Nota principal: “Estamos demostrando que sí merece la pena luchar”
“Todos estos nuevos sentidos que van emergiendo en las organizaciones antimineras, en poblaciones cordilleranas y patagónicas, toman cuestiones presentes en el movimiento asambleario del 19 y 20 de diciembre: el concepto de autonomía en relación con los partidos y con el Estado en general, las relaciones horizontales con referentes pero sin secretarios, sin un liderazgo marcado, definido por un solo sujeto” explica Norma Giarracca, socióloga especializada en estudios rurales e investigadora principal del Instituto Gino Germani. El análisis de la expansión sojera, del proceso de “agriculturización” instaurado en los ‘90, le permitió anticipar el estudio de la problemática megaminera para pensar los actuales modelos extractivos en Latinoamérica.
-¿Hay puntos en común en los movimientos antimineros de Andalgalá y Famatina?
-Algunos tienen muy distintas características en su composición. Sin embargo hay un sentido que aparece por la emergencia del tipo de lucha que están dando, aun cuando tienen sujetos sociales muy diferentes. Andalgalá es una población sumamente empobrecida, los han dejado sin los cultivos, sin agua, sin educación y, de alguna manera, en su lucha tratan de recuperar todos esos derechos perdidos. Chilecito y Famatina no son poblaciones que hayan perdido derechos. Son poblaciones pequeñas que tienen su dinámica en las agriculturas y en el turismo, y tienen una buena dinámica, aun cuando en los últimos años, vía cooptación, vía subsidios, se ha intentado romper con esa dinámica de autosuficiencia. En los ’60, cuando el gobierno de Guillermo Iribarren puso el riego en la provincia, hubo una migración de sanjuaninos y mendocinos que llevaron los saberes del cultivo de la vitivinicultura a toda La Rioja, pero sobre todo a Chilecito. Los dos departamentos tienen buenos índices de desarrollo social y educativo, en los dos hay poblaciones universitarias, la mayoría de los asambleístas son docentes…
-Esa realidad rompe con la cosmovisión de un interior “atrasado”…
-Durante los ‘90, con el neoliberalismo, hubo toda una preparación de estos territorios para el ingreso de la minería y el agronegocio; han pasado las carreteras, han pasado tubos por zonas montañosas, es su ámbito, y eso es lo que defienden. Al defender su territorio defienden su vida, la reproducción social, material y simbólica de la vida. Eso no es sinónimo de atraso sino todo lo contrario: estas poblaciones están mostrando el mundo que viene. Estos gobernadores quieren apoyarse en esa cosmovisión para decir “acá no hay nada, entonces traigamos la minería que es sinónimo de desarrollo, progreso”, mientras estos pueblos están discutiendo los conceptos de derecho de la naturaleza, democracia de la tierra, soberanía alimentaria, autonomía de decisión de la política de vida.
-¿Cuál es su posicionamiento ante la pueblada famatinense?
-Mi posición es que yo no soy quien les da voz a los sin voz; se dan voces ellos mismos, ellos tienen voces. Los cientistas sociales no estamos con ellos sólo en el momento de la lucha, estamos también en el momento de la latencia, entonces esa relación que uno va entablando con los sujetos sociales hace que pueda salir o no el pensamiento social crítico del siglo XXI. Hay una relación constante entre el accionar de ellos y nosotros reflexionando con ellos; es una reflexión con ellos, con las asambleas y los agricultores. Lo más importante es darnos cuenta de las novedades del accionar social, de todos estos movimientos, y dar lugar en nuestro pensamiento para que esas novedades se expresen.
Esta no es sólo una lucha ambiental, es una lucha por la construcción de una vida, una lucha civilizatoria, una lucha para que vivamos de una manera distinta de lo que el capitalismo y la geopolítica internacional nos tienen deparado. Allí radica la riqueza del pensamiento crítico presente en este movimiento. Estas poblaciones adelantan, están mostrando un mundo que viene, mientras que el poder atrasa, el poder político está pensando en una ciencia, una economía, una cosmovisión del siglo XX; los estadistas de América Latina están discutiendo el siglo XX.