20 años de La Pulseada son dos décadas de periodismo. Un modo de hacer y de ver que construye una agenda por un país con infancia. Rescatamos 20 coberturas, entre tantas, para dar cuenta de esa mirada y del trabajo que hay detrás de cada imagen, cada informe. Los testimonios que repasan anécdotas y sentidos de nuestro quehacer periodístico
2004 y 2005: la pelea por salud y educación
Desde sus primeros años la revista puso el foco se puso en los derechos más básicos, como la salud y la educación. «Se ha tenido variaciones desde 2004 hasta la fecha, pero seguimos teniendo los mismos problemas estructurales como país y eso repercute en la salud siempre», dice Daniel Mapelli, uno de los redactores que trabajó en un informe de tapa para el número 23 de agosto de 2004, que trató un cuadro agudo de la salud bonaerense.
Sabina Crivelli coincide en que la agenda de esos primeros números sigue vigente. La periodista fue la redactora del informe de tapa de la revista número 30: «Hoy releo la nota que escribí en mayo del 2005 y para un lector desprevenido podría ser de 2022. Decía entonces: Seis de cada diez chicos menores de 13 años son pobres y tres de cada diez son indigentes. En este contexto, la escuela se ha convertido en uno de los más importantes ámbitos de contención: más de un millón de chicos reciben alimento en las aulas bonaerenses… Pero la educación se sigue deteriorando, lo que ahonda las diferencias: hay profesionales de excelencia y, al mismo tiempo, estudiantes que fracasan en la Universidad; tenemos alumnos con un nivel educativo similar al de los países desarrollados y chicos que no alcanzan el pobre nivel de los países africanos más pobres. Hablar de educación es hablar de la Argentina. Ni más ni menos. Lo que dolía por aquellos días duele hoy. Siguen siendo necesarias varias Pulseadas”
2003: el hambre
Era abril de 2003, la revista cumplía un año y en la tele había estallado el informe televisivo sobre desnutrición en Tucumán emitido por el programa de Jorge Lanata. «En La Plata había fallecido Alex Bazán, un nene de 2 años y medio y el secretario de Salud de la Municipalidad había dicho que no había muertos por desnutrición en la ciudad. La indignación y la bronca fue tan grande de todos quienes componíamos la revista y el Hogar que decidimos hacer un informe que hiciera ruido y que fue el de la tapa con el título “Santos Inocentes”, cuenta Verona De Maestri. También se decidió que desde la la imprenta Grafitos hicieran unos afiches con la portada de la revista para pegar en la ciudad.
«El trabajo era una nota con varias subnotas y lo que más recuerdo son las reuniones de redacción en donde estábamos todos y circulaba de manera asamblearia el modo de encarar el trabajo, a quién entrevistar, desde qué perspectiva, qué situaciones retratar, cómo no caer en el derrotismo del diagnóstico de la situación en La Plata, que no era Tucumán. En ese momento yo tenía 23 años y estaba empezando en la profesión y para mi ese informe fue una verdadera escuela. Aprendí más de lo que creí y de eso me doy cuenta al releerlo casi 20 años después. Porque en un país hecho de pan, como decía Cajade, que los nenes se mueran de hambre, y que encima lo nieguen, como ocurrió con las autoridades en ese momento, me conmovía. ¿Cómo hacer con esa conmoción algo productivo en términos periodísticos?», recuerda Verona sobre los desafíos que planteaba narrar esa realidad.
Sobre su trabajo concreto en ese número destaca especialmente una entrevista: «yo tuve que entrevistar a Susana, la abuela de Yamile, un nene que tenía un grado severo de desnutrición y que lo alojaron en la Casa de los Bebés, donde tanto Isabel como Liliana lo pudieron sacar adelante. Lo tomamos como un ejemplo de que se podía salir con el recurso humano, de alimentación y de salud necesario.
Susana tenía diez hijos y 17 nietos entre vivos y fallecidos. Y había decidido hablar porque se había dado cuenta de que no era culpa de ella que hubieran fallecido hijos y nietos, porque la realidad era compleja y los casos se reproducían en cantidad. Y la entrevista a Susana para mí fue algo importante, porque ella ponía el cuerpo y contaba a pesar de la culpa y la vergüenza que no inocentemente en todos -y me incluyo- está inoculada.
Otro ejemplo de esto es otra de las notas que tuve que hacer para ese informe, que fue al comedor Nueva Esperanza de la CTA, que estaba a cargo de Luis y de Adriana y quedaba en Romero. Me acuerdo que me fui en el micro Oeste, me bajé en 520 y 152 y empecé a caminar hasta 517 y llegué el comedor. Ellos querían empezar a medir peso y talla y habían detectado un caso de desnutrición complicado. Llamaron a una ambulancia que ni siquiera se llevó al nene porque les dijo que tenía que levantar fiebre, tenía que ser una urgencia. Eso era una fotografía completa de cómo está armada simbólicamente la situación, y hablo en presente porque sigue sucediendo. Recuerdo que la gente del comedor estaba asombrada porque los padres planteaban que se habían entrometido en la realidad del nene, cuando en verdad había sido la abuela la que lo había advertido y había pedido al comedor que intervenga.
Entonces yo pienso, ¿por qué las madres se sienten culpables cuando un niño pasa por esta situación. Por qué un periodista o una periodista se siente culpable cuando tiene que preguntar por estar realidades y exponer al que la está narrando. Por qué al que la está narrando le da vergüenza. Por qué tiene que haber sacrificios para que esa realidad sea visible. Y así y todo dura un tiempo y luego decanta y no se habla más del tema?»
2002: La memoria de Malvinas en presente
“Cuando sale la primera revista yo tenía 22 años, estaba cursando el último año de periodismo y tratando de hacerme un camino en la profesión. Estaba trabajando en el periodismo deportivo desde hacía unos años y quería salir un poco de ese ambiente. Cuando empezamos a armar el sumario del primer número dije eso y participé con dos notas en ese número: una vinculada al deporte con los problemas económicos que sufrían los clubes del ascenso en ese momento, Villa San Carlos y Cambaceres, y la otra es la nota de Malvinas. Se cumplían 20 años y la idea era buscar un enfoque novedoso y creo que fue mi viejo, como secretario de redacción, propuso hacerla con los hijos e hijas de los ex combatientes», recuerda Javier Sahade sobre la realización del informe sobre Malvinas del primer número.
El último abril esos niños fueron parte del escenario en el acto a 40 años de la guerra, ya organizados y constituidos como otros actores políticos en la construcción de la memoria por Malvinas. «Leyeron un documento en la Plaza ya consolidados como organización de hijes de ex combatientes hablando de soberanía, y siguen siendo ellos y ellas la representación de la vida frente a la dictadura que llevó a sus viejos a la guerra. En el 2002 todavía estaba vivo Galtieri, era otro el contexto y ahora es lindo mirarlo en retrospectiva”, dice Javier.