Apaguemos la radio, se fue Pablo Zaro

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114-ZaroEn agosto cerró las puertas a este mundo, a los 78 años. A los 76 había cerrado por última vez las de una cabina de transmisión este dueño de un estilo cómico, provocador, que relataba como cortado y se mofaba mucho de los árbitros y dirigentes de fútbol.

Por Gabriel “Colo” López

“¡Atento, Fioravanti..!”; “¡Atento, Yiyo..!”; “¡Atento, Daniel Adrián!”, lanzaba a velocidad supersónica en el éter radial Osvaldo Whebe. “¡Atento, Parnisari!”. Especie de separadores antes de que se pegara el locutor comercial en la AM 590. De repente, otra pelota al ´obol´ y un… “¡Atento, Zaro!”, que hacía eco en La Plata.

A punto estuvo de cumplir “50 años de relatos”. Y se llevó el honor de haber sido el “filtro” que pasó Víctor Hugo Morales cuando el dueño de radio Colonia, Héctor Ricardo García, lo mandó a evaluar al “nene” que venía del Uruguay: “Un día García me dice ‘estoy por traer a un relator mejor que vos, lo tengo haciendo los bailables y tiene una voz bárbara, tenés que escuchármelo’”, contaba Zaro, que a los pocos días lo empezó a llevar a las cabinas junto a Dante Panzeri y Enzo Ardigó, sus comentaristas. Así, se armaba “un equipo para sacarle audiencia a José María Muñoz”, con Zaro y Víctor Hugo como cabeceras.

Siempre salía con los tapones de punta: “El fútbol es muy sucio y muy precario. Y estamos viendo un mal fútbol. Este es uno de los cuatro negocios más fuertes del planeta”, comentaba el que no le hizo caso a su padre (un ex presidente gimnasista), que lo quería ver recibido de abogado, carrera en la que incursionó unos meses. El fútbol lo agarró de las narices. Y su primer partido como profesional de la radio fue en 1965: Gimnasia 0 Los Andes 1.

Al Lobo lo siguió cuarenta años más tarde, en el debut en la Copa Libertadores: Pablo ya tenía 67 pirulos y se bancaba 24 horas en micro, hasta Perú. Su último show (eso eran los partidos que le hacía vivir al hincha) fue en el invierno de 2011, cuando subió a la cabina del Bosque para transmitir un descenso.

Zaro hizo mundiales. El de Alemania ‘74 con un comentarista debutante: Fernando Niembro; en Argentina ’78 trabajó para Splendid y 55 repetidoras del país; en México ‘86 fue co-relator con Víctor Hugo: se dividieron los 41 partidos. Y así lo contó: “El día de la final con Alemania nos dieron unas butacas en la tribuna. No había cabinas de transmisión. Hacía un calor espantoso. Ese día no relaté porque obviamente le tocaba a Víctor Hugo. Cerca estaban Mora Furtado, la modelo, y su esposo. Cuando hicimos el tercer gol, no debí pero les hice un corte de manga a los periodistas y a los 100.000 mexicanos que estaban en el Azteca hinchando por Alemania. Y después, cuando acaba el partido y somos campeones, Víctor Hugo cierra el relato, manda ‘Adelante, Buenos Aires’, la transmisión pasa a Lucho Difonti, y ahí nos abrazamos como locos: estábamos desorbitados”. Por esa amistad, en las últimas épocas Zaro buscaba la puerta de la cabina de Continental y sin golpear abría la puerta al grito de “¿Llegó Beethoven?”.

Volviendo a la gran final de México ’86, Zaro no simpatizaba con el bilardismo que resultó triunfador, heroico, de la mano del genio de Maradona. Bajó a los vestuarios y había clima de trifulca entre la prensa y los jugadores que les dedicaban la copa “a los panqueques”. Zaro pasó al vestuario y lo atajó Pachamé con una frase para pelear: “llegó lengua de trapo”… Zaro recordaba que “empecé a las puteadas y a decir ‘¡qué vamos a hacer con estos técnicos, ganaban 2 a 0 y casi pierden, son de cuarta…”. Ahí empezaron a tirarle de todo, zapatillas, bolsos…

Al filo de la navaja

Llevaba 19 temporadas en FM siguiendo a Estudiantes y Gimnasia, casi la misma cantidad que con Newell’s y Central, siguiéndolos por Radio Dos y Canal 3.
Con el humor a flor de piel, estrechaba la mano y te recibía con la pregunta altisonante: “¿Sos feliz?”. Con el carácter fuerte para jugar con el filo de la navaja.

Dejó su impronta locuaz en las radios del país y en algunas redacciones, como la de El Gráfico, donde escribía con una Olivetti la página de chimentos: era el misterioso “Hombre de la capa” o el del “informe confidencial”. Pero el bautismo absoluto lo tuvo en el desaparecido diario platense El Argentino. Cuando se fue de El Gráfico se lo notó muy amargado en el ambiente, hasta que el DT Miguel Ubaldo Ignomiriello, que por entonces trabajaba en Rosario Central, le hizo un contacto con LT8 de Rosario.

“De amigo era bravo; de enemigo, mejor que te agarre un tren de frente”, recuerda Cacho Massa, uno de los que circunstancialmente lo ayudaron un domingo de transmisión. “Estábamos en Rosario, para LT2, y en pleno partido me dice: ‘Comenta mi amigo Massa… que tiene certificado de pobreza legalizado ante escribano público’. En el entretiempo le pido una explicación, y me contesta: ‘Te quise dar una mano’. Tenía cosas inexplicables”.

Trabajó con Julio Ricardo, Alejandro Apo, Brizuela, Fazzini, Miguel Ángel Santa María, Víctor Francis, Marcelo Araujo, Néstor Ibarra, el Dr. Jorge Da Silveira, Juan Gerardo Marmora, los ya nombrados Ardigó, Panzeri, y hasta tuvo de comentarista a Roberto Cherro (el ídolo xeneize).

Cubrió el primer título de la vida de los Pincharratas (Metro ’67) y las tres hazañas continentales del equipo de Zubeldía, con quien entabló una gran relación. Antes, trajo las incidencias de los tres juegos que coronaron a Racing campeón intercontinental (incluso fue al de ida en Glasgow).

El increíble Zaro también tuvo la fortuna de estar con Vélez en su primera vuelta olímpica en AFA. Hizo la campaña con Carlos Panizari, y de aquella campaña se recuerdan frases llenas de poesía para el oyente: “quita la pelota Sinatra y sale cantandooo…” O por ejemplo “¡salta Marín en el área y la descuelga como un cuadro!”.

Se metía en la vida privada más herméticamente cerrada, le hablaba directo al hombre de la calle y al del gobierno. Lleno de exageraciones, se ganó más enemigos que amigos. Vivía con libertad y por algo hacía sonar la cortina de Nino Bravo… En los aeropuertos muchas veces tuvo que responder por sus acusaciones “al aire”.

Con el árbitro Aníbal Hay tuvo varias agarradas. La primera, rumbo Jujuy, la cuenta el periodista Inchausti que fue testigo: “En el avión quedaron a dos butacas Zaro y Aníbal Hay, que tuvo una forma elegante de sacarle roja: se levantó de su asiento y en tono elevado empezó a preguntar “¿¡quién es Pablo Zaro!?”, repetidas veces. Rápido de reflejos el ya veterano Pablo simuló un profundo sueño, mientras el árbitro iba subiendo el tono”. Las carcajadas de los presentes dejaron un claro ganador, porque el periodista nunca despertó…

“El visitante” fue una marca que patentó. La mejor compañía de miles de hinchas platenses que se quedaban en casa cuando no se televisaba como hoy. Se nos fue un periodista de los locos lindos… “Controla el Oso Ferrero y dice ‘¡esta pelota es mía!’”, al tiempo que con la otra mano le apretaba los testículos a su comentarista al punto de que el grito se escuchase clarito en la emisora.

Era como dice el tango, “raro pero encendido”. Una noche de 1981, en Mar del Plata, en ocasión de transmitir una Copa de Verano, le empezó a hablar a la caja de cigarrillos. “¿Cómo puede ser que vos me ganes?”. Desde ese monólogo decía que dejó de fumar.

Había nacido el 30 de junio de 1935, contrajo enlace con Marta Apodaca y tuvo dos hijos; el varón se terminó enamorando de la hija de “Yiyo” Arangio —un recordado relator marplatense—, de donde salieron dos dulces nietas. Con ellas y su familia, parte de la familia radiofónica platense, ya lo empezamos a escuchar aunque la radio esté apagada.

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2 commentsOn Apaguemos la radio, se fue Pablo Zaro

  • QUE EPOCA Y QUE GRANDE PABLO ZARO,JUAN GERARDO MARMORA Y TODOS LOS MENCIONADOS,CUANTOS RECUERDOS,

  • No sé por qué, hoy me acordé de Pablo Zaro, uno de los primeros relatores que escuché en mi vida, cuando transmitía a los equipos rosarinos, allá por el ’74. Y me encuentro que hace hoy casi cinco años nos dejó. Y de los obituarios, este de La Pulseada me pareció el mejor, el más completo. Incluso me dice muchas cosas que no sabía de él. Un grande, Pablo. Vive para siempre en el recuerdo de los futboleros.

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