces: ¿Por qué la cultura no es incluida dentro de la definición de salud?, y si lo es: ¿Por qué esto no se ve reflejado en partidas de dinero igual de importantes que las que reciben otras áreas?
La ciudad del sur de la Provincia posee legislaciones que están a la vanguardia en lo que a gestión cultural concierne, y son un modelo para el resto de las ciudades del territorio nacional. El ejemplo de la ordenanza que establece la creación de la Comedia Municipal, vigente desde 1993, contempla la subvención de obras teatrales por parte del Estado, que en el correr del año de realización se presentan en diversos espacios culturales y escuelas locales, promoviendo la socialización de producciones de alta calidad a un gran sector de la sociedad bahiense. Otro caso es la ordenanza de creación del Fondo Municipal de las Artes en 1996, la cual establece un impuesto a los eventos de carácter privado que se destina a la financiación de proyectos artísticos locales. Además, desde 2015 existe un Fondo Municipal de Financiación de Eventos Artísticos y Culturales de Organización Regular y Continuidad en el Tiempo, que permite perdurar a ciclos culturales, festivales y eventos anuales, que año a año son esperadas por la ciudadanía dado su alto nivel de impacto. La ciudad también posee, dentro del ámbito educativo, cinco escuelas de arte que son centros de formación fundamentales para la promoción cultural: la Escuela de Estética, la Escuela de Teatro, la Escuela de Danzas, el Conservatorio de Música y la Escuela de Artes Visuales.
Programas como “Cultura en casa”, que pretenden ser una suerte de acercamiento de actividades culturales a los habitantes, continúan reproduciendo una lógica en la cual los artistas trabajan “por amor al arte” y no necesitan de una retribución económica
Pareciera que los recursos abundan: hay herramientas y espacios y sujetos que desarrollan actividades artísticas. Ahora bien, ¿qué pasa con la parte estatal? La gestión actual y vigente desde diciembre de 2015 corresponde al gobierno de Cambiemos, el cual fue re-electo en el año 2019. Las políticas destructivas y de recorte en relación a lo público son un sello distintivo. El contexto de pandemia ha recrudecido esta situación, ya que aparece como la “excusa” infalible en los discursos de los políticos locales. Es en este sentido que emerge la dualidad anteriormente mencionada, ya que las actividades culturales han sido un sostén imprescindible para la sociedad toda; sin embargo desde el plano económico los artistas están, literalmente, desamparados. Programas como “Cultura en casa”, que pretenden ser una suerte de acercamiento de actividades culturales a los habitantes, continúan reproduciendo una lógica en la cual los artistas trabajan “por amor al arte” y no necesitan de una retribución económica. Este preconcepto nocivo coloca al productor de arte en un lugar semi-heroico, donde la vocación juega un papel confuso que hace que se pierda de vista que, al fin y al cabo, se trata de seres humanos que necesitan los mismos recursos para subsistir que cualquier otro trabajador.
Muchísimos artistas en Argentina, tanto personas que se dedican a la música, a las artes escénicas o visuales, lo hacen dentro de una economía informal. Incluso quienes trabajan en la calle (payasos, malabaristas o estatuas vivientes) viven a partir de lo recaudado en el día, lo que amplía aún más la brecha con otro tipo de trabajadores (en relación de dependencia o monotributistas) pues no poseen ningún tipo de aporte jubilatorio o acceso a obra social. Estas cuestiones que parecen saldadas en otros ámbitos de la sociedad emergieron en el contexto de aislamiento, ya que al no poder salir a trabajar o asistir a talleres particulares, artistas de las diversas disciplinas se vieron fuertemente golpeados en el plano económico por la medida dispuesta por el gobierno a nivel nacional desde el 19 de marzo. Si bien desde el Estado se brindaron propuestas que asisten de alguna manera a estos sectores (Ingreso Familiar de Emergencia, beca Sostener Cultura I y II o Fondo Desarrollar), la realidad es que los montos que estos subsidios conceden son escasos a la hora de pensar en el sostén de una casa, pago de servicios y alimentos o el alquiler de un taller.
Es necesario, como sociedad, desarmar la idea del artista solitario en su taller, bohemio y despojado, para dar paso a nuevas concepciones que tienen que ver con lo colectivo y con la necesidad de plantear modalidades de trabajo dignas para ellos, cualquiera sea su rama. Contemplar un espectáculo teatral o musical –hoy en día por streaming–, una obra de arte –actualmente a través de las redes sociales– o simplemente un instante distinto en algún semáforo, es un momento que cualquier persona disfruta. Pero no se debe perder de vista que detrás de esa producción hay un trabajo minucioso y comprometido de quienes apelan a la cultura como herramienta para hacer de este mundo un espacio menos hostil.
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