El sacerdote mexicano dialogó con La Pulseada sobre los padecimientos de quienes parten a los Estados Unidos tras la ilusión del sueño americano, y sobre la desoladora realidad social y económica en algunos países centroamericanos.
Por Margarita Eva Torres y Martín Luna
Agarrados al tren/todos buscan llegar a una frontera,/
a un sueño dibujado como un mapa/con líneas de colores:/
una larga y azul que brilla como un río/que ahoga como un pozo.
(“La Bestia”, Daniel Rodríguez Moya)
Poetizar la vida puede ser una manera de nombrar la experiencia y también de soportarla. Ruth Klüger, sobreviviente del holocausto y autora de Seguir viviendo, se preguntaba por qué muchas víctimas del genocidio nazi sintieron la necesidad de versificar el horror y respondía que “el lenguaje sometido a la disciplina del verso” les permitía transcurrir poéticamente el tiempo que les restaba en el inexorable camino a la muerte. Como dijo el filósofo Theodor Adorno, “para quien ya no tiene patria, el escribir se transforma en un lugar donde vivir”. Poetizar es siempre un acto de esperanza y libertad. Y la esperanza y la libertad son fuerzas que pueden unir a los hombres de todo el mundo, perpetuar sus memorias y sus luchas. Pueden sacudir sus conciencias, permitirles imaginar y construir otros futuros posibles.
La Bestia a la que alude el poema que abre esta nota es un tren en cuyo techo se trasladan miles de migrantes centroamericanos que diariamente atraviesan México para llegar a Estados Unidos. Como conducidos por un impulso cegador lo enfrentan todo por alcanzar el “sueño americano”. Un sueño que, a poco de andar, se les convertirá en pesadilla.
Expulsados de su tierra por la miseria, la marginalidad y la violencia se lanzan hacia una aventura en busca del porvenir que les vendió la modernidad. En su mayoría jóvenes, mujeres y niños, salen de países como Honduras, Nicaragua, El Salvador y Guatemala y pagan entre cuatro y nueve mil dólares a traficantes de personas que les prometen cruzarlos hacia los Estados Unidos.
Siguiendo esa ruta llegan a Ixtepec, una pequeña ciudad de Oaxaca donde permanecen unos días hasta retomar la última parte del viaje. Pero Ixtepec nunca es un descanso para recuperar fuerzas. Todo lo contrario: es un sitio peligroso dominado por la delincuencia organizada y el narcotráfico. Allí opera el cartel de Los Zetas y los secuestros, violaciones y robos a los migrantes son el pan de cada día.
Así lo relata a La Pulseada Alejandro Solalinde Guerra, sacerdote que en 2007 fundó el albergue para migrantes Hermanos en el camino, donde no sólo brinda ayuda humanitaria sino que fundamentalmente trata de concientizar a los viajeros sobre la falacia del paraíso yanqui. Pese a estar amenazado de muerte y haber sufrido agresiones físicas, no claudica. Como dijo en una oportunidad, Jesús interrumpió su vida cuando era un tibio curita burgués y lo llamó a servir en serio, a arriesgar y a estar dispuesto a dar la vida por el otro.
Las respuestas a las preguntas que Solalinde se hace bien podrían explicar la barbarie del mundo: ¿por qué hay hombres con derechos y otros no?; ¿por qué el uso de la tierra, creada por Dios para toda la humanidad, es sólo privilegio de algunos? Si en Guatemala, Honduras, Nicaragua o El Salvador no hay lugar para cientos de miles de personas; si tampoco hay lugar para ellos en México y mucho menos en Estados Unidos… Entonces, ¿cuál es su lugar?
El religioso es testigo de la desesperación de quienes no pueden hacer nada para cambiar las cosas. Conoce de sus búsquedas y de las disímiles maneras en que cobra forma la resistencia ante el exterminio y la opresión. Ve a los hombres librados a una suerte que no les es dada porque sí, sino como producto de siglos de explotación. Y eso es lo que quiere sacar a la luz. Para despertarlos, sacudirlos, le pone el cuerpo a una batalla que lo hermana al que sufre. Preocupado por el otro, persigue a la policía mexicana que se lleva a los migrantes sin dar explicaciones. Los asume como hermanos, tal como dice que Jesús se lo pidió aquel día en el que interrumpió su plácida vida de sacerdote acomodado.
¿De qué sirven los derechos si no se pueden ejercer? ¿Basta con que estén plasmados en una ley o en un tratado universal? La triste realidad de millones de personas que el sistema expulsa a escala global demuestra que no.
—¿Cuáles son los motivos por los cuales estas personas deciden abandonar sus países?
—Todo Centroamérica es sabido que es muy pobre pero hay tres países en una situación peor: Haití, Honduras y Nicaragua, aunque hay diferencias muy grandes entre Nicaragua y el resto de Mesoamérica. Nicaragua tiene mucha pobreza pero no tiene pandillas y no hay tanta corrupción. En cambio en Honduras, que es el principal expulsor de migrantes, el norte, la parte turística, está prácticamente privatizada. Desde hace varios años la nación se encuentra intervenida por una base militar norteamericana que desgraciadamente infectó de SIDA a este país que ahora vive el problema como algo incontrolable que ha rebalsado las posibilidades del gobierno. Seis familias de origen árabe e italiano son las dueñas de la mayor parte de la riqueza, a lo que hay que agregar la gran inseguridad política desde el golpe de Estado de 2009 y la presencia de maras que han sido aprovechadas políticamente. Allí la vida es simplemente insoportable y las personas son esclavos económicos en su propia tierra y tienen que salir.
El hecho de que unos 400 niños intenten cruzar por día la frontera hacia Estados Unidos, sostiene Solalinde, “habla de la desprotección en la que viven y es un muy mal augurio. Los migrantes son una población abandonada que no le importa ni a sus países de origen, pero tampoco a México y mucho menos a los Estados Unidos”.
Solalinde contó que el gobierno mexicano ha “blindado” las fronteras y así la gente que llega está “encapsulada”, mientras que “Estados Unidos ha recibido más de 60 mil niños menores no acompañados”. Y esto “va a seguir pasando”, advierte, mientras les reprocha a los gobiernos de México y de los Estados Unidos que la única solución que les ofrezcan a estas personas sea “simplemente repatriarlos y regresarlos a lo mismo”.
Peregrinar por el diálogo
El cura sabe que la suya es una batalla colosal. Comprende la ferocidad del mundo pero tiene esperanza de un cambio que —como él dice— es inherente al hombre. Con esa convicción interpela a los migrantes desde el respeto y la humildad. Busca que sean protagonistas de una nueva historia que quizás exceda sus propios trayectos personales. Un horizonte que probablemente no verán pero que brinde una salida para los que vendrán.
Bajo el lema “Peregrinación por el diálogo”, encabezó una caravana de aproximadamente 50 personas que partió de Ixtepec hacia el Distrito Federal, porque el trabajo no se agota dentro del terreno de la emergencia y es preciso visibilizar las historias de los migrantes. Con el objetivo de llegar hasta los más altos niveles de la dirigencia política, la caravana quiere “sentar a las partes para que busquen una solución”. Estiman que “se puede hacer mucho”, por ejemplo “en el tema de un desarrollo regional con un sentido humano y por el bien superior del niño” y por eso intentan “mover las conciencias pero también activar las decisiones de quienes tienen que tomarlas”.
El sacerdote no es ingenuo y está convencido de que los embajadores de los países expulsores “van a decir siempre lo que les diga Estados Unidos”, pero igual no descansa: “vamos a machacar sobre sus conciencias para que asuman su responsabilidad. Va a estar difícil pero seguiremos haciendo diálogos y planes”. Su idea es visitar a cada presidente y llevarle cifras: “Decirles cuántos hijos fueron asesinados y que hay desapariciones de grupos enteros, mujeres y niños que están siendo víctimas de redes de trata, para que hagan algo”.
—¿Qué papel juega México con relación a los migrantes?
—Estamos muy tristes porque vemos un México que no habíamos conocido, un gobierno (y no importa de qué partido porque todos han sido iguales), que se ha olvidado de los campesinos, de los indígenas, de las mujeres porque desgraciadamente siguen creciendo los femicidios. No para la violencia y los secuestros y las desapariciones son el pan de cada día, algo que nos sorprende y estremece. Nada más de migrantes tenemos más de 10 mil desapariciones y estamos muy lejos de pensar una clase política que se solidarice con la gente”.
Solalinde califica México como “un país simulador” que “tiene una clase política sumamente corrompida que se ha apropiado de procesos democráticos que debieran velar por el bien común”. Se lamenta porque bien podría “ser un factor muy importante para la unión en América Latina” pero —lejos de eso— es “un ejecutor de los intereses norteamericanos. Es un narco-Estado y no se encuentra el límite entre los carteles y los funcionarios públicos, porque cada vez se ve más la implicación con estos de la clase política”. De hecho “son los que financian las campañas políticas de personajes de todos los niveles y esto es una vergüenza”. En cuanto al Instituto Nacional de Migraciones afirmó que tendría que desaparecer porque “está podrido y no tiene compostura”.
Deudas de la Iglesia
Solalinde es muy crítico de las políticas neoliberales implantadas en el mundo en las últimas décadas y les asigna la mayor responsabilidad por el descarte de millones de seres humanos en todo el planeta. Pero también pone la lupa en la Iglesia Católica por haber “dejado de formar en valores, de evangelizar, por descuidar a América Latina y, como consecuencia de ello, tener semejante corrupción enquistada en muchos de nuestros países”.
—¿Qué opina de la reunión que recientemente mantuvo el papa Francisco con los obispos de México donde se habló de la problemática de los migrantes?
—El papa es una persona sumamente solidaria y sensible y sabe que los migrantes sufren mucho porque él mismo proviene de una familia de migrantes. El mensaje fue dado claramente a los obispos de México, pero –y perdón por lo que voy a decir- pero al son que les tocan, bailan. Si el papa dice que ahora hay que ser neoliberales, pues hay que serlo; si dice que hay que ser socialistas, pues hay que serlo y eso no puede ser. El criterio de seguimiento a Jesús no puede ser ni siquiera el papa, es el Evangelio. Ahora resulta que el papa está hablando de la opción preferencial por los pobres y ellos también lo están haciendo; el papa habla de los pobres y ellos también, les empezó a hablar de los migrantes y ahora ellos también. Esto no se vale. El camino es volver al Evangelio y ser verdaderamente seguidores de Jesús. Él fue un migrante, un hombre que enfrentó a los poderes sagrados de Israel para decirles que debían estar al servicio del hombre y no al revés”.
Solalinde, que es considerado un descarriado por muchos dirigentes católicos, cuenta incluso que el obispo encargado de los migrantes por parte del Episcopado, Ortiz Mondragón, “piensa que lo que estoy haciendo está fuera de la fe y de la institución”. En una conversación que mantuvo con él, le sugirió “unirse a la Iglesia”.
“Lo bueno -agregó irónicamente- es que hace unos días nos recibió el secretario general del Obispado mexicano y el obispo expresó todo lo contrario”. En ese contexto, Ortiz Mondragón prefirió decir que “lo que está haciendo el padre Solalinde es parte de la Iglesia”, aunque ese cambio se produjo “después de haber visto al Papa”.
El sacerdote no sólo ha sido agredido en varias ocasiones sino que también recibió amenazas de muerte. Por eso la Corte Interamericana de Derechos Humanos hizo al gobierno de México responsable de su seguridad.
—¿Cómo vive esa situación?
—Con mucha paz, aunque tenga mucho riesgo. Además de los cuatro escoltas que me puso México y que yo acepté por respeto a la comunidad internacional y para no quitarle la responsabilidad al gobierno, aparte ahora tengo una patrulla de la policía federal detrás de mi las 24 horas. No sé quién la puso ni con qué finalidad pero están tomando fotografías de todo lo que hago a dónde vaya, recabando una información muy estricta. Eso no me incomoda porque gracias a Dios tengo una vida recta y no tengo miedo.
Mirar al norte o al sur
El cura afirma que el Cono Sur “es la parte más sana del continente porque está más lejos de Estados Unidos. Hemos visto la solidaridad de los gobiernos que han tomado una actitud digna ante el imperio norteamericano, han buscado opciones para tener alternativas económicas. No se puede comparar la vida en el sur a la vida en Centroamérica”. En ese marco, insiste en el papel que podría jugar México si girara la vista: “creo que es un grave error no aliarse al Mercosur, porque es una alianza con un sentido social, con un compromiso de igualdad”. Al contrario, “está cada vez más comprometido a los intereses de Norteamérica y parece que el mundo fuera para ellos y los del sur no existen siquiera. México tiene firmado con Estados Unidos un tratado de libre comercio desde 1994 que en nada nos ha ayudado, porque la desigualdad crece y los pobres cada vez son más. Tiene un status reconocido tanto por su gobierno como por Estados Unidos de 54 millones de pobres. Es una vergüenza que esté participando de un aparato de fabricación de pobres, cuando es un país muy rico en sus culturas indígenas, en su tradición espiritual, en su riqueza natural y en sus recursos, pero todo se está yendo a unas cuantas manos. El 10% de la población tiene la mayor parte de las riquezas”.
—¿Qué rol juegan los medios?
—En TV Azteca y Televisa el gobierno me vetó, pero a los demás medios los han también comprado. El PRI (Partido Revolucionario Institucional) es especialista en el soborno y la corrupción. Hay medios como La Jornada, Proceso y otros que son honestos, pero se ve cómo poco a poco el gobierno ha ido absorbiendo todo y cada vez nos llevan más hacia un autoritarismo. También hay desinformación mañosa por parte de los gobiernos de origen porque les interesan las remesas. Cuando están en sus países, antes de salir, los migrantes no cuentan, pero sí cuando empiezan a mandar dinero. Tampoco la información en el interior de Estados Unidos está bien, porque la población no sabe lo que está sucediendo. No le dicen qué pasa con el dinero que da, por ejemplo por el Plan Mérida, no le dicen que está sirviendo para reprimir y extorsionar gente, que se lo está robando México. Yo creo que la población norteamericana tiene buen corazón, siempre ha ayudado, pero es una población desinformada. Le han hecho creer que la ley está por encima de todo, pero no le dicen que su ley criminaliza a los migrantes cuando en realidad no son criminales, ni delincuentes ni ilegales. Solamente son irregulares administrativos.
Solalinde cree que los migrantes “son los pioneros de una nueva era”. Sostiene que para Estados Unidos ya “es demasiado tarde” porque si bien “puede repatriar a los niños, están naciendo tres latinos por un anglo y esto se da desde 2012”. Dice que los migrantes “no tienen nada pero conservan el valor de la comunidad y de la familia y aunque en el camino sufran mucho, son los que van a darle a Estados Unidos un corazón de carne y los que van a quitarle los ojos de moneda. Algún día, en lugar de perseguirlos o repatriarlos, les van a hacer un monumento, porque han empezado una nueva era para la humanidad”.
Para el sacerdote de Ixtepec “el reto es mundial” y pasa, en gran medida, por erradicar las prácticas xenófobas, el miedo al otro y el creerse dueños de la tierra. “Nadie es dueño de nada; en todo caso, somos usuarios. Después de unos cientos de años todos nos vamos a ir y vendrán otros pueblos, porque esa ha sido la historia de la humanidad. El desafío es volver a valorar al ser humano. La enseñanza básica que nos da Jesús es la aceptación. Él no juzgaba, aceptaba a las personas como eran. La tarea es conocernos, amarnos, entender que nadie es dueño de nada y compartir lo que tengamos”.
“La última palabra no la tendrá esta generación insensible, materializada y corrompida sino Dios. Todos vamos a pasar pero la palabra de Dios va a quedar. Y la última que va a pronunciar es amor”, concluye el cura de los migrantes.