La socióloga María Pia López presentó su libro Apuntes para las militancias. Feminismos: promesas y combates. Una escritura urgente para decir basta a las violencias. Las convicciones, lo pendiente, las tensiones, la rebelión, lo diverso. Reflexiones sobre el histórico encuentro de mujeres que se hará en La Plata y los temas que no pueden faltar.
Por Josefina Oliva
Fotos Maribell Cruz
“Si hemos sido transformados, transformadas y transformades por ese acontecimiento, no hay vuelta atrás”, expresó María Pia López durante la presentación de su último libro en La Plata, –el pasado 22 de junio en el galpón del grupo La Grieta, en la calle 18 y 71–, refiriéndose al movimiento feminista que puso de manifiesto un “basta común”, un basta histórico, “que surge en miles de gargantas y resuena en miles de cuerpos”, como escribe en una de las primeras frases de Apuntes para las militancias. Feminismos: promesas y combates.
El libro abre preguntas y suma desafíos. Recupera hechos históricos del movimiento feminista y los interroga. Habla del pasado y del presente.
En la charla, la autora se refirió a la necesidad de “evitar creer que ganamos”, y en ese sentido mencionó que no se trata de reducir la agenda de los feminismos a un conjunto de enunciados tradicionalmente llamados “agenda de género”. En cambio, manifestó, “todo eso está muy bien a sabiendas de que el paso que sigue es reabrir el campo de lo posibles de nuevo, y eso es volver a poner en juego esa imaginación política que constituimos”.
María Pia López escribió este libro en un contexto en el que empezó a circular la idea de que había que dejar en un segundo plano los reclamos de los feminismos para dar la batalla a los embates del gobierno actual. Entonces le pareció que esas ideas que se venían construyendo en conjunto, en las calles, en reuniones y asambleas, había que plasmarlas, dejar en claro que “esa pelea que necesitamos dar contra la crueldad neoliberal nos exige tomar en cuenta todo lo que ya hicimos, lo que pusimos en la calle, esos cuerpos, esa escena de deseo y de vida autónoma, y que solo desde ahí, desde esa potencia de rebelión y de insurrección seremos capaces de decir basta también a este gobierno. Y para eso no podemos desconocer nuestro otro basta”.
Editado por la editorial local EME –de la colección Plan de operaciones– los apuntes de María Pia narran mientras caminan: cómo se fueron sumando voces, los poderes a los cuales hacer frente, las luchas ganadas en las calles, los dolores que hay combatir y la promesa de que nunca más “volveremos al redil”.
–Aparece en el texto la idea del libro como un panfleto. ¿Cómo surgió esa inquietud y por qué?
–Lo pensé como una intervención muy urgente en una coyuntura que hoy tiene su máxima, a partir de que venía creciendo el movimiento feminista con todas sus alas y diversidades, y al mismo tiempo en una coyuntura electoral en la que se venía generando una especie de embudo hacia un doble condicionamiento. Por un lado en el campo nacional y popular empezó todo el argumento de que no había que introducir temas que dividan al electorado, que afectan la unidad y que era momento de postergar nuestras demandas en función de las más urgentes, –que tenían que ver con las necesidades sociales, el hambre, la desocupación–; y por otro lado también lo que yo siento, que es una amenaza fuerte del gobierno de traducir esa agenda en términos de legitimación neoliberal. Entonces la idea de hacer un panfleto era generar un texto donde producir argumentos para todas aquellas compañeras que también están en espacios mixtos y una especie de llamado urgente a no perder la fuerza acumulada en función de esos chantajes y tratar de preservar, a partir de una idea que es que nosotras expresamos el núcleo de mayor movilización y de puesta en discusión de muchos temas del neoliberalismo en la Argentina y que sin esa fuerza no hay alianza neoliberal. Entonces, la idea de escribir un panfleto tiene que ver con eso y buscar un estilo más de agitación que de desarrollo teórico o conceptual de las cosas.
–Hablas de masificación, de cómo se fue agrandando el movimiento. ¿En qué punto se está de esa agitación? ¿En qué punto está “la masa”?
–Yo creo que este año es de retracción. No lo vemos sólo en el feminismo, en un año en el que está el horizonte electoral también en las movilizaciones en general y el 8 de marzo fue muy grande pero ya no fue tan grande, lo mismo con el 3 de junio. Entonces me parece que ahí hay que construir una inteligencia colectiva para ver cómo se sale después del momento electoral en el sentido de cómo volver a construir esa masividad, esa transversalidad y la afirmación de la autonomía, porque todo eso creo es lo que aparece en crisis en este momento. Quizás podamos hacerlo, y quizás no, ese es dilema de todos los movimientos sociales, que te cambia la coyuntura y te quedas pedaleando en el aire.
–En el libro nombras como materia pendiente de los feminismos, el tema de la seguridad. Decís, “mientras la idea de cuidado de la vida que construyen las derechas implica la capacidad de dar muerte, la que sostienen las prácticas feministas supone elaboración colectiva de alternativas…”. ¿Cómo haríamos para hacerlo desde los feminismos?
–Bueno, ahora se conocieron las listas, a mí me impresionó la contraposición entre alguien que lleva la lista Cambiemos en un distrito del Conurbano que es un carnicero que asesinó a un ladrón, y la figura de Dora Barrancos en CABA como candidata a senadora, –quién también viene hablando también del problema del cuidado de la seguridad–, y me parece que configuran dos modos muy distintos de pensar la vida y el cuidado. Creo que desde la experiencia de los feminismos estamos en un dilema, primero porque nosotras sabemos que el tipo de cosas que denunciamos –la violencia, el abuso, el hostigamiento– en general no se puede prevenir con los modos clásicos de la seguridad, ni evitar, porque no te los resuelve ni más policía ni más cárcel. Pero por otro lado, lo que nos queda pendiente es saber construir de qué modo generamos imágenes de justicia, reparación, que no sean sólo castigo. En parte porque me parece que la pregunta es cómo nos hacemos cargo de que estamos tratando de crear una sociedad más justa, sin exclusiones, y donde las vidas no sean descartables por ningún motivo, y en ese sentido no podemos nosotras reponer una idea de punición o de castigo que se centra en la exclusión.
–Se da en distintos lugares, en instituciones que tienen que ir resolviendo a medida que pasan situaciones que se hacen visibles en la actualidad.
–Lo que pasa que es complejo, como cambió tanto lo que son prácticas toleradas, prácticas intolerables, porque en tres años es un abismo eso, entonces muchas de las denuncias son de cosas que ocurrieron hace más años, porque tiene que ver con que una compañera o nosotres nos dimos cuenta de cosas que habíamos vivido, que habían sido dolorosas o violentas y recién ahora podemos ponerle palabras o pensamos que pueden ser creídas o están las condiciones para poder vivenciarlas. Pero al mismo tiempo muchas de esas situaciones denunciadas tienen que ver con prácticas segmentadas de construcción de la norma sexo genérica, entonces los mismos que la cometieron fueron educados en esa sociedad en que nosotras fuimos educadas.
–Entonces, antes de escrachar o de tener una mirada punitiva ¿hablas de buscar otras formas para abordar las prácticas de acoso, por ejemplo?
–Yo pienso que por un lado está eso que es cómo hacemos para que la salida a eso no sea imaginar –por ejemplo– que una institución es pura, sin personas que hayan cometido o tenido este tipo de conductas patriarcales o misóginas. Me parece que es una imagen que redunda en una fantasía que siempre tiene un fondo excluyente. O sea que si esa no es la vía, la vía es la pedagogía política, cómo volver a enseñar. Pero al mismo tiempo sí hay que pensar de qué modo se repara a las personas que fueron dañadas. Porque no alcanza con decir todos tenemos derecho a quedarnos en la universidad, no podemos excluir a fulanito, porque también me parece que hay que imaginar un modo a través del cual, cuando atravesamos esas zonas de violencia, esas situaciones sean reparadas, aunque no sea con la forma de castigo tradicional pero tiene que haber reparaciones comunitarias, ritos de reparación, pedidos de disculpas, algo que permita que las cosas tampoco pasen como si no hubieran existido. Me parece que el escrache tiene problemas pero intenta subsanar eso que todavía no tenemos.
“Conventillear” el lenguaje
–Se están releyendo obras de escritoras que ahora decimos son muy conocidas. Quizás hay una relectura de obras que no se estaban leyendo tanto. ¿Te parece que influye o cala de otra manera en la escritura de la actualidad?
–Yo creo que hay una situación en la que es tan potente el movimiento que construye nuevas zonas de visibilidad. A mí me gusta mucho esa canción que solemos cantar, “ahora que sí nos ven”, pero ahora que sí nos ven genera zonas de visibilidad en el pasado y esas zonas iluminan parte de nuestras bibliotecas, del arte, de las corrientes artísticas que no estaban en primer plano o aparecían postergadas. Incluso nos habilita a veces a la pregunta, por ejemplo con las ciencias sociales: ¿quiénes estuvieron escribiendo?, ¿quiénes no leímos?, ¿hay posibilidad de forjar otro canon que sea del ensayo feminista?, ¿o no hay suficiente corpus para hacerlo? Todas preguntas interesantes, pero al mismo tiempo yo tengo un supuesto, sólo a modo de hipótesis, de que seguramente todas esas cosas que quedaron fuera de canon, incluso en la literatura, no quedaron fuera sólo porque eran escritas por mujeres, sino que también porque estaban formando otro tipo de escritura, de literatura, otra mirada de las ciencias sociales, y que entonces revisar eso no sólo nos permite el cupo de mujeres, sino quizás también salir de ciertas rutinas del conocimiento y de la escritura.
–Hablas de “conventillear” el lenguaje. ¿La necesidad de nombrar lo diferente, abona a una reescritura?
–Sí y también una especie de aparición que ya estaba no sólo en la literatura de mujeres sino en la lengua de un (Néstor) Perlongher, un (Pedro) Lemebel, lo que se suele llamar la lengua de las locas, que es la aparición de un modo muy trastocado del lenguaje, muy agramatical por momentos, muy capaz de neologismo y de ritmo. Parte de la discusión sobre esos modos de nombrar, que a veces los tratamos sólo en el plano del lenguaje no sexista o el lenguaje inclusivo para nombrar otras identidades, hay que hacerlo proliferar aún más en cómo nombrar lo nuevo, lo disidente y lo diferente, y aceptar que muchas veces el modo que se hace en literatura implica, para que tenga una fuerza poética y una cierta potencia, dislocar esos modos ya reutilizados de la gramática o la sintaxis.
Cocina de lucha
La escritora celebró la presentación del libro en La Plata. Por hacerlo en el galpón del grupo La Grieta, a cuyos integrantes conoció en los 90 –cuando el grupo hacía su revista–, peleando, también en esa época, contra el neoliberalismo. “Inventaron modos de vida, inventaron lenguaje, formas que fácilmente identificamos con los modos de intervenir de La Grieta, en la vida política y cultural de este país”, definió López.
Pero también porque La Plata será sede este año de un nuevo Encuentro Nacional de Mujeres. En ese sentido, María Pia dijo que “es el lugar donde se desarrollará el encuentro plurinacional de mujeres, lesbianas, travestis, trans y no binaries, porque se llame como se llame el encuentro va a ser eso”.
“Porque también en eso no vamos a volver al redil, no vamos a volver a decir mujeres como si estuviéramos diciendo algo que es obvio, si decimos mujeres es porque al mismo tiempo estamos diciendo todo eso y porque sabemos que no nos pueden controlar de ninguna forma tradicional. Entonces que este libro se edite en La Plata también tiene que ver con hacerlo en la ciudad donde estamos dando discusiones muy potentes para el futuro de los feminismos en Argentina y en América Latina”.
–En base al Encuentro, ¿qué otro eje te parece que debe ser central y no puede faltar?
–Creo que no puede faltar la discusión sobre el neoliberalismo. Me parece que hay una discusión que es cómo salir de la agenda de género en un sentido tradicional, que tiene que ver con la expansión de derechos. Muchas veces los encuentros tienen esto que tiene que ver con la sensibilidad, los derechos a las medicinas no tradicionales, los talleres de activismo godo, todo eso va creciendo, y está buenísimo, pero a mí me parece que también tiene que convertirse en un centro la cuestión económica para evitar que nos recorten una agenda de género que sea muy fácil de deglutir por parte de las lógicas más liberales de construcción política.
Las luchas ganadas en las calles, con toda la heterogeneidad y diversidad que traen los feminismos en este presente, dan la idea de varios ingredientes que se ponen en juego y complejizan la receta, pero desde la que se construye: “Estamos cocinando feminismos, estamos cocinando, y a veces sale bien, a veces se quema un poco, a veces nos excedemos con la sal, y a veces nos quedamos sosos, pero comemos, y ese guiso que estamos amasando tiene mucho de hilos anteriores”, resumió María Pía López, advirtiendo que aquello del pasado permite abrir distintos modos de lo nuevo. “Volver a preguntarnos en cada lucha del presente qué hay, y cada lucha del presente puede venir con nuestros lenguajes o con otros, con los colores de nuestras rebeldías, o con otros, pero saber que siempre hay que estar atentas, atentes, a ser capaces de hilar lo más viejo con lo más nuevo, y que narrar ese tejido es lo que nos permite seguir sosteniendo una escucha y una palabra hospitalaria hacia lo que necesitamos, que es las fuerzas comunes para construir otra vida, otra sociedad y otro mundo”, finalizó //LP
Pensar el tiempo y habitarlo
Apuntes para las militancias. Feminismos: promesas y combates fue editado por la editorial platense EME y forma parte de la colección Plan de operaciones. En la charla de presentación acompañaron a su autora María Pía López, la cantante Liliana Herrero y la periodista y bailarina Daniela Camezzana. Rodeadas de pancartas que momentos antes se presentaron a modo de intervención –con leyendas como “la masa se amasa”, “estallido de salsa y amor”, “mejunje, rejunte y ebullición”, “lo común es querelloso y picante”, “merengue y algarabía”–, hablaron de sus impresiones acerca del libro.
Liliana Herrero hizo un recorrido detallado capítulo por capítulo, y lo definió como un “manifiesto político y estético” de lo “por construir, de lo tenso, dice Pia, de lo irresuelto, de lo intempestivo, de lo no visto, de lo no oído”. Recorrió algunas palabras que vio como las claves del libro. “Basta, pelea, lengua, el estado de alerta, todo eso son condiciones para construir nuevas políticas. Y ahí aparece la otra palabra que a mí me arrojó de lleno al corazón del libro: lo común”. Y expresó su deseo de que “los feminismos planten sus banderas en un país que las merezca. Cuando un país merece estos movimientos que están planteados desde el basta, desde la insurgencia, desde la lengua, desde la grieta, desde lo común, desde la familiaridad, desde el abrazo, desde el dolor, desde el duelo, bueno esos movimientos tienen que persistir en el tiempo para poder ser merecidos por un país”.
Daniela Camezzana rescató la importancia de un libro escrito en la urgencia, mientras “se requieren nuestros cuerpos en las calles” y la idea de “poner ese pensamiento en común en forma de planfleto para que circule, para que llegue a esas militancias que hoy están dando una pelea por ser reconocidas ante actores que de oficio vienen a establecer qué es lo que se puede discutir, qué es lo político, y lo político que se puede discutir hoy en términos de violencia electoralmente abordable, o qué se puede conversar». Y para finalizar expresó: “Comparto y pienso en algo que alguna vez publicó Pía en 2015: ella pidió ser capaz de pensar el tiempo y de habitarlo, de combatir con más felicidad que indignación, y no perder la voluntad de imaginar lo que falta. Me parece que este libro cumple esa intención a la perfección, imaginar lo que falta y lo que es posible”.